ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 44

Alaska

Todo el camino a Whittier lo hicimos en una camioneta que mandó Adam para llevarnos, ya habían sido demasiadas emociones fuertes, aunque en el fondo yo sabía que todo eso lo decía por mí y por lo que acababa de hacer.

¿Qué pasó con Fred? Bueno, de eso no nos contó mucho Adam, solo sé que él se quedó con su manada, probablemente lo vayan a matar, pero no querían que estuviéramos presentes para cuando sucediera.

— He escuchado rumores acerca de cómo mata la manada de Adam a los intrusos.

— ¿Cómo lo hacen? —atiné a preguntar.

— Decapitándolos, con su propia boca—eso debería de sonar como una clase de justicia, pero no lo hacía.

Dentro de la camioneta solo iba el conductor asignado, Kratos y yo, así que esta vez el camino sería más largo por la velocidad del auto.

— Si él está muerto... ¿significa que Whittier está a salvo de Euphoria?

— No, es un virus, y apuesto a que va a terminar entrando a nuestro pueblo. La solución sería encontrar la inmunidad, que es prácticamente imposible como lo veo.

Finalmente comenzamos a entrar al túnel de Whittier y por seguridad, mantenían las luces apagadas. Después de todos los ataques e invasores, dejar las luces dentro del túnel era un llamado a que pasaran a nuestros terrenos.

— Escuché que te casarás—dice Kratos mirándome.

— Ah... sí. ¿La noticia es tan fuerte?

— El pueblo ha comenzado a hacer apuestas acerca de cuántos hijos tendrás— responde serio.

— ¿Y cuál es tu apuesta?

— Ninguno—dibuja la ya tan conocida sonrisa en su boca y me hace reír a mí también.

La camioneta frena de una manera brusca y Kratos y yo nos inclinamos hacia adelante para ver qué sucede.

— ¿Por qué nos detuvimos? —le pregunto al conductor.

El chico se queda callado y nos señala lo que hay frente a la camioneta, o más bien, quién.

Las luces del automóvil iluminan el cuerpo y cara del sujeto que parece tener graves problemas. Tiene sangre seca alrededor de su boca y nariz, sumándole ojos rojos y sudor, parecía estar... infectado.

— ¿Salimos...? —pregunta Kratos y deja la pregunta al aire, pero inmediatamente el conductor se quita el cinturón de seguridad.

— No, quédense aquí.

Baja de la camioneta e intenta acercarse al sujeto, no alcanzamos a escuchar qué es lo que le dice que el chico rechaza cualquier cosa, se rasca el cuello como si le ardiera y lanza un grito que estoy segura que todo el pueblo lo ha escuchado, y luego, se lanza contra el conductor, sin darle oportunidad de esquivarlo o defenderse.

— Alaska, vamos a bajar, algo me dice que el conductor no es hombre lobo, y lo van a matar.

— ¿Tienes tus armas todavía?

— Solo una navaja, lo demás me lo quitaron—responde revisando su chaqueta.

— Dámela.

— ¿Qué? —me mira como si estuviera loca, y bueno, después de todo lo de hoy, no lo culpo.

— Dámela, no me voy a cortar la cara. Confía en mí.

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