Alaska
La ventaja de ser una población pequeña, es que básicamente los grupos eran reducidos, y aparte, para entrar a esta universidad hacían un examen demasiado selectivo y muchas personas se quedaban fuera, sin contar que debían de establecerse aquí y firmar acuerdos para enriquecer a la población.
Me pregunto si yo estudiando física, obtendré un empleo aquí o será mejor irme en cuanto termine la universidad.
Tal vez es mejor irse, después de todo, aquí ya tienen sus grupos "élite" y no parecen querer integrarme.
Dejo de pensar en ello y veo cómo mi profesor de cálculo va anotando toda la tarea en el pizarrón, no era demasiada, pero sí tediosa, así que, con pocas ganas, comienzo a anotar todos los ejercicios en mi libreta. Con suerte la acabaré para mañana si no platico demasiado con los chicos en la cafetería.
Guardo mis cosas en la libreta y todos los demás estudiantes se despiden con un cordial gesto, eran respetuosos y callados, no interactuaban mucho entre ellos, se me hacía raro, pero no me molestaba, era tranquilo ir a clases.
Salgo del edificio de la universidad en camino a la cafetería de la biblioteca donde estábamos la última vez y solo puedo ver a Aaron y a otros chicos de los cuales aún no me aprendo sus nombres, pero tienen ropa deportiva, así que camino con confianza a la mesa y me siento, saludando a todos de una forma muy... general.
— ¿Qué tal tus clases? —pregunta Aaron dejando su libro de economía.
— Pesadas, lo de siempre, ¿y las tuyas? —me recuesto en la silla sintiendo el dulce olor de café pasar por mi olfato y cierro los ojos disfrutando un momento sin tener cálculos matemáticos o personas extrañas.
— Interesantes...—murmura comiendo de su pan, volviendo a su lectura.
— Oye, ¿sabes si—
— ¿Vendrá Adam? — ¿cómo supo que esa iba a ser mi pregunta— No seas tonta, te veías buscando algo desde que llegaste, él vendrá, tranquila, fiera.
— Pues él dijo que quería verme aquí y la verdad, estoy cansada de que sea así conmigo, solo quiero tener una estancia tranquila en Whittier.
Aaron me hace una señal con sus cejas y yo miro en su dirección, ahí está Adam con cinco cafés y una mirada cansada, de nuevo luce algo triste.
— ¿Todo bien? —pregunto y al instante me siento como una tonta.
— Sí, Alaska—responde mirándome serio y me tiende un café—. Es para ti, tómalo.
Murmuro un 'gracias' incómoda y lo bebo por pequeños sorbos, el pelirrojo solo se sienta y deja los demás cafés en la mesa para sus amigos. Cruza los brazos y mira al frente hacia donde está Aaron leyendo sin inmutarse, por alguna extraña razón, comencé a ponerme nerviosa, ¿qué tenía que hablar conmigo?
Abrumada, dejo el café sobre la mesa y cuando voy a separar mi mano del vaso de plástico, la mano de Adam me detiene y me quedo... pasmada. Su mano estaba muy fría como para tener los cafés en sus manos y el clima no era frío. Él apartó su mano como si la mía le hubiera quemado y me miró casi herido.
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