Amor desgarrado romance Capítulo 7

Capítulo 7: Tú no mereces nada que ser una perra a mi lado

Después de escuchar mi palabra, el rostro de Hector estaba lleno de disgusto, pero su mano se movía desde mi cuello hasta barbilla, sus ojos negros me miraban como si quisiera comprender claramente lo que yo pensaba.

El ambiente era silencioso y terrible, solo se llenaba el aliento de alcohol.

Después de un largo rato, reía con desdén, -¿Qué quieres?-

En aquel entonces, pensaba ingenuamente que él me creía, así que decía, -Presioné mi huella digital en el acuerdo de matrimonio, mientras no vuelvas a presionar con ella, seré tuyo-

El hombre me empujaba hacia atrás y se sentaba en el asiento del conductor sin decir nada.

Pero cuando conducía a casa directamente, me arrojaba a una bañera llenaba de agua helada, me tiraba del cabello y me decía, -¿Crees que creo lo que dijiste? Una mujer como tú no mereces nada que ser una perra a mi lado-

En ese momento, yo ya estaba lúcida, con el disgusto de Hector por mí, ¿cómo podía creer mis palabras?

Estaba luchando en el agua, pero él lo ignoraba, cuando estaba a punto de ahogarme, me sacaba de la bañera, luego desde la bañera, al alféizar de la ventana, al sofá y finalmente a la cama, probando innumerables posiciones sexuales...

Ya estaba cubierto de heridas, pero después, la parte inferior de mi cuerpo estaba hinchada y dolorida. Cada vez que me frotaba, mis lágrimas fluían a través del dolor. Lloraba y gritaba para que parara, pero él simplemente parecía que no lo escuchaba.

Al final estaba en coma.

Cuando me despertaba, se había una pared blanca frente de mí, estaba tomando intravenosa.

Ya estaba completamente despierta por el vino.

Pensando en las palabras mías y los comportamientos ayer, ¡me daban mucho pudor!

Me quedaba en el hospital durante tres días.

En los últimos tres días, además de las heridas en mi cuerpo, tenía que aplicar medicamentos en la intimidad, aunque nadie me preguntaba el motivo, lo sabía desde la mirada de las enfermeras cuando me miraban, probablemente lo sabían.

Hector no se presentaba hasta que saliera del hospital.

Lo primero que yo quería hacer cuando salía del hospital era llamar a Alicia.

Afortunadamente, respondía esta vez, luego de enterarse de mi situación, rápidamente ella tomaba un taxi al hospital, luego de empacar mi equipaje, me llevaba a su pequeña casita de 40 metros cuadrados.

Al entrar, habitualmente tomaba un lugar del sofá llenaba de ropa y me sentaba.

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