Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 101

Quince años atrás…

Terminé de peinar mi muñeca y sonreí satisfecha. Había logrado por primera vez en mis ocho años, hacerle dos trenzas parejas y bien tejidas; me había costado mucho, pero al fin lo había logrado.

Flexioné sus piernas de hule y la senté en un carrito, estaba lista para ir de compras, pero antes de que pudiera conducirla por la pista, un ruido proveniente de la puerta me hizo sobresaltar y de inmediato me asusté, llevaba varios días escuchando ruiditos similares y temía que fuese cierto las leyendas de mi tía sobre cosas sobrenaturales que rondaban nuestra granja.

Mi corazón comenzó a latir de prisa y mi rostro adoptó un color pálido, mi reflejo a través del espejo no era nada grato y mis expectativas no eran alentadoras. No obstante, me miré por unos segundos en el cristal y cerré los ojos, debía salir de dudas y comprobar la veracidad de la existencia de alguna presencia extraña.

Sin hacer ruido y tratando de ser lo más sigilosa posible, me acerqué hasta la puerta, puse mi mano sobre la cerradura y respiré pausadamente porque mi corazón bombeaba tan fuerte que podía escuchar su resonancia en mis oídos. Tomé una bocanada de aire para llenarme de un valor falso y abrí la puerta de un tirón… de inmediato un cuerpo cayó de rodillas frente a mis ojos y dejé escapar un grito sorpresivo.

No era un fantasma.

No era una bruja.

No era algo del más allá.

Solo era él… un niño de cabello oscuro y ojos tan azules como el mar. Un niño bonito.

Se levantó de inmediato y sacudió sus manos con la tela de su pantalón desgastado de bastas anchas, su rostro dejaba ver la vergüenza extrema que estaba sufriendo porque sus mejillas se teñían con un color carmesí. Me miró apenado y esbozó una sonrisa nerviosa que solo hizo que mis ojos se enfocaran en ella porque era demasiado linda.

—Tú debes ser Alex, ¿verdad? —cuestioné en tono divertido y disfruté su sobresalto al escuchar mi voz.

Podía notar lo nervioso que estaba y una gota de sudor recorría su frente. Sin embargo, me miró sin saber qué decir y simplemente asintió con torpeza y lentitud. Lo había escuchado hablar varias veces, pero ahora la vergüenza lo tenía en silencio, quizás nunca imaginó que lo descubriría en sus travesuras.

Él era el hijo de nuestra sirvienta principal, por lo que nuestra comunicación y acercamiento eran escasos, pero extrañamente siempre me topaba con él en todos los rincones donde me asomaba, incluso, habíamos chocado un par de veces, pero no habíamos intercambiado palabras. Ahora frente a mí, era imposible no aceptar que cada vez que estaba frente a él, una linda sensación se apoderaba de mis sentidos.

Lo examiné con la mirada y un revoloteo frenético se despertó en mi interior, fue como si miles de mariposas dormidas, se despertaran al sentir sus ojos sobre los míos. Y es que, para ser sinceros, era un niño muy lindo, tenía unos ojos preciosos que lograban brillar a la distancia con pinceladas dulces, una sonrisa impecable que siempre engalanaba sus labios y que, junto a las demás facciones de su rostro, lo hacían ser el niño más bonito que mis ojos habían visto.

—Bueno, hola, Alex. Yo soy Bella... —mis palabras salieron con una facilidad increíble, era como si estar frente a él me hiciera perder la timidez.

Él levantó su mirada con lentitud y sus ojos azules como el mar, chocaron con los míos. Las mariposas comenzaron a volar en mi estómago y el azul de sus ojos me transportó al mar, ese que siempre había estado en mis sueños, pero que nunca había podido conocer porque vivíamos en un lugar montañoso. Un brillo destellante en sus pupilas me hizo sonreír y mi corazón galopó cuando él tomó mi mano con suavidad y la estrechó, tragué saliva sin dejar de mirarlo y decidí zafar mi mano porque ese niño estaba despertando cosas en mí que nunca había sentido y también era el culpable de que mis latidos resonaran en mis oídos con un fragor intenso. Sin embargo, mis pensamientos fueron olvidados cuando él dio un pequeño beso en mi mano y luego tiró de ella con suavidad, haciendo que mi cuerpo descontrolado por la sorpresa, se moviera hacia él, provocando que quedáramos a tan solo centímetros de distancia. Abrí los ojos confundida y sentí cómo el calor iba apoderándose de mis mejillas, pero antes de que pudiera pronunciar alguna palabra, su rostro se acercó aún más y cuando cerré los ojos para pestañear, sus labios dejaron con mucha ternura y dulzura un beso fugaz en mi mejilla… y cuando abrí los ojos, lo vi corriendo hacia la puerta para luego bajar apresurado por las escaleras.

