ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 5

Alaska

— ¿Qué crees que haces? ¡Es tarde, Alaska!

— Mamá, ya soy mayor de edad y mi ingreso es a las 9 de la mañana, apenas son las 7 y la universidad, está literal a 10 minutos, cálmate.

— Hasta yo estoy más nerviosa que tú, no es posible—ruedo los ojos ante el comentario de mi madre y sigo revisando mi celular mientras desayuno un vaso de leche.

Lo mismo de siempre.

— ¿Pedirás matrícula en la misma carrera que llevabas en California?

— Claro, me gusta mi carrera, solo creo que aquí tendré que elegir materias porque deben de variar un poco.

Mamá asiente y sigue preparando su café. Diego no volvió aquella noche donde parecía ser que lo estaban matando, pero sí al día siguiente, sin embargo, cuando intenté hacerle preguntas sobre lo sucedido, llegó mi mamá y él me dio una mirada amenazante para expresar que no era el momento de hablar de ello.

Ahora solo utiliza ropa holgada y siempre me mira mal, o al menos por su rostro siempre hay una mirada de enojo, oscura. Anoche cuando me colé por su habitación e intenté hablar con él, me evadió y dijo que volvería a casa de su amigo, que tal vez me acompañe en mi inscripción, lo cual veo poco probable.

— ¿Solo desayunarás eso? ¿en serio, Alaska?

— Es lo que siempre desayuno, mamá.

— Pues sí, pero tienes tiempo ahora, así que te prepararé algo—niego cansada y ella pone algo en el sartén, desde siempre parece que esos son sus propósitos: atendernos y trabajar.

Ella trabajaba en su laptop como administradora de una empresa en Colombia, así que tenía una oficina donde manejaba muchísimas cosas desde ahí, a veces siento que se aleja del mundo y el ser mujer soltera, no le ayuda. No busca a parejas y se niega a hablar sobre papá, dice que no es importante, pero sé que en el fondo le duele como a nosotros nos duele su falta.

— Oye mamá, mis hierbas están perdiendo su olor, ¿me quito el collar o aún no tienes el repuesto?

Mi madre da un brinco e inmediatamente apaga la estufa para correr a su habitación donde supongo yo que se encuentran las hierbas.

¿A qué me refiero? Mi madre dice que desde que soy pequeña, soy muy aprensiva conmigo misma y me termino presionando de más, así que un día me llevó con una señora que me dio un collar con una esfera de cristal muy pequeña, que dentro tenía una mezcla de hierbas tranquilizantes con unas gotas de no sé qué aceite, así que mi madre es la encargada de que nunca pase un día sin mi collar y las hierbas, que por cierto dan un olor fuerte y me evito de usar perfumes, el olor no es malo, mínimo.

Según mi madre, controlaba mi ansiedad, aunque eso sí no me lo creo completamente, después de todo, la ansiedad no se detiene ni con oler hierbas.

Prendo yo la estufa y sigo con la comida hasta que baja mi madre y sirvo en dos platos lo que preparó. Me sorprendió verla con una cajita donde supongo que estaba todo lo necesario, nunca me enseña eso, solo me da otra esfera con las hierbas y las cambio.

— ¿Por qué traes la caja?

— Corazón, voy a dejar expuestos los olores mientras cambio las esferas, es por la diferencia de clima.

Asiento extrañada y dejo que me quite la esfera para dejar el olor dulzón hasta que me pone la otra esfera en mi collar. Creo que me dieron náuseas.

Me alejo por cubiertos y regreso a la mesa, el olor se estaba dispersando, pero me logró quitar el hambre.

Logro quitar la mitad de la comida del plato y me levanto apresurada para dejarlo en el fregadero, mi madre está ocupada viendo las noticias en la tableta que pone en la cocina. Busco mi mochila en la barra y guardo una bufanda por si se suelta el aire al rato, pero la verdad no hace tanto frío como esperaba.

— ¿No crees que llevar una mochila a la universidad es algo informal?

— Mamá, estoy estudiando física, no leyes.

— ¿Y los científicos se tienen que ver como chicos de preparatoria?

— Los físicos no nos vamos tan formales si nos vamos a quebrar la cabeza en cálculos y no a meter en algún juicio. Cuando esté a punto de graduarme, mejoraré mi imagen.

Sigue con su tableta y yo tomo mis llaves para poder abrir la puerta, ya no ha mostrado el foco rojo desde aquel día, pero siento como si en cualquier momento nos fueran a encerrar como animales en jaulas y eso no me deja tranquila.

— ¡Te veo al rato! —grita mi madre y yo le mando un beso antes de cerrar la puerta tras de mí.

Sigo el camino del vecindario hasta que llego a la avenida principal y la cruzo, ni siquiera hay tantos autos, no le veo mucho la función del semáforo. Sigo las direcciones donde dicen "Universidad Whittier" hasta que llego a la zona universitaria.

Sí, la universidad eran distintos edificios, tiendas y cafeterías, todo por lo reservado del pueblo, aunque con diseños algo lujosos. Se notaba la inversión que le daban a su educación. Camino hasta el edificio de administración donde hay una fila de los nuevos ingresos y espero mi turno hasta que alguien toca mi hombro.

— Alaska...—dice mi hermano algo incómodo con unos cinco chicos atrás de él y uno a su derecha.

— ¿Qué pasa?

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