Amor después del matrimonio romance Capítulo 8

En el hospital...

El médico le realizó un examen físico a Yvonne con una expresión seria en su rostro. “Señorita Frey, ha tenido un problema gástrico durante mucho tiempo, ¿verdad? Afortunadamente, no es demasiado grave. Solo preste atención a su dieta”.

“Puede ser que puso mal ya que no comiste a tiempo. Por cierto, ¿qué ha comido hoy, Señorita Frey?”

¿Qué había comido hoy? Yvonne miró a Henry incómodamente. Tuvo un susto durante la hora del almuerzo y terminó trabajando horas extras hasta tarde. ¿Por qué estaría de humor para comer algo?

“Doctor, ¿hay alguna forma de curar permanentemente los problemas gástricos?”

Henry frunció el ceño, sintiéndose un poco culpable por alguna razón cuando miró el rostro pálido de la mujer.

“Eso es un poco difícil”. El doctor negó con la cabeza. “En cualquier caso, su problema gástrico no es tan grave, Señorita Frey. Solo asegúrese de mantener una dieta saludable y comer a tiempo. Se pondrá mejor pronto”.

El médico le dio a Yvonne algunos consejos y luego le dijo que descansara allí mientras le pedía a la enfermera que le trajera algunos medicamentos.

Tan pronto como se cerró la puerta del cuarto, la atmósfera se puso tensa.

Apretó las manos con torpeza y miró el cielo oscuro fuera de la ventana. “El médico dijo que todavía necesito ponerme un intravenoso más tarde. No podré volver hasta muy tarde, así que ¿por qué no te vas primero sin mí?”

“Está bien. Esperaré aquí”.

Henry no mostró muchas expresiones en su rostro mientras jalaba una silla de un lado y sacaba su teléfono, luciendo como si estuviera a punto de trabajar en él.

Aunque nunca ofreció palabras de consuelo, Yvonne no pudo contener la sonrisa en su rostro mientras le miraba un lado de su cara.

Ella jugó con sus mangas con vacilación, luego finalmente reunió el coraje para susurrar, “En realidad, siempre quise que alguien me acompañara al hospital cada vez que me sentía mal en el pasado”.

Ahora ... ya no tenía que estar sola.

Henry levantó la cabeza para mirarla. La luz de la habitación hizo que el rostro de Yvonne pareciera aún más pálido. Su cuello expuesto se veía muy delgado.

Por alguna razón, él sintió como si algo le pinchara el corazón.

La extraña sensación le hizo fruncir el ceño, pero no pudo comprenderlo.

Yvonne percibió la expresión de su rostro como si estuviera molesto. Así que rápidamente explicó con temor, “¡Por favor, no te enojes! No quise criticarte, solo estaba …”

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