AMOR REBELDE romance Capítulo 2

—¡Mierda! ¡Está perdido! —Fueron las únicas palabras que escuchó Elliot antes de sentir el golpe del agua helada caer sobre su cuerpo.

Abrió los ojos y se levantó bruscamente para encarar a su gemelo, pero el jarrón estaba en manos de su padre, así que solo lanzó un gruñido por lo bajo.

—¿Se puede saber desde cuando estás bebiendo? —siseó Andrew Davies con un tono que los estremeció a él y a su hermano.

—Depende, ¿qué hora es?

—¡No te me pongas chulo, Elliot! —Se molestó su padre—. Llevamos dos horas esperándolos en el aeropuerto a Emma y a ti, sabes que tenemos un evento muy importante. ¿Por qué ninguno de los dos coge el maldito teléfono…?

Andrew se interrumpió cuando su otro hijo le golpeó el brazo con el dorso de los dedos. Él se había dado cuenta en un solo instante.

—Ella dijo que no —siseó Elliot limpiándose el agua de la cara.

—¿Cómo…? —Andrew estaba a punto de ponerse a gritar de nuevo, pero el rostro ensombrecido de Elliot lo hizo callarse—. Lo siento mucho, hijo. No te merecías eso.

—Ni al caso ponerse a llorar ahora, pero si pudieran estar veinticuatro horas sin joderme lo agradecería mucho —gruñó con fastidio.

Su padre suspiró poniendo a un lado el jarrón y metiéndose las manos en los bolsillos.

—Si puedes pasar esas veinticuatro horas en el avión, no tengo problema —aseguró—. Vamos, tenemos que irnos.

Elliot recordó que debían viajar ese día, por eso había planificado su propuesta a Emma para el día anterior. El socio más importante de Davies Inc., el hombre que les había abierto las puertas al mercado asiático y el que podía cerrárselas cuando quisiera, había requerido su presencia en uno de sus eventos más importantes, y no podían despreciarle la invitación.

—¡No quiero ir! —protestó.

—No es opcional —replicó su padre con el ceño fruncido. Andrew Davies era el mejor padre que podía tener, pero no le permitía olvidar que era uno de los dueños de Davies Inc., y que por tanto, cada uno de sus actos estaba bajo la mira pública—. Tu equipaje ya está en el avión. ¡Vámonos!

Elliot rezongó en silencio mientras Richard sacaba una botella de bourbon del bar del despacho y se la enseñaba a modo de consuelo. Al menos su gemelo lo conocía lo suficiente como para saber que prefería pasar el vuelo totalmente borracho.

Y así fue exactamente como pasó las veintiuna horas que demoraron a llegar a Calcuta, en la India.

Elliot ya había estado allí muchas veces mientras cerraban el negocio más importante de Davies Inc. con Sohan Dhawan, así que mientras su hermana Valeria y el resto de la comitiva se emocionaban con cada cosa que veían, él solo gruñía su frustración.

Eran cerca de las cinco de la tarde cuando llegaron por fin al hotel más lujoso de Calcuta, que el señor Dhawan había rentado íntegramente para su evento. Había muchos invitados importantes, pero ellos sin duda eran los principales socios de negocios del magnate hindú.

Elliot se dio tres duchas frías seguidas y se tomó dos aspirinas para sacarse el dolor de cabeza de la resaca, se ajustó las mancuernillas con sus iniciales, y luego fue a reunirse con su familia en el salón principal. Su hermano Richard iba acompañado de su “dominatrix”, Layla. Su hermana Valeria iba con su esposo Nick. Y el patriarca de la familia iba con su novia, Lidya.

Él debía ir con Emma… pero ya sabían cómo había acabado eso.

Resopló con fastidio cuando llegó al salón principal del hotel, y con todo el protocolo saludaron a su anfitrión.

El señor Dhawan era un hombre obeso y chato, de aspecto muy severo aunque se notaba que cuando sonreía lo hacía con sinceridad. Y aquel era el evento más importante de su año, porque estaba dedicado a encontrar esposo para su hija menor, la niña de sus ojos… y era mejor dejarlo ahí.

—¿Y de verdad hace falta todo esto para encontrarle marido a una mujer? —gruñó Elliot, a quien evidente ya todo le molestaba, desde el motivo del evento hasta toda la parafernalia

—Bueno, según dicen las malas lenguas, a la chica ya se le pasó la edad del matrimonio, y Dhawan no ha sido capaz de casarla con nadie —susurró su hermana Valeria y el grupo familiar se estrechó alrededor.

—Eso es muy extraño —comentó Richard—. Dhawan es el hombre más rico de la India. ¿Cómo es que nadie quiere casarse con su hija?

—Pues según escuché decir, la chica es espantosamente fea —añadió Layla.

Todos hicieron sonidos de incredulidad mientras miraban disimuladamente hacia el balcón donde estaba sentada la futura novia. Llevaba un sari de color azul pálido lleno de adornos y joyería dorada. Un velo azul marino le cubría la parte inferior del rostro, desde la nariz, así que no se podía juzgar más allá de su cuerpo, y para eso también estaba demasiado lejos.

—¿Pero tan fea es? —cotilleó Nick, el esposo de Valeria.

—Fea con F de foca —aseguró ella—. Dicen los sirvientes que jamás se quita el velo, ni en público ni en privado, y que los pocos que la han visto lo aseguran: que es horriblemente fea. Por eso ni siquiera el dinero de Dhawan le ha podido comprar un marido, y eso que ya pasa de los veinte años.

—Con razón el viejo armó todo esto. Escuché decir que triplicó la dote de la muchacha con tal de que alguien se casara con ella, y aun así le llegaron solo tres propuestas —intentó decir Andrew con voz neutra, pero la realidad era que estaba loco por reírse.

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