Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 97

—¿’On ‘ta bebé? —preguntó Alex al mismo tiempo que tapaba su rostro con ambas manos.

Mi pequeño bebé lo miraba fijamente y sonreí al ver como sus labios se curvaban cuando el rostro de su papá salía del escondite. Una y otra vez repetían el juego y yo amaba ver como sus ojitos bailaban al compás de los movimientos que Alex hacía y era feliz al ver como brillaban cuando él sonreía. No había dudas de que Alex y él estaban hechos el uno para el otro.

Estábamos los tres acostados en la cama, disfrutando el calor y la brisa marina, habíamos dejado entreabierta la ventana y nos acompañaba el sonido de las olas. Era la mañana soleada de un sábado. Y a pesar de tener una cuna a su disposición, nuestro hijo prefería la cama y el regazo de sus padres.

—Amo despertar así —murmuré con voz pausada después de pasar algunos minutos contemplando el inmenso amor que destilaban en esa tierna escena paternal-

—Ha sido un hermoso mes y deseo que sea así para siempre —repuso mi novio en un susurro y levantó su mirada para posarla en la mía. Le dediqué una sonrisa tierna y le lancé un beso en el aire, porque estábamos separados por el cuerpo de nuestro hijo que jugaba con el osito de peluche entre sus manos.

—Creo que ha sido el mes más pesado de mi vida, pero también el mejor —musité mientras acariciaba la piel tersa y suave de Alex Junior y jugaba con sus piernitas que no cesaba de moverlas con frenesí—. Han sido treinta noches sin dormir, pero… ya sobrevivimos al más difícil y me encanta que haya sido junto a ti, mi amor.

—Nunca imaginé que un bebé tuviera tanto poder —susurró y soltó una risita—, pero amo ser padre, ustedes son lo mejor que me ha podido pasar en la vida. —Acomodó su cabeza encima de la almohada y miró con mucho amor al pequeño Alex, luego acarició su rostro con suavidad—. Amo que estén aquí, a mi lado, como siempre lo soñé.

Tomé su mano por arriba de la cabecita de nuestro hijo y las entrelazamos con fuerza. De pronto, nuestro bebé comenzó a llorar y a moverse con inquietud y Alex fue el primero en reaccionar, se levantó de la cama y lo tomó entre sus brazos. Lo acunó, lo meció, lo llevó al balcón, le cantó La Vaca Lola, pero el llanto seguía resonando en la habitación.

—Creo que tiene hambre, princesa —informó mientras se acercaba a paso rápido y asentí, admirando lo guapo que se veía en su rol de padre.

Desabroché mi pijama y tomé a mi bebé entre mis brazos, de inmediato sentí su rico olor y cómo su giraba su cabeza para buscar mi seno, lo miré con ternura y le di de comer, la verdad es que comía mucho. Ya había aumentado varias libras en un mes y su cuerpo cada vez iba adquiriendo más dureza y forma, estaba orgullosa de ver cómo crecía cada día más. Comenzó a succionar y dejé salir un gemido, aún no me acostumbraba del todo a la sensación, pero amaba verlo tan contento, sabiendo que esa conexión nos unía. Sus ojitos brillaban destellando la inocencia pura de su corazón y su mirada fija en la mía me hacía brincar el corazón de la más pura felicidad.

—Creo que a la tía Mell le gustará verlo así —susurré en un hilo de voz, algunos minutos después, sin dejar de admirar su belleza y viendo como sus ojitos se cerraban poco a poco con mucha pesadez, entrando a un profundo sueño.

—No creo que se levante hasta las dos de la tarde —murmuró Alex divertido y miró hacia la pared de al lado al mismo tiempo que ampliaba su sonrisa—. Debe estar roncando.

Sonreí divertida y asentí. La noche anterior, a mi amiga le había entrado la maternidad y quería cuidar del bebé, según ella para practicar cuando naciera su hija. Nos había propuesto que ella cuidaría de Alex hasta dormirlo, mientras nosotros descansábamos. Sin embargo, el pequeño decidió dormirse justo al amanecer, dejándola como un zombi y con un fuerte dolor de cabeza.

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