Cerré mis labios entreabiertos y tragué saliva, mi cuerpo estaba paralizado por lo que acaba a de suceder, nunca había recibido un besito de un niño, y aunque intentaba no pensarlo tanto, Alex era muy guapo y mi corazón admitía con sus palpitaciones aceleradas, lo mucho que lo había disfrutado. Sin querer o por inercia misma del sentimiento que había despertado en mí, llevé una de mis manos a mi mejilla y acaricié el lugar exacto donde sus labios rosados habían acariciado mi piel y sonreí con mucha ilusión. Escuché sus pasos aún bajando las escaleras, realmente ese niño además de aguapo, estaba loco.

Intenté salir del trance en el que me había dejado sumida y di algunos pasos hacia el frente, cerré la puerta y tomé a la señorita Rose, mi muñeca favorita para pasearla en el carrito y llevarla de compras. Suspiré y me detuve para pensar en lo mucho que e había gustado la compañía de ese niño. Siempre me tocaba jugar sola porque mis padres no permitían que jugara con Am, la hija mayor de nuestra sirvienta, porque al ser la más grande debía ayudar a su madre a preparar los postres y el pan.

Alex por su parte, pasaba su mayor parte del tiempo en la escuela y ayudado a mi padre con los animales de la granja, también limpiaba el jardín, limpiaba los establos y se encargaba de ayudar a entrenar a los caballos. Su tiempo libre lo repartía entre inventar cosas en su habitación donde dormía con su hermana, y observarme escondido detrás de algo.

Mi mamá y mi papá trabajaban siempre y pasaban entre las responsabilidades de la granja y los negocios de exportación de legumbres y frutas, mientras intentaban que el apellido Graze siguiera siendo conocido mundialmente como una de las primeras marcas exportadoras de la más alta calidad. Mi nana nos cuidaba a mi pequeña hermana de cinco años y a mí, de modo que, mis acompañantes y amigas eran mis muñecas con quienes pasaba tardes increíbles de juegos.

Tenía todo lo que podía desear, menos compañía… no era una niña demasiado feliz.

Un toquecito en la puerta otra vez logró sobresaltarme y tragué saliva al mismo tiempo que miraba en dirección hacia ella. Había dos opciones, la primera era que realmente un fantasma, una bruja o un monstruo me estuviera esperando, y la segunda era que se tratara de Alex otra vez, y en cualquiera de los dos casos, el nerviosismo afloraba desde lo más profundo de mí porque después de ese roce de sus labios en mi mejilla, las maripositas habían desatado un alto vuelo que ahora no se calmaba.

Respiré con profundidad y me miré en el espejo, peiné un poco mis bucles castaños y decidí abrir la puerta; pero al hacerlo, no había nadie. ¿Significaba eso que sí había un fantasma?

Sollocé temerosa, pero al bajar la vista mis palpitaciones aumentaron aún más cuando noté algo sobre la alfombra de terciopelo. Un precioso ramo de flores silvestres yacía sobre ella, me agaché un poco y lo tomé entre mis manos, y al hacerlo un dulce olor traspasó mi nariz. Los fantasmas no dejaban flores, así que eso solo podía ser obra de… él, ese niño que había logrado alborotar mis sentimientos al punto de perder el control.

En medio de las flores blancas y amarillas sobresalía una página doblada, la tomé y fue imposible no sentir el olor fresco de la colonia que yo misma había ayudado a elegir a mi papá como regalo de la Navidad anterior para Alex, por haber alimentado bien a los caballos, en especial a Dino, mi pony adorado. La pasé por mi nariz y aspiré con suavidad recordándolo mientras cerraba los ojos y volvía a revivir ese instante en el que sus ojos me miraron con dulzura.

Decidí desplegar el papel y al hacerlo, sonreí al confirmar que sí, efectivamente era él. Así que decidí descifrar el torbellino de letras que había plasmado en esa carta y con el corazón latiendo con fuerza y mis mejillas sonrojadas, comencé a perderme entre sus palabras:

Bella, sé que soy un tonto. Muy tonto.

Soy muy tímido y aunque juro que he querido hacerlo, me apena hablarte, por eso decidí hacerlo por medio de esta carta. Solo quiero decirte que eres la niña más hermosa del mundo y que me gusta mucho tu sonrisa. Eres una princesa.

Estas flores son para ti, ojalá te gusten, porque las elegí pensándote.

¿Quieres que juegue contigo?

*Sí.

*No.

Con cariño.

Alex.

Esas palabras dulces conmovieron mi corazón y las emociones se incrementaron aún más… me sonrojé y un suspiro lleno de ilusión se adueñó de mi cuerpo. Había escuchado a los adultos hablar acerca del amor; los cuentos de princesas, las películas, las canciones y los libros siempre hablaban del amor, pero nunca había imaginado que podía sentir a través de mi piel ese dulce sentimiento o que esa sensación vibrante en mi pecho significaba mi corazón latiendo al ritmo de una emoción despertada por su mirada.

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