Besos de un infiel romance Capítulo 1

Domingo en familia, así es mi día y me encanta pasarlo junto a mi hija y mi esposo.

Me muevo de un lado al otro buscando especias para la carne que estoy preparando y escucho los gritos de mi pequeña Luz.

— ¡Papi déjame! ¡No más cosquillitas! — exclama riendo sin parar.

Sebastián debe estar atacándola con sus dedos en su pequeña barriguita.

—¡Papi, no! — sigue carcajeando.

Avanzó al salón para verlos y Sebastián la tiene en su cojín gigante de oso haciéndole cosquillas sin parar.

—¡Mami, ayuda! — pide mi hija cuando me ve.

Por suerte ya me lavé las manos, voy corriendo hasta llegar al lado de ambos y saco a Sebastián de encima.

— No se vale, ustedes son dos contra uno. — se queja mi marido cuando nos tumbamos encima de él.

Luz le hace cosquillas a su padre con sus pequeños dedos mientras yo estoy encima de su pecho para que no se levanté, aunque sé que se está dejando atacar porque los brazos musculosos no los tiene de adorno, con su fuerza ya nos tendría a las dos encima de su hombro.

Los tres reímos con la televisión de fondo, Luz estaba viendo sus caricaturas cuando Sebastián había llegado de la tienda con vino.

Mañana sería un ¡Súper Lunes! y lo celebraríamos a lo grande.

Desde que nació Luz solo me dedique a ella, no trabaje, no termine mi carrera de Marketing por quedarme atenta a su cuidado.

Lo decidí así porque era nuestra primera hija, yo solo tenía veinte años y no le confiaba a nadie el cuidado de mi pequeña a nadie, además no me quería perder sus primeras veces como sus primeras palabras, sus pasitos o la primera vez comiendo sola.

Luz ya tiene cuatro añitos, estaba cerca de los cinco. Llevamos conversando con Sebastián bastante tiempo sobre un nuevo trabajo para mí, ambos estábamos de acuerdo, no nos faltaba nada según él, pero más que por necesidad lo hago por mí, amo a mi hija, pero estar encerrada en casa las veinticuatro horas del día me estaba absorbiendo mentalmente.

Aunque Sebastián solo apoyaba la idea siempre y cuando tuviéramos con quién dejar a Luz, por suerte el año pasado comenzó a funcionar un jardín muy cerca de casa, llegábamos alrededor de diez minutos caminando.

Cómo no sé conducir un auto y es Sebastián quien lo usa para transportarse a su trabajo, me toca ir caminando a la escuela con Luz.

Pero el dilema era, mi trabajo.

¿En qué podría trabajar?

La verdad me encantaría laborar en lo que estudie.

Marketing.

Pero no termine la carrera, al tercer y último año quedé embarazada de Luz, congelé y pensé en retomarla, pero con Luz siendo tan bebe no logré organizarme, me consumía todo el tiempo y mi madre no es muy dócil con los bebés, si bien tuvo dos hijos, pero a su edad ya no le quedaba mucha paciencia, luego de que mi padre nos abandonara no era muy dócil con los niños.

Se que no se negaría cuidar a su nieta porque la adora pero mamá es un poco descuidada.

Busqué trabajos por internet y el viernes pasado me han llamado de un Minimarket, es como un pequeño supermercado donde podré ser cajera, reponedora o estaré encargada en la bodega. Mi horario la primera semana seria de tarde, pero ya la segunda semana tendría que ser completo, es decir, comienzo a las nueve y termino alrededor de las cinco.

No tiene mucha influencia con mi carrera, pero es lo que había y estaba feliz pero también muy nerviosa.

— Ya, ya, muchas cosquillas para mí, ahora le toca a mamá. — bromea Sebastián.

— ¡No! — intentó ponerme de pie antes de que me agarren, pero es inútil.

Sebastián me tumba y Luz comienza las cosquillas.

Comienzo para reír como una loca, soy muy cosquillosa y Sebastián no se queda atrás cuando lleva sus dedos a mi cuello.

—Ya, basta. — murmuró sin dejar de reír. — Mami le duele el estómago. — me quejo y Luz para de inmediato.

No sé qué tiene mi hija cuando le digo que algo me duele, pero se asusta.

Deja de hacerme cosquillas y besa mi mejilla.

— Lo siento, mami. — susurra y se levanta.

Sebastián me mira negando.

— Eres una mentirosa. — dice en voz baja en mi oído.

— Calla. — susurró y me da un beso en los labios.

— ¡Papá, no! — exclama mi hija y quita a su padre encima de mí.

— No seas celosa, también hay para ti. — carga a Luz y comienza a besar sus mejillas regordetas.

— Basta, papi, quiero ver mis ponis. — alega Luz y su padre le hace caso.

Luz tiene una obsesión con los ponis últimamente, hasta nos ha pedido un pony de regalo, uno real.

Tremenda loca.

— Ven aquí. — Sebastián me ayuda a levantarme.

Me vuelve a dar un beso casto y Luz gruñe.

Suelto una risita y Sebastián me da una palmada en el trasero antes de irme a la cocina.

Sigo con la comida, el arroz está casi listo, introduzco la carne al horno, eso sí demora y no entiendo porque la dejé para el último.

Pues ni modos.

— ¿Cómo te sientes para mañana? — Sebastián llega a la cocina y me rodea la cintura.

Su pecho duro me recibe y me pegó a él, me encanta sentirlo cerca.

— Bien, un poco nerviosa, pero nada fuera de lo normal. — besa mi mejilla.

— ¿Y tú? También tienes prácticamente un nuevo trabajo. — hablo.

— Solo será un nuevo edificio, quizás algunos nuevos empleados, pero todo seguirá igual. — comenta sin mucho interés.

Me volteó y rodeo con mis brazos su cuello. La estatura entre nosotros es notoria, su metro noventa me saca casi dos cabezas y me pongo de puntitas para besarlo.

— Mmm... — jadea.

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