Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 14

Las clases eran pesadas, a pesar de estar en las primeras semanas, se hacían eternas las horas. Cada vez me sentía más cansada y mareada, a todo era más sensible, al ruido, a olores, a sabores e incluso, a personas. Pero debía continuar mis estudios, porque estaba consciente de que eso era lo único que podría mejorar mi condición de vida y así encontrar un trabajo que me facilitara una mejor situación económica, para poder sacar a mi bebé adelante.

Aquella mañana, me sentía con nuevas energías, como si cambiar de ambiente me hubiese asentado bien, como si aquella toxicidad que presenciaba en casa de mis padres, se hubiese esfumado de un momento a otro y Mell y Javi me hubiesen contagiado de su alegría y optimismo.

Había tenido una noche de sueños raros, en los que Alex siempre aparecía y por mas absurdo que pareciera, siempre tomaba un lugar en los distintos sueños que había tenido. Pero admito que me alegraba que fuese él y no James. Era extraño, pero pensar en Alex me hacía olvidar me de James, como si arrancara algunas raíces sembradas en lo más profundo de mi corazón; lo extraño era que a ese tal Alex solo lo había visto un par de veces.

En fin, mi vientre empezaba a notarse, ya con dos meses era más evidente mi embarazo. Hasta la señora que limpiaba los baños y el señor que cuidaba el jardín de la universidad sabían mi historia, porque como decía mi mejor amiga, era digna de una historia de telenovela.

Me encontraba sentada en las afueras de la cafetería de la universidad, teníamos unos minutos de receso y mientras Mell había acudido a la biblioteca en busca de algunos libros para la materia que teníamos a continuación, yo había decidido esperarla afuera porque tenía un hambre tenaz.

—¿Señorita Bella? —preguntó una voz a mis espaldas. Una voz que yo ya había escuchado y que hizo acelerar mi pulso y mis sentidos. Era imposible no reconocer que me causaba una sensación cálida y reconfortante que recorría todo mi cuerpo, pero haberlo visto vestido del payaso de It, o en calzoncillos como Cupido en mis sueños, me provocaba vergüenza y una sorpresa irremediable.

¿Hasta donde llegaría el destino por hacerme quedar mal?

—¡A-lex! —exclamé sorprendida y nerviosa, pero fue tanto mi asombro y mi impresión, que terminé atragantándome con el pan con mantequilla de maní que estaba masticando en ese momento. Empecé a toser con desesperación. Agitaba mis manos, inquieta y temerosa por lo que pudiera suceder, necesitaba ayuda urgente, sentía como me quedaba sin aire, no podía respirar y sabía que eso estaba mal para mi bebé.

Mi interior gritaba desde lo más profundo, suplicando ayuda, pero sin poder articular palabra alguna debido al aire faltante en mis pulmones. La tos no cesaba y sentía como mi cuerpo se secaba debido a que el oxígeno se negaba a pasar, obligándome a darme por vencida por la debilidad de mis piernas.

Cuando me resigné a morir por una causa tan simple como un atragantamiento, un ángel llegó a mí. Unas manos me abrazaron por la espalda y luego de pegarme de forma suave en el dorso logró despejar la obstrucción que me aquejaba, y el pan bajó con lentitud por mi garganta.

Tragué adolorida y llevé una mano a mi garganta para acariciar con lentitud esa parte de mi cuerpo que estaba tan lastimada.

—Bella ¿estás bien? —cuestionaba una y otra vez, mientras me miraba preocupado y con ambas mejillas encendidas, su voz temblorosa denotaba el miedo que había experimentado, así como yo, por el hecho de estar frente a la muerte.

—S-sí... —balbuceé tratando de articular una frase, pero aún estaba recuperándome de mi lucha con el pan.

Me ofreció un vaso de agua y lo tomé con rapidez, bebí algunos sorbos y poco a poco me fui calmando. Mi respiración se tornó más pausada y el alma volvió a mi cuerpo.

—¿Estás mejor? —insistió Alex con temor y preocupación mientras examinaba mi rostro con sus pupilas brillantes.

Asentí nerviosa y examiné su rostro.

—Ya estoy mejor —respondí con lentitud para que su preocupación bajara de nivel y volví a tomar agua sin dejar de observarlo. Sus ojos seguían cada movimiento de mi cuerpo, suspiró cuando escuchó lo que pronuncié y se acomodó mejor en la silla, ya con más tranquilidad.

