Atrapada en la Venganza de un Millonario romance Capítulo 22

Entramos a mi restaurante preferido frente a la bahía y Matías, el gerente del restaurante nos saluda de manera cordial; sí somos o éramos clientes habituales del lugar —Señor Di Marco buenas tardes, ¿la misma mesa de siempre? —le pregunta a mi padre.

—Si por favor. — responde y le seguimos por todo el salón hasta llegar al patio donde justo al lado de la baranda de vidrio esta lo que llamamos a nuestro lugar. La mesa de al lado está ocupada por un señor que usa un sobrero de paja con un lazo negro típico de muchos de los que viven en Miami y me extraña al verle leyendo el periódico a esta hora y mucho más en este lugar.

Me dispongo a apartar una de la silla —permítame señorita —interrumpe alguien y aparta la silla.

«Esa voz... Ese acento...»

Volteo y para mi sorpresa el hombre que estaba sentado en esa mesa era él. —Lucas, ¿qué haces aquí? — pregunto con un hilo de voz.

Miro a mi padre y el solo encoge sus hombros —lo siento hija, creo que ustedes dos deben hablar. Nos vemos más tarde en la casa — me comenta y sin más se despide de mí dejándome aquí con él.

«Si mi padre supiera realmente lo que este imbécil me ha hecho, probablemente no me estaría haciendo esto»

Sus ojos azules no les dan tregua a los míos y yo no sé ni cómo reaccionar. Por una parte, quisiera salir huyendo, pero algo en mí no me lo permite —Sienna, por favor. Dame, aunque sea cinco minutos— me pide y lo único que puedo hacer es tomar asiento dándole a entender que se los daré.

Él se sienta en la silla opuesta a la mía y me mira en silencio. Quisiera no mirarlo, pero es imposible. No sé qué le ha sucedido en estas semanas, pero sus ojos lucen cansados, sus ojeras son notables, y su barba está algo desordenada; cosa que es extraña en él.

—¿Entonces cómo es esto? ¿Me envías a tu abogado para que firme la sentencia de divorcio y que me entregue una carta tuya y luego vienes a hablar conmigo? Debo ser idiota, pero no entiendo nada— le pregunto con algo de rabia.

—Señorita Di Marco— interrumpe Diego, el mesero que siempre me atiende aquí.

—Hola Diego, lo de siempre por favor— le pido y él asiente.

—Un Chardonnay para mí; el mejor que tenga— le dice él y Diego sólo asiente para luego ir por las bebidas. Lucas me mira fijamente —lo siento Sienna, debía dejar que fueras libre para poder regresar a hablar contigo— me dice como si eso fuese una explicación.

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