Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 26

Me quedé inmóvil, el miedo empezó a correr por mis venas y el temor me empezó a erizar la piel. La voz de mi jefe sonaba extraña, fría pero afligida y eso solo hacía que los latidos de mi corazón se aceleraran con una fuerza incontrolable.

—No lo entiendes. No puedo controlarme, es tan hermosa; pero me hierve la sangre porque no soy digno de su corazón, merece más que esto, me da miedo hacerle daño. Ella merece más de lo que soy, un...

—¿Tu mamá no te enseñó que las conversaciones privadas no se escuchan? —preguntó en un murmullo una voz sarcástica detrás de mí, haciéndome sobresaltar y me giré rápidamente, hasta encontrar a Julia de brazos cruzados y mirándome con mordacidad.

Le lancé una mirada de odio y moví un poco mis labios. Intenté aguzar el oído para escuchar la finalización de aquella oración reveladora, sin embargo, mi intento fue en vano. Solo se escuchaba el sonido de la batidora mezclando los últimos ingredientes para la decoración.

Gruñí un poco y cuando me dispuse a entrar hacia la cocina, pero al intentar hacerlo, choqué con Matt y ambos nos tambaleamos debido al impacto de nuestros cuerpos. Me sujetó por el brazo para evitar que me cayera y nuestros rostros quedaron a tan solo centímetros. Observé sus ojos, estaban cristalizados y contrastaban con el sonrojo de sus mejillas, su mirada pasó por cada milímetro de mi rostro, hasta llegar a mis labios.

Julia tosió para llamar nuestra atención y al ver que no hacíamos caso, decidió soltar su veneno. Me tomó del brazo y miró con severidad a Matt, que observaba confundido cada movimiento en aquella estancia.

—¿Si sabías que tu ayudante estrella también te espía? —le preguntó con voz molesta.

Matt me miró desconcertado y luego posó sus ojos en ella nuevamente.

—¿Qué quieres decir? —interrogó de inmediato.

Contuve la respiración y tragué saliva, pero sentía cómo el vacío se terminaba de formar en mi estómago. Estaba sumamente nerviosa, si Matt no me había despedido por lo de James, quizás esa si sería mi oportunidad de unirme nuevamente a la bolsa de desempleados de la ciudad.

—Hace menos de cinco minutos, llegué del supermercado y ella estaba escuchando tu conversación —acusó, relamiéndose ante cada palabra y disfrutando mi expresión.

Mi jefe frunció el ceño y pasó su vista desde Julia hasta llegar a mis ojos. Sabía que mentir estaba mal, pero debía salvar mi puesto en ese empleo, necesitaba el dinero.

—Solo estaba de pie frente a la pared, no escuché nada. Se me cayó el plato que se supone que debías recoger antes de ir a comprar las fresas y me agaché para recogerlo, cuando me levanté estabas aquí frente a mí acusándome de espiar a Matt —argumenté falsamente, pero rogándole quietud a mis nervios y a mi remordimiento interior para que pareciera verdad.

Matt asintió con la cabeza y miró a Julia con severidad y dureza.

—No voy a permitir que acuses a Bella de algo que no hizo —declaró molesto—. Y antes de que digas algo más, solo diré que he notado cómo la tratas, cómo intentas siempre de hacer que quede mal y esta vez no lo permitiré. Te estás comportando de una forma muy agresiva, inmadura y soez.

Julia hizo un gesto de incredulidad y abrió su boca, hizo un intento de reclamo, pero mi jefe la interrumpió nuevamente:

—Solo quiero advertirte que, si esto vuelve a suceder, tendré que despedirte.

—¿Qué? —saltó de inmediato y abrió sus ojos—. No es justo, yo…

—No admito reclamos, Julia. Somos amigos y siempre he intentado darte lo mejor de esta empresa, de este trabajo, de mí, y lo que no es justo es que ahora te comportes así.

Lo miró con detenimiento y negó con la cabeza repetidas veces.

—Puedes irte, mañana será un nuevo día y estaré esperando con muchas ansias a la Julia que conozco, a la que le ofrecí mi amistad un día. Por favor, dile que vuelva, que ella si hace falta en este lugar —repuso y tomó la canasta repleta de fresas y se volvió a meter a la cocina.

Julia gruñó enfurecida y se quitó con rabia el delantal que llevaba puesto sobre su ropa. El remordimiento me estaba comiendo por dentro, me sentía culpable de todo ese mal momento, pero también estaba mi puesto en juego, después de aquellas palabras de mi jefe cuando mantenía esa conversación por celular, me dejaba en claro que lo que ocultaba era grave, que era más que un solo secreto; era algo que no solo lo afectaba o inmiscuía a él, sino a las personas que lo rodeaban, y si se enteraba que yo si había escuchado, podía ser mucho más grave que un solo despido.

—Vas a pagar esto —refunfuñó iracunda y dirigiéndome una mirada espantosa e intimidante, luego tomó sus cosas y salió por la puerta principal, hundiendo sus pies en el calzado que llevaba, porque sus pasos eran firmes y potentes, como si por cada parte de su cuerpo se extendiera la rabia.

Suspiré y pasé una mano por mi rostro. Necesitaba tranquilidad y en ningún lado podía encontrarla. Miré hacia el reloj y noté que apenas había transcurrido veinticinco minutos desde que lo había visto por ultima vez. Solo unos cuantos minutos y ya habían sucedido tantas cosas y ahora la mezcla de sensaciones en mi interior era una terrible confusión.

—Bella, ¿puedes traerme los duraznos, por favor? —dijo Matt desde la cocina.

Suspiré y me apresuré a buscar las frutas en el refrigerador y me encaminé hacia la cocina. Al entrar solté un pequeño grito de asombro, los pasteles estaban realmente hermosos, todos decorados con una forma distinta y con colores especiales, tal como lo habían pedido los clientes.

—Eres un máster —susurré, admirada de cada detalle—, de verdad, tienes un talento para esto.

Sonrió y tomó el recipiente con los duraznos que le extendía.

—Gracias, pero Julia también es muy buena, lástima que se comporte así —repuso en voz baja y comenzó a colocar las rodajas sobre uno de los pasteles—, solía ser amable, dulce y…

—Eso dice mi mejor amiga, su prima —agregué en voz baja y tomé una servilleta para limpiar las gotas de crema batida que iban cayendo a la superficie de acero inoxidable, luego, fui acomodando cada molde donde serían transportados, mientras el especialista en decoración dejaba su alma en cada creación que hacía.

—Hace menos de un año trabaja conmigo, estaba tan pendiente de su rendimiento y hacía cada cosa por desempeñarse bien en su puesto, pero ahora, todo es tan complicado con ella y…

—¿Te has puesto a pensar que puede ser porque se siente desplazada y reemplazada también? —cuestioné sutilmente, había estado indecisa de preguntarlo, pero después de algunos minutos rondando en mi cabeza, decidí hacerlo—. ¿No has sentido que ella no te ve solo como un jefe?

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