Atrapada en la Venganza de un Millonario romance Capítulo 36

El camino de regreso a la oficina ha sido muy diferente. Entrelazo su mano con la mía, besó mis nudillos en cada oportunidad que ha tenido, y esa sonrisa increíblemente sensual me roba más de un suspiro. Es desquiciadamente guapo y eso a mí realmente me puede, sin contar que cada vez que me habla con ese acento italiano, yo pierdo la razón.

Estaciona el auto a una distancia prudencial de la entrada de la empresa y me mira — ¿cómo quieres hacerlo bella? — me pregunta y esa palabra me encanta cuando él la dice.

— ¿A qué te refieres? — pregunto un tanto confundida.

«Esos ojos...»

— ¿Le contamos a tu padre ya? o ¿quieres que cenemos con él en tu casa y le contemos la noticia? — me pregunta y de verdad no sé cómo se vaya a tomar todo esto.

Desabrocho mi cinturón de seguridad, me siento de lado, y le miro con un poco de dudas –Lucas, yo no quiero que mi padre se entere aún — me atrevo a decirle finalmente, y ahora es él quien me mira bastante confundido.

— Pero ¿por qué? — pregunta casi como si lo que hubiese dicho fuese un insulto o algo así.

Comprendo perfectamente cómo debe estar sintiéndose, pero sé que en estos momentos esto es lo mejor para los dos.

— Es que él no entenderá absolutamente nada. Nos hará muchas preguntas acerca del porqué después de divorciarnos hemos decidido regresar, ¿entiendes? — intento explicarme, pero él tan sólo me mira un tanto pensativo.

Después de unos cuantos minutos, él finalmente asiente — de acuerdo, pero sólo por ahora ¿está bien? — pregunta firme y ahora soy yo quien asiente mientras le sonrió.

Llevo mis manos a cada lado de su rostro y me acerco lentamente a él — no creas que quiero ocultarte. — le digo y sonríe de lado.

— ¿Segura que no es eso? — pregunta pícaramente y asiento.

— Muy... sólo que me parece lo mejor por ahora. No quiero gente opine, ni que nadie nos pregunte nada, sólo quiero que realmente tú y yo lo intentemos — le dejo saber y ahora es él quien acorta la distancia.

— Yo también quiero que lo intentemos como debimos hacerlo desde el primer día — me susurra y su boca ahora está a milímetros de la mía volviéndome loca — te amo — me dice dejándome sin aire y termina con toda distancia entre los dos para comenzar a besarme de la manera más exquisita que existe.

Su lengua pide entrar en mi boca y le dejo porque yo muero por hacer lo mismo con él. Nuestras lenguas se encuentran, juegan, se seducen, y yo voy perdiendo el sentido del tiempo. Sus manos sostienen mi rostro con delicadeza y profundiza mucho más nuestro beso, si es que eso es posible... — ¡espera! — digo agitada y sonrió sobre sus labios — estamos en el auto, en el estacionamiento de la empresa... — consigo decir y reímos nerviosos.

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