—Qué bueno, no sabes el alivio que me causa saberlo —susurró acompañado de una sonrisa dulce—. Lo siento, por haber actuado tarde, no entendía qué te sucedía y…

—No te preocupes, la culpa fue mía por sorprenderme tanto de verte otra vez —repuse para evitar que se sintiera mal—, no me imaginé que luego de lo de anoche, estaríamos frente a frente nuevamente y…

Mis palabras quedaron flotando en el aire, había metido la pata. Cerré mis ojos y tragué con fuerza, no sabía qué rayos diría para completar aquella frase tan estúpida que había salido de mis labios. ¿Por qué tenía que ser tan bruta? ¿Acaso yo tenía la culpa de haberlo visto en calzoncillos en mis sueños? ¿O que me ofreciera un globo rojo como Pennywise?

Abrí mis ojos y noté como Alex tenía el ceño fruncido y una sonrisa divertida en su boca.

—¿Así que me viste en calzoncillos, eh? —cuestionó jovialmente y mi boca se secó al instante. Mis mejillas ardieron de inmediato como si se pintaran del color de la vergüenza más extrema del mundo, pero decidí hacer como si no supiera de qué hablaba. Ni siquiera sabía cómo lo había descubierto, a menos de que fuera brujo, mago o leyera mentes.

—¿Espera… qué? —cuestioné haciéndome la desentendida y confundida—. ¿De qué hablas?

—Eso es lo que quiero que me expliques —prosiguió y una ceja se levantó, pero su expresión era divertida, como si aquella situación vergonzosa la disfrutara cada segundo—. Y no, no tienes la culpa de haberme visto en tus sueños. Ni yo de verte en lo míos.

Mis mejillas se encendieron aún más y tosí un poco a causa de sus palabras.

—¿Cómo? —interrogué confundida y sintiendo el calor apoderarse de mi cuerpo—. ¿Cómo sabes que soñé contigo y que…?

No entendía como rayos sabía todo eso. ¿Y si era un brujo o portara un poder sobrenatural para leer y descifrar pensamientos?

—Lo pensaste en voz alta —respondió con dulzura—, tampoco soy brujo ni tengo poderes sobrenaturales.

Abrí mi boca y mis labios se secaron de inmediato.

—Y sí, eso también lo pensaste en voz alta —susurró seguido de una sonrisa divertida—, pero no te preocupes, haré como que no escuché nada, de todos modos, anoche también te vi en mis sueños.

Tomé tres sorbos más de agua para calmar mi ansiedad y mi vergüenza, y luego miré hacia un lado, buscando aire y que el calor de mi cuerpo bajara su intensidad. Estar cerca de él me proporcionaba una gran atracción y una fuerza mayor me impedía alejarme.

—¿Cómo has estado? Desde aquel día en el cine no te había vuelto a ver —musitó con amabilidad y cambiando su tono de voz a uno más formal—. ¿Cómo va todo? ¿Estás mejor, ahora? Me quedé esperando tu llamada, quería hablar contigo.

Suspiré con fuerza y disimulo, agradecí que cambiara de tema.

—He tenido algunos contratiempos, solo eso. ¿Y tú como has estado? —respondí, obviando el tema de que no iríamos más al banco para evitarme mil cuestionamientos que sinceramente, no necesitaba ni quería responder.

Segundos después como por acción natura, levanté mi rostro con lentitud, y posé mis ojos en su rostro, su belleza cautivaba, su mirada se mantenía puesta en la mía, y una sonrisa de dibujó en sus labios.

Al notar la tensión que nos unía, bajé mi rostro y lo escondí un poco, luego aclaró su voz y respondió con voz más formal:

—Estoy mejor ahora que te tengo frente a mí —susurró en un hilo de voz y una sonrisa se curvó en sus delgados labios, luego sacudió su cabeza un poco para acotar—: La verdad es que estoy aquí, porque el señor Cooper me ha mandado, necesita saber cuándo van a ir a decorar el banco, ya han pasado algunas semanas y el proyecto está listo, solo necesitamos que...

—Muy lindo de tu parte venir a buscarnos, pero... no podemos ir. Te agradezco si le dices que busque a alguien más—interrumpí de inmediato y manteniendo un tono cordial y amable en mi voz.

—Pero ustedes estaban muy interesadas en el trabajo —replicó el jefe de seguridad con el ceño fruncido—, tan interesadas que pasaron casi media hora observando cada detalle de la construcción.

Contuve una risita ante su comentario, recordar aquella escena en el banco, me provocaba algo de vergüenza, pero admito que me divertía que creyera que en realidad éramos diseñadoras de interiores. Mi cuerpo se fue relajando poco a poco y tomé una bocanada de aire y puse mi expresión más seria y profesional, siguiéndole el juego.

—Estamos muy ocupadas con otros proyectos tanto personales como laborales; espero entiendan y comprendan que no podemos seguir con el de la nueva imagen del banco —agregué con el ceño fruncido al ver que deseaba interrumpir—, y agradecemos mucho la oportunidad que nos otorgaron, pero no podemos.

Asintió desilusionado y suspiró como si mis palabras le causaran gran pesar.

