Anal en la oficina romance Capítulo 5

En algún momento, lo agarro con los dientes aún más, tanto que gime en voz alta:

“Bueno, ¿por qué?”

“¡Duele!” Aflojé los dientes y dije lastimeramente.

“¡Te pagarán bien por esto, ten paciencia! No te persuadiré, si te niegas, ¡tendré que usar la fuerza! Conseguiré lo que vine a buscar, de una forma u otra.”

Sus palabras suenan como una amenaza. Pero inmediatamente me calmo. Llorando silenciosamente en su hombro, sintiendo su polla embistiendo en este momento.

Me gustaría deshacerme del dolor que me penetra, alejar este cuerpo repugnante. Pero nuestros cuerpos se fusionaron en un solo todo, respiro profundamente y el hombre comienza a mover su pistón hacia adentro, mezclando dolor, excitación y placer juntos.

La conciencia, agitada por el comienzo de la penetración, e impregnada de dolor, regresa confiada a su lugar. El dolor esculpido cede rápidamente, pero el ano por dentro sigue respondiendo con sensaciones dolorosas a los movimientos del pene, hubiera sido mejor lubricar primero.

El cliente va acelerando poco a poco, empieza a parecer que con cada empujón hacia adelante me iba moviendo por la cama, golpes tan poderosos de este corpulento tronco.

Mi agujero, tapado por la jodida máquina, hace unos ruidos extraños que me avergüenzan. Los golpes de sus muslos en mi trasero se complementan con sus sonidos, formando toda una orquesta. Y junto con los gemidos que emito, por momentos pierdo por completo la concentración y parece que estoy en ingravidez. El cuerpo está cubierto de gotas de sudor. El miedo y el deseo me atan y me convierten en un animal rabioso.

En el momento en que nada se resiste a los movimientos del pene, y el hombre entra y sale de mi ano sin traerme dolor, me relajo y siento su instrumento entrando en mí libre y arrollador, y trato de darme cuenta de estas nuevas sensaciones.

El teléfono suena de repente. Me estremezco ante su sonido áspero. El hombre continúa haciendo fricciones, solo se ralentiza, alcanza el teléfono inteligente y lo levanta. Por su suspiro de disgusto, entiendo que lo llaman en el momento equivocado.

Sin dejar de follarme el culo, susurra:

“¡El mío está llamando! Shhhh. ¡Tranquila! Tengo que contestar.” Maldice y toma la llamada. “Si cariño.”

Escucho para entender lo que está pasando. Intento no respirar para estar lo más silenciosa posible. El hombre intenta con todas sus fuerzas contener la respiración, pero sigue haciendo pequeños movimientos del pene en mi intestino.

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