Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 1

—Diez minutos más —supliqué con voz ronca y el corazón pendiendo de un hilo. Tenía un nudo en la garganta, sentía como un hormigueo recorría cada centímetro de mi piel y la angustia se apoderaba de mi cuerpo con cada segundo que transcurría.

Los presentes me observaban con gran expectativa y en algunos rostros notaba una pizca de comprensión. La expresión de mi rostro definitivamente no era la mejor ni la más cordial, mis músculos tensados, mis mejillas empapadas en lágrimas y mi mirada puesta en la entrada delataba mi espera por un milagro.

Ahí estaba yo, en el supuesto mejor día de mi vida, con el vestido más hermoso que pude haber elegido con la ayuda de mi mejor amiga: ceñido al cuerpo en la parte alta; en la baja una radiante caída esponjada que contrastaba con el encaje blanco; la cinta ataba mi cintura y moldeaba mi figura. Era realmente hermoso, desde el primer instante que lo vi, me enamoré y supe que sería el que usaría para unir mi vida a la de mi amado novio.

—Creo que debemos irnos —replicó mi mamá en un gruñido impaciente, interrumpiendo el silencio abrumador que empezaba a apoderarse de la estancia.

Me giré con rapidez. Mi mamá no podía estar insinuando terminar todo tan rápido.

—¡No! —grité alarmada y al mismo tiempo llamando la atención de los invitados. Los observé mientras negaba con la cabeza y con voz ahogada agregué—: Tal vez se le hizo tarde o no sé, seguro le salió un imprevisto.

Cerré los ojos tratando de buscar una excusa lo suficientemente válida para justificarlo, aunque dentro de mí sabía que James era un idiota, el más grande de todos.

—¿No te das cuenta el espectáculo que estamos haciendo? —susurró mi padre esbozando una leve sonrisa nerviosa de lado hacia el público para disimular.

—Pero... no puedo irme, papá. James no pudo haberme hecho esto —murmuré, casi a punto de llorar. En el fondo, algo dentro de mí decía que podía ser posible, pero me negaba a aceptarlo en su totalidad, no después de los cinco años a su lado—. Solo está retrasado. No puede dejarme aquí y...

—Cálmate, vamos a llamarlo una vez más —interrumpió Angie, mi hermana, con voz pausada y un inexpresivo semblante, porque, aunque James no fuese de su total agrado, sabía que yo lo amaba y estaba sufriendo en ese momento.

Tomó su celular y lo desbloqueó, un tierno gatito apareció en la pantalla, luego buscó entre los contactos hasta encontrar el de James. Llamó, pero no obtuvo respuesta. Suspiró y negó con la cabeza, luego llamó una vez más, una más, otra más y otra. Negó con la cabeza y me dedicó una mirada de compasión que entendí al instante.

Todo había acabado.

—Bella, creo que es mejor terminar con esto. No podemos seguir aquí parados con este espectáculo —sentenció mi mamá secando con un pañuelo blanco las lágrimas que ya empezaban a brotar de mis ojos.

Me limité al silencio, ese que duele. Pero en mi mente repetía una y otra vez. «Va a llegar, James va a llegar» haciéndole entender a mi cabeza que sí llegaría, que todo era una terrible confusión y que seguramente en unas horas estaría riéndome por pensar que todo había acabado.

Bajé mi vista y miré el ramo de flores que tenía en mis manos, sus colores eran mis favoritos, pero en este momento ni siquiera eso lograba alegrar mi vista y muchísimo menos mi corazón que en ese momento se encontraba resquebrajado como una copa de cristal.

Lágrimas rodaban por mis mejillas cayendo en mi pecho adornado con el collar que James me había regalado el día que anunció la compra de nuestro apartamento. Mi corazón empezaba impacientarse y mi angustia crecía al notar que mis seguridades se desvanecían.

Escuchaba murmullos y voces por todos lados, todos tenían la vista puesta en mí; querían ver mi reacción y al parecer, disfrutaban verme sufrir parada frente al altar sola y abandonada esperando por un hombre que alguna vez prometió compartir su vida conmigo.

Observé mi celular una vez más, ya mis manos sudadas eran testigo del tiempo que llevaba pendiente por si vibraba o si entraba una llamada, los números del reloj aparecieron en la pantalla y suspiré con dolor al notar que ya había transcurrido exactamente una hora. Una hora y ni un mensaje, ni una llamada. ¡Nada! No había rastro de James.

¿Dónde se había metido?

Se suponía que había quedado en llegar al hotel donde celebraríamos la boda. No lo veía desde hacía dos días, porque con todo el tema de la boda, el tiempo era lo que más se nos agotaba. Pero nos escribíamos por WhatsApp y se suponía que todo estaba bien entre nosotros ¿o no?

Mis pies cansados pedían consideración, una hora de pie con esos zapatos altos ya me hacían sentir un hueco en mis talones, el peinado ya empezaba a molestarme, los cabellos sueltos me provocaban escozor y el vestido ya no me parecía tan hermoso; las pestañas falsas comenzaban a pesar y aquellas flores ya no eran las más bonitas.

Una vez más el abogado se acercó a nosotros con expresión cansina y a grandes zancadas, en su rostro podía notar su impaciencia.

—Disculpen, tengo un compromiso en media hora y debo irme cuanto antes —masculló con seriedad mirando su reloj—. Siento mucho todo esto, pero debo irme.

—Señor, a usted le pagan por esto ¿verdad? —gruñó Mell impaciente y es que la paciencia no era precisamente una de sus virtudes.

El señor de barba asintió y enarcó una ceja, estaba confundido y se notaba en aquella mirada desconcertada.

—¡Entonces quédese en su bendito lugar! ¡Al fin y al cabo le van a pagar! —exclamó mi amiga haciéndolo sobresaltar debido al tono de sus palabras.

Todos la miraron sorprendidos, incluso el mismo abogado, sin embargo, el señor asintió y cabizbajo, de seguro pensando improperios y malas palabras, regresó hasta su lugar sin dejar de observar con rabia a mi amiga.

Eché un vistazo a mi alrededor y la nostalgia arrancó un gemido de mi interior al ver todo lo que me rodeaba: la decoración era hermosa, mi amiga y mi hermana se habían dedicado en tiempo y alma a ella. Los ramos de flores rosadas con turquesa bailaban con el viento que entraba por las ventanas. Los centros de mesa tenían una preciosa "B y J" en el medio, decorado con lindas rosas rojas, de las cuales emanaba un dulce aroma. Las ventanas decoradas con seda de las que pendían flores naturales de diferentes colores, dando un toque silvestre.

Mis ojos no podían más, empezaron a derramar lágrimas, una tras otra. Todo había sido en vano, todo había acabado y lo que más me dolía eran esos cinco años de mi vida.

El abogado planchó su saco negro con las manos y se acercó con expresión molesta. Esta vez aclaró su voz para decir con su tono más grave:

—Debo irme —se dirigió a mi papá—. La boda que se supone que oficiaré empezó hace diez minutos y usted sabe cómo es el tráfico de esta ciudad, además, es la boda de un influyente hombre de negoc…

—Cinco minutos más —rogó mi mamá, mirándome de reojo, pero casi suplicando al abogado.

Estaba a punto de tomar una decisión que marcaría mi vida, el nudo que había en mi garganta se enredaba más a medida que pensaba en lo que iba a hacer, pero no había de otra. No había de otra.

—Sí, Pedro. Unos cinco mi... —suplicó esta vez mi padre.

—No —interrumpí con toda la seguridad que pude reunir en ese momento. Sequé mis lágrimas y aclaré mi voz tratando de tragarme mis miedos y mi dolor. Todos me miraron asombrados, me quité el recogido que llevaba en mi cabello y lo dejé suelto para aplacar un poco el dolor que carcomía mi cabeza—. Creo que ya es hora de irnos —agregué resignada, pero con fuerza, intentando ahogar el llanto que deseaba salir de lo más profundo de mis entrañas.

—Pero herma... —trató de decir Angie con su voz dulce, pero la silencié con una mirada que denotaba seguridad.

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