Mi mente viajó por cada detalle de aquel día y casi de forma inconsciente caí en cuenta de algo extraño, un detalle bastante raro.

—Una pregunta, Alex —dije en vos lenta y arrastrando cada silaba mientras pensaba cómo formular mi duda—, ¿cómo sabes que estudiamos aquí?

Mi ceja se mantenía levantada esperando su respuesta, necesitaba saber cómo había dado con mi paradero, si tan solo le había proporcionado mi nombre y mi apellido, y una profesión ficticia.

¿Acaso me estaba siguiendo? ¿O me estaba espiando? Al parecer yo era objeto de espionaje. Primero Matt y ahora él. ¿Qué estaba sucediendo?

—¿Estás siguiéndome? —espeté al notar que no respondía y que sostenía una expresión de tranquilidad y sosiego.

—¿Recuerdas a la chica que estaba conmigo en el cine? —interrogó sonriendo de lado, provocando que el hoyuelo de sus mejillas me distrajera un poco, por la ternura que le pintaba a su lindo semblante.

—¿T-tú novia? —inquirí con curiosidad sin apartar mis ojos de sus mejillas sonrosadas.

Frunció el ceño con diversión, me dirigió una mirada de desconcierto y soltó una risita antes de responder.

—Mi hermana —aclaró posando sus ojos azules en los míos—. Ella no es mi novia, es mi hermana más pequeña.

Mis mejillas volvieron a arder a causa de la vergüenza y la pena comenzó a corroer mis venas, nuevamente. Siempre dañando todo a causa de mi torpeza.

—El caso es que, ella estudia aquí también y me dijo que ustedes estudiaban aquí, que las había visto y que podía encontrarlas mayormente en la refresquería o en el jardín—explicó poniendo sus manos sobre la mesa y uniéndolas para entrelazar sus dedos.

Mis ojos fueron directo a sus manos. Pero luego sentí una mirada fija y profunda que me hizo reaccionar.

—Lo siento, Alex. Pensé que estabas espiándome o algo así, siento haber reaccionado de ese modo. La verdad es que todo me atormenta desde que… —conté con rapidez y me interrumpí de forma automática al recordar que no debía estar contando mis desgracias a todo el mundo, suficiente era que ya medio mundo se hubiera enterado.

Bajé mi cabeza y no pude seguir hablando. Mis palabras quedaron en el aire, mientras mis ojos se cristalizaron debido al dolor que empezaba a punzar cada fibra de mi corazón. Me dolía recordar cómo y porqué había llegado a la situación que estaba viviendo. Pero me llenaba de rabia y frustración el tema de James y sus defectos que no supe ver a tiempo y de los que me convertí en una víctima.

—Tu mirada cambió, ahora está cargada de aflicción y dolor —murmuró mi acompañante segundos después, rompiendo el silencio con voz dulce y tierna—. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?

Cerré mis ojos, recordar aquel día me había puesto mal y él lo había notado. Era al parecer de esas personas que logran captar emociones por la mirada y las había leído en mí. Una lágrima rebelde cayó por mi mejilla y la limpié con rapidez.

—Bella, te aseguro que sea lo que sea, nada es tan malo como para entristecer tu linda mirada, nada merece tus hermosas y valiosas lágrimas —susurró con una pizca de ternura en su masculina voz que me recorrió cada partícula del cuerpo.

No sabía qué hacer ni cómo actuar, tenerlo tan cerca y dedicándome palabras sacadas de un libro de poesías, me erizaban la piel, había olvidado lo bonito que se sentía que me trataran bien y que me hablaran con tanta dulzura; además, era como si mi corazón y mi alma se alegraran genuinamente por sus palabras tiernas y regeneraran sus raíces para dar paso a la primavera.

—Gracias Alex —murmuré con un hilo de voz y sonreí tímidamente—. Tus palabras me hacen bien.

Sonrió con sinceridad y sin apartar su mirada de la mía, me tomó la mano sin siquiera yo esperarlo. Y aunque tuve el impulso de retirarla con brusquedad, me dejé llevar por la calidez de aquella piel que le ofrecía refugio a la mía y que con suavidad le otorgaba un espacio perfecto.

—Eres una buena chica, no dejes que nada te impida seguir adelante —murmuró, seguido de una mirada comprensiva que no pude evadir—. A veces cuando la vida se pone difícil, ser fuerte es la única opción, pero es mucho mejor cuando lo decides por ti misma.

Sus palabras, acompañadas de sus susurros, sus manos tan delicadas, pero a la vez varoniles, su piel áspera, pero a la vez suave, el roce dulce de nuestras manos, lograban impactarme con fuerza en lo más profundo de mi interior, y cuando nuestras miradas se encontraron otra vez, mis latidos se aceleraron con fuerza y mi respiración se tornó agitada.

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