Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 35

Estiré mis pies y mi cuerpo lo agradeció. La cama estaba tan cómoda que ni siquiera tenía ganas de levantarme. Abrí mis ojos con algo de dificultad debido a los molestos rayos del sol que se colaban en medio de las cortinas y que iluminaban mi rostro, esparciendo el calorcito que se apoderaba de mi piel, ayudándome a entender que ya era hora de despertar.

Sonreí con alegría al observar la pequeña imagen que más amaba en el mundo. Ahí estaba lo más hermoso de mi vida, mi bebé. La foto de la ecografía la había puesto en un cuadro al lado de la cama y la veía cada vez que podía.

La tomé entre mis manos y la besé, si pudiera besar mi barriga lo haría pero no llegaba, así que mientras tanto debía conformarme con besar su foto, porque cuando mi bebé naciera me lo comería a besos.

—¡Arriba dormilonas! —exclamó Mell con voz risueña y entró con una bandeja a mi habitación.

—¡Déjanos dormir un poco más! —farfullé y me metí debajo de las cobijas de nuevo.

—¿Dormir? ¿Cuánto más? ¡Son las nueve de la mañana!

Busqué mi celular entre las sábanas, siempre se perdía entre tanta tela; hasta que lo encontré casi debajo del colchón. Formé un remolino con tantas almohadas y sábanas y luego las hice a un lado para sentarme bien sobre la cama y revisar mi celular.

—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó Mell sonriente mientras abría las cortinas—. ¡No me digas que no sabes! —exclamó al notar mi desconcierto.

Puse una mano en mi frente para tapar mi vista de la claridad que entró por el vidrio, hacía un día muy soleado. Luego fruncí el ceño, intentando recordar, hasta que...

—¡Espera... hoy es catorce de...! ¡Ay no, es mi cumpleaños! —exclamé emocionada y dejé caer las manos sobre mi cuerpo, había llegado a un año más de vida, con tantas ocupaciones se me había olvidado, esperaba que a mi familia no, porque deseaba mucho poder hablar con ellos, así que entré a las aplicaciones de mensajería y llamadas, pero no había nada. En un suspiro triste añadí—: Pero nadie se ha acordado.

—Pero yo sí, en realidad siempre estás presente en mi corazón, sea o no sea tu cumpleaños, siempre te llevo en mi pensamiento y en mi alma —dijo Mell con dulzura y se acercó un poco. Cuando pensé que iba a abrazarme, lo que hizo fue salir por la puerta. Resoplé decepcionada, hasta que la vi entrar nuevamente, pero esta vez llevaba un enorme pastel blanco, adornado con fresas y cerezas. La cubierta era hermosa, con flores blancas que desbordaban sabor solo con verlas; las fresas y las cerezas alrededor formaban un corazón y en medio había dos velas, una con el número dos y la otra con el tres.

Veintitrés años, en los que había vivido momentos buenos y malos, pero sin duda esta etapa en mi vida era la más difícil, pero a la vez la más hermosa, tal vez sí, se adelantó algunos años pero con los brazos abiertos la recibía como un acto del destino, porque para ser madre solo se necesita un corazón dispuesto a amar.

Mell empezó a entonar el famoso cumpleaños feliz mientras yo sonreía y trataba de no llorar, en parte de la emoción y por contar con una amiga única y especial y la otra parte era porque me sentía sola y abandonada porque mis padres siempre eran los primeros en felicitarme cuando cumplía años y esta vez su ausencia me dolía.

—Pide un deseo —pidió Mell con alegría al terminar la canción de felicitación.

Cerré mis ojos que estaban a punto de desbordar las lágrimas. En mi mente algunas cosas pasaron: mi familia; James; Alex; Matt; mis estudios, un buen trabajo... Pero solo uno llenó mi corazón de emociones e ilusiones al mismo tiempo, sólo un corazón era compatible con el mío, quizás había una media mitad para mí, pero en este momento esa media mitad y complemento a mi vida y a mis días, crecía y se formaba dentro de mí. Solo esa pequeña persona tenía un valor insuperable y ese era mi bebé.

«Deseo salud y felicidad para mi hijo, gracias Señor por este año de vida que me regalas»

Soplé las velas con toda la ilusión desde mis entrañas y abrí mis ojos. Las apagué al mismo tiempo y sonreí al ver que Javi se había unido a la celebración; ambos sonreían y me miraban con ilusión. Mell dejó el pastel sobre una mesa y se acercaron, me abrazaron con fuerza, para luego darme sus deseos y felicitaciones.

Minutos después revisé una vez más el celular. Nada, ni una llamada ni un mensaje ni una señal de mis padres. De pronto el celular vibró y me emocioné, quizás eran mis padres invitándome a almorzar con ellos como todos mis cumpleaños, pero al desbloquearlo el nombre de Angie apareció en la pantalla, era un mensaje de WhatsApp en el que me felicitaba con un video de nuestras fotos y algunos stickers, sonreí con nostalgia cuando a mi mente llegaron esos recuerdos y cuando leí su postdata no pude evitar un suspiro triste, en ella ponía que disculpara a mis padres, estaban ocupados en sus nuevos trabajos y que me llamarían en la noche, o eso creía ella.

—¿Pasa algo? ¿Está malo? —preguntó Mell con preocupación y al levantar mi vista, noté que me miraba con desconcierto—. Quería hacerte algo muy especial, ya sabes que no soy buena repostera, pero te juro que he intentado mejorar...

—No lo he probado Mell —interrumpí pacientemente y esbocé una sonrisa al mostrarle la cuchara limpia para intentar tranquilizar a mi amiga —, cálmate.

—Bueno, si está malo o sabe asqueroso no me digas que está bueno solo por quedar bien...—advirtió con seriedad—, ya sé que soy un desastre, de seguro esto me quedó horrible...

—¡Pero si Javi está que no le cabe más en la boca! —exclamé divertida y señalándolo. Estaba lleno de la cubierta del pastel hasta por los ojos, en la punta de la nariz tenía un punto blanco y comía desenfrenadamente como si fuese el fin del mundo.

—Es-tá deli-cioso —clamó masticando y tratando de tragar al mismo tiempo la gran bocanada de pastel que tenía en su boca. Levantó el dedo pulgar y lanzó una mirada tierna a su esposa.

Mell entornó los ojos y soltamos una carcajada. Con la cuchara partí un pedacito del pastel. Se veía delicioso, pero me daba algo de miedo. Sí, miedo, porque la última vez que Mell intentó ser pastelera, nos dio una fuerte intoxicación porque mezcló ingredientes que jamás deben ir juntos.

Lo miré dudosa y suavemente llevé a mi boca el trozo de pastel ante la mirada preocupada de Mell, apenas el pastel tocó mi boca hizo una explosión de sabores.

—¡Esto está delicioso! —clamé masticando con ansiedad. Luego corté más y más pastel hasta terminarlo en menos de cuatro minutos.

En realidad, esa vez se había lucido. Estaba riquísimo, en su punto perfecto y combinación correcta de los ingredientes.

—¿Dónde lo aprendiste? —pregunté con interés relamiendo la cuchara.

Se encogió de hombros y me guiñó un ojo antes de responder.

—Tik Tok, ¿ya ves que si sirve para algo? —murmuró con orgullo.

—No mientas, amor, te vi viendo el video en YouTube —refutó Javi antes de darle un beso en la cabeza con ternura—, no justifiques tu adicción a esa plataforma tecnológica que te hizo fracasar en el examen.

Mell abrió los ojos lo más que pudo y casi se atraganta con el pastel que estaba comiendo.

—¿Cómo sabes lo de mi calificación? —preguntó asustada.

—Lo subiste en un video, cielo —respondió Javi con tranquilidad y luego mostró en su celular las imágenes de mi amiga en su cuenta.

—Ah sí, que mensa soy —afirmó Mell y se pegó en la frente, pero al hacerlo, se llevó la cuchara con un trozo de pastel que terminó pegado a su cabeza y luego cayó resbalando por su rostro.

Reí a carcajadas mientras ella intentaba sacar toda la crema blanca de su cabello y Javi aprovechaba su descuido para golosearse otra porción de pastel.

El tiempo transcurrió lento, era el día de mi cumpleaños y debía ponerme linda, no por alguien especial, sino por mí y para mí. A pesar de todo, tenía que ir a clases y aunque me costara aceptarlo, tenía que asistir. Así que, busqué en mi closet la mejor ropa que tenía y tomé un baño refrescante, peiné mi cabello con suavidad y sonreí cuando vi mi reflejo en el espejo.

Pero, de pronto mi celular sonó y giré mi rostro con mucha emoción. Al fin mis padres se habían acordado de mí. Caminé a paso rápido en tanto la canción seguía sonando, lo tomé entre mis manos y al ver el número fruncí el ceño. No era un número conocido, pero igual decidí contestar.

Apenas tomé la llamada, escuché una voz que se adelantó antes de que pudiera preguntar quién era.

—Feliz cumpleaños, Bella, a pesar de todo lo que sucedió, no podía dejar que este día pasara sin decirte lo mucho que vales y lo mucho que me importas, yo solo quiero que seas feliz y que siempre estés bien, pero por favor, cuídate mucho y cuida a ese hermoso bebé que llevas dentro.

Esas palabras acompañadas del dulce tono de su voz, me aceleraron el corazón; nunca había previsto que eso pasaría, jamás imaginé que supiera mi fecha de cumpleaños. Mis manos comenzaron a temblar y un extraño rugido salió de mi ser, no podía dejar que siguiera pensando eso sobre mí, pero ya él estaba haciendo su vida y yo tampoco tenía el derecho de meterme.

—Alex, yo...

Pero antes de que pudiera decir algo más, un sonido me interrumpió, demostrando que la llamada había terminado. Mis palabras terminaron en un suspiro y cerré los ojos.

—¡Bella, creo que esto es para ti! —exclamó Mell desde abajo y abrí mis ojos de golpe, tomé mi bolso y bajé los escalones casi corriendo.

Al llegar al vestíbulo, había un enorme ramo de rosas turquesa y mi corazón dio un vuelco. Tomé el pequeño sobre entre mis dedos temblorosos y ante la mirada sorprendida, emocionada y confundida de Mell, leí las palabras que estaban escritas sobre el papel:

—Feliz cumpleaños, Bella. Eres especial, no lo olvides nunca.

Mi amiga frunció el ceño y me miró con extrañeza cuando olí el dulce aroma de las rosas.

—No me digas que es del baboso de James, porque si es así...

—Alex... son de Alex —susurré y volví a mirar los trazos escritos con elegancia en aquella nota.

—Bueno... es casi la misma cosa —susurró y se encogió de hombros.

—Creo que hasta aquí llegó nuestra historia —murmuré con voz triste y sentí caer el peso de mis propias palabras, sobre mi cuerpo—, creo que esta es su despedida, Mell.

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