ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 33

Alaska

— ¿Qué estás planeando...?

— Entra a la casa, Alaska.

Lo miré extraño, pero le hice caso, comencé a dar algunos pasos inseguros a través del jardín y cuando llegué a la puerta, me giré para verlo, pero él no se había movido para nada, solo tenía una mirada extraña, así que seguí avanzando hasta llegar a su sala.

Y de un momento a otro, ya no había luces, todas se habían apagado. Lancé una pequeña exclamación por la sorpresa y lo que me dio más escalofríos, fue sentir la respiración de Adam en mi cuello.

— ¿Estás asustada, Luna? — ¿cómo rayos habían llegado hasta aquí sin hacer ruido? — Noto que tu cuerpo se estremece cada segundo que pasa.

— ¿Debería de estarlo? —pregunté con valor y Adam solo lanzó una risa ronca que me hizo cerrar mis ojos por un instante, podía sentir su sonrisa en mi piel.

— Sí, deberías, Alaska.

Eso no ayudaba, digo, si es que le importaban mis nervios, esto lo empeoraba.

— Apagaste las luces—se supone que era una pregunta, pero sonó más a una afirmación.

— Mmmm.

Quitó un mechón que estaba pegado a mi rostro por el agua salada y acarició mi barbilla con demasiada suavidad que logró inquietarme aún más.

— La puerta sigue abierta, Adam—hablé tratando de concentrarme en mis argumentos, pero no podía.

— ¿Eso luce como si estuviera abierta? —toma con uno de sus brazos mi abdomen y me direcciona hacia la puerta, él se encontraba justo detrás de mí, cubriéndome.

Y vaya que la puerta estaba cerrada, más que eso. Tenía puesto un candado junto con una cadena, ¿cómo es que hizo todo eso tan rápido?

— ¿Qué...?

— No vas a escapar, Luna—susurra en mi cuello.

— Tal vez no quiero escapar... esta vez.

Iba a seguir con el juego, fuego con fuego.

— Te gusta estar en la boca del lobo—hizo a un lado mi pelo y depositó un beso suave en mi cuello—, me gusta.

Iba a girarme para tenerlo frente a mí, pero puso sus manos rígidas en mi cintura y fue imposible, no era lo que él quería.

— Y a ti te encanta acechar a caperucita.

Volvió a reírse de esa forma ronca y me volvía loca un poco más cada vez.

— Sigues demasiado mojada, sube a la habitación.

Soltó mi cadera y como si estuviera siendo controlada, comencé a caminar lentamente hasta las escaleras, no me atreví a mirarlo de nuevo mientras subía, solo llegué a la puerta de la habitación que había estado compartiendo con él. Todo seguía a oscuras, no había velas, nada.

Pero al entrar, el ventanal que normalmente estaba cubierto, ahora no lo estaba y entraba la luz de la luna, pudiendo divisar todo lo que había.

Caminé hasta el centro de la habitación y luego pensé en ir al baño o al closet para cambiarse las ropas que traía, se sentía todo demasiado pesado y frío ahora que Adam no estaba abrazándome.

Pero antes de dar un paso en dirección al sanitario, algo inesperado ocurrió, Adam salió de la oscuridad como si de tinieblas habláramos con una sonrisa y esta vez sin ninguna playera, con el pelo mojado.

— ¿A dónde crees que vas, caperucita? —comenzaba a darme miedo ese apodo.

— Yo... la ropa mojada, creí que querías que cambiara mi ropa—respondo muy confundida dando unos pasos hacia atrás, pero ya estaba demasiado cerca.

— No es necesario, solo quítatela.

¿Qué?

Lo miré sorprendida y él ladeó su cabeza, pasando su lengua por su labio inferior, eso se veía realmente tentador.

— Está muy pesada, mejor me la quitaré en el—

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