Ámame otra vez romance Capítulo 17

Quiero reconquistarla

—El tío James, es mi papá…

Hope sonrió para su hijo, aunque su corazón dentro de su pecho se estrujó. Ella nunca había engañado a Matthew, su hijo no creció pensando que James era su padre, siempre le enseñó a llamarlo tío, cómo a Chelsea.

Pero no podía decirle que no lo viera como un padre, cuando era la única figura paterna que él conocía. Fue James el primer hombre quien lo cargo luego de nacer, fue James el hombre que le ayudó por las noches cuando Matthew despertaba llorando, fue él quien lo llevó a su primer partido de fútbol con dos años y con tres le enseñó a patear su primer balón. ¿Cómo decirle a un niño que su tío no es su padre, por el simple hecho de compartir lazos de sangre?

Hope había aprendido a golpes, que la sangre no te hace familia y que sus lazos no son irrompibles, Blake la dejó a su suerte y su padre le dio a elegir entre su nombre y la vida de su hijo.

¡No!

Si alguien se ha estado ganando el derecho a ser llamado padre, ese no otro que James, independientemente de que Blake fuese el padre biológico de Matthew, el niño amaba a James por el simple hecho de ser amado por él.

—Sube al auto, cariño —pidió Hope con un nudo en su garganta.

—Está bien, pero… ¿Dónde está el tío? —preguntó al no verlo por ningún lado.

—Eh…

—¿Alguien preguntaba por mí? —James apareció de la nada con las manos detrás de la espalda, con una sonrisa feliz y un rostro de inocencia que no engañaba a Hope ni a Chelsea.

—¡Viniste! —gritó, Matthew corrió a los brazos de James, el hombre se agachó para que el niño envolviera sus pequeños brazos alrededor de su cuello.

—Por supuesto que vine, no podía perderme saber de primera mano lo que el médico te ha dicho —dijo.

—Llegas tarde, hemos salido de consulta. ¡El doctor Brown es un atrevido! —gritó.

—¿Por qué, qué te ha hecho? —preguntó James, divertido.

—A mí nada, pero quiere una cita con mamá ¡Eso no podrá ser! —aseguró.

James miró a Hope y Chelsea, las mujeres se encogieron de hombros, sin responder.

—Matt…

—¿Qué?

—¿Estás celoso? —preguntó con curiosidad.

—¡No!, pero no quiero otro papá —aseguró cerrando sus bracitos sobre el cuello de James.

—Ok, te compré algo que seguro, va a encantarte —dijo para cambiar de tema, sabía lo difícil que era para Hope la situación.

—¿Me compraste algo? —preguntó emocionado.

—Aja.

—¿Qué es? Dime ¿Qué me has comprado? —Matthew se alejó un poco para ver lo que James traía detrás de la espalda, en la mano que no había usado para abrazarlo.

—¿Te gusta? —preguntó James al mostrarle un nuevo balón.

—¡Guau! Es genial, ¡Gracias, te amo! —gritó el pequeño mientras miraba con adoración su nuevo balón.

No había nada que apasionara tanto a Matthew Morgan, que un balón de fútbol, él estaba decidido a convertirse en un excelente y reconocido jugador, soñaba con jugar en los grandes equipos de Europa, un sueño que James jamás dejaba caer y lo apoyaba igual o más que la misma Hope.

—Muy bonito y todo, pero… ¡Tengo hambre! —gritó Chelsea desde el auto.

—Eres una aguafiestas, tía Chelsea —se quejó Matthew.

—¿De verdad? —preguntó y sin dejarle responder añadió—. Quería llevarte a comer pizza y helado, pero, ya que no…

—¡Eres la mejor tía del mundo! —gritó interrumpiendo a Chelsea y subiendo como un rayo al auto—. ¡Muero de hambre! —añadió frotándose la barriguita.

Los tres adultos se echaron a reír ante las ocurrencias de Matthew, mientras Blake Cameron moría con lenta agonía. Ni siquiera fue consciente del momento que su cuerpo se deslizó por la columna, estaba sentado en el piso, su cuerpo recargado contra la base de concreto, mientras lágrimas caían de sus ojos, mientras el sentimiento de culpa caía como losas sobre sus hombros y su corazón; él pudo ser el puto amo del mundo y hoy no era más que un mendigo…

El ruido de las llantas le hizo consciente de que se habían marchado, se levantó y trató de alcanzar su auto con premura, iba a seguirlos. Quería conocer la rutina de su hijo así fuera desde lejos, quería acompañarlo así fuera en la distancia, pero la mano fuerte sobre su hombro se lo impidió.

Blake lanzó un puñetazo, creyendo que se trataba de un ladrón. No esperaba encontrarse con Larry tirado en el suelo.

—Maldit4 sea —gruño el hombre desde el suelo.

Blake cerró los ojos antes de tender la mano a su primo para ayudarlo a ponerse de pie.

—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó con molestia, mirando cómo los autos desaparecían a la distancia.

—Haciendo lo mismo que tú —refutó el hombre acariciando su mandíbula—. ¿Qué se supone que haces siguiendo a Hope? —preguntó luego de unos segundos de silencio.

—Quiero reconquistarla —aseguró.

—Pues, déjame decirte que vas por muy mal camino, Blake.

—¿Tratas de desanimarme?

—No, pero Hope no es cualquier mujer.

—Lo sé.

—Y tú te has comportado como un verdadero imbécil con ella.

—Dime algo que no sepa —gruñó.

—Sigues por el mismo camino, estás haciendo exactamente las cosas que Hope más odia —le dijo mientras se recargaba contra el auto—. Golpeas fuerte, viejo —dijo moviendo su mandíbula de un lado a otro.

Blake hizo caso omiso a ese “viejo” y preguntó lo que le interesaba saber.

—¿Qué es lo que Hope más odia?

—A ti.

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