Besos de un infiel romance Capítulo 14

Corrí tan rápido que las piernas me temblaban y mi corazón latía de prisa, quería golpearme por ser tan bocona, ello no tenía que enterarse así.

Los sollozos de mi hija al cerrar la puerta de su cuarto me partieron el alma, Sebastián ya había llegado a mi lado, tenía los ojos rojos y se pasaba la mano repetidas veces por su cabello.

Está nervioso.

— Luz, mi amor abre por favor. — pidió su padre lleno de preocupación intentando abrir la puerta.

El llanto de Luz se intensifico y sus hipidos me estaban poniendo inquieta.

— Hija, por favor ábrenos. — le pedí con lágrimas en los ojos. — Mi amor, abre la puerta... — repetí, pero ella se negaba.

— Hija tenemos que hablar. — dijo Sebastián y la escuche llorar con más fuerza. — Luz por favor, princesa...

Todo esto era una mierda, pero una cosa era saberlo yo, vivir en silencio mi dolor, pero otra cosa era mi hija, escucharla llorar y no saber cuánto fue lo que escucho de la conversación con Sebastián.

Recordé las llaves que tenia de su cuarto en mi llavero y corrí a buscarlas a la primera planta de la casa. Cuando volví a subir la puerta ya se encontraba abierta.

Y si ya estaba destrozada la siguiente imagen acabo conmigo.

Ambos se encontraban en el suelo, Luz en el regazo de su padre aferrada a su cuello llorando con fuerza mientras Sebastián acariciaba su cabello, le repetía que lo perdonase mientras el lloraba en silencio.

— Mi amor lo siento tanto.... perdóname princesa, perdóname.... — abrió los ojos y se encontró con los míos y susurro nuevamente dirigiéndose a las dos. - Perdónenme...

Eran tantas las emociones que intenté ser fuerte pero no pude más... Las piernas se me debilitaron, las manos me temblaron y me fue imposible calmar mi pulso.

Su engaño, mi dolor, mi hija, la imagen constante de él con otra mujer, mi familia destrozada era lo único que repetía mi mente.

Sentí mi cuerpo débil, la vista se me torno oscura y lo único que sentí fue mi cuerpo aterrizar contra el suelo

Escuché a lo lejos la voz de mi hija y Sebastián llamándome, sentía como sus manos tocaban mi rostro y me pedían que abriera los ojos, pero por más que tratase mi mente se negaba. Me pedían a gritos que despertará, pero ya era suficiente y necesitaba un momento en paz con mi cuerpo y mi mente.

Alguien «supongo que Sebastián» cargo mi cuerpo hasta dejarlo en la cama, sentí el colchón hundirse, una calma abrasadora recorrió mi cuerpo por completo y eso fue todo hasta que perdí el conocimiento.

***

Abrir los ojos no fue tan difícil como lo pensé después de todo, estaba un poco desorientada al principio, pero todo llegó a mi mente cuando me encontré con esos ojos cálidos y brillosos pero que en estos momentos se encontraban apagados y cargados de un rojo intenso.

— Jess ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? — se acercó tan rápido para coger mi rostro entre sus manos.

Su fragancia se impregnó en el ambiente y suspiré.

— ¿Luz? — pregunté. