Anal en la oficina romance Capítulo 3

El hombre me levanta fácilmente en sus brazos y me sorprende notar que es bastante fuerte. En un momento ya estoy tendida en el suelo con la cara enterrada en la alfombra. Esto es desagradable, porque todos caminan sobre esta alfombra con zapatos. ¡Me humilla de nuevo con esto, mostrándome su poder sobre mí!

Sus manos levantan mi pelvis y se sumergen debajo de mi cuerpo. Una mano tuerce el pezón y la otra acaricia activamente el clítoris.

El miedo y el resentimiento desaparecen de repente, dando paso a una creciente excitación. Mi entrepierna se aprieta y duele, y cuando acaricia mi clítoris, pellizcándolo entre sus dedos y tirando de él levemente, siento dolor y un deseo terrible.

Quiero gritar para que se detenga y no me toque, y al mismo tiempo, me muero terriblemente de las ganas de correrme del orgasmo que se acerca y solo entonces huir, habiendo escapado de las manos de este cliente exigente. Pero solo gimo suavemente, disfrutando del agradable toque.

“¿Bueno? ¿Quieres continuar?” Pregunta mi torturador.

Me inclino obedientemente mientras intenta alcanzar el segundo pecho. Bueno, yo no soy diferente de mis ex compañeras de clase, y como una puta me acuesto desnuda, con las piernas abiertas, boca abajo en la alfombra, y lo dejo hacer lo que quiera.

“¿Alguna vez has probado el anal?”

“¡No!” Casi grito con dureza, más bien no por la rabia creciente, sino por el miedo que se apoderó de mí.

“¿Y trataste de meter los dedos allí con los chicos? ¿O tal vez has soñado sobre esto?” Comienza a meter el dedo en la entrepierna de una entrada a otra.

“¡No! No lo hagas. ¡No quiero, hoy no!” Mis manos alcanzan mis vendas para quitarlas, pero él me detiene.

“Piensa detenidamente antes de hacerlo.”

Esto inmediatamente me puso sobria. Según los términos, debo estar vendada. No puedo ver las caras de los clientes, las malditas reglas de la agencia donde publiqué las fotos y a través de la cual me contrataron.

“Entonces, seré el primero contigo en imprimir tu trasero.” Escucho su susurro satisfecho y siento como sigue estudiando mis agujeros con su mano. “Okey. Relajate y no temas nada.”

Un gemido se me escapa cuando presiona y el dedo se desliza por el ano hasta el intestino, siento los movimientos de rotación y la presión en sus paredes.

“¡Es doloroso! ¡No lo hagas!” Lloriqueo lastimeramente, aunque en realidad ya no duele, sino más bien resulta desagradable.

“¿En realidad?” Pregunta el hombre y simultáneamente con la pregunta me penetra más profundamente. “¿Has sentido algo tu misma antes?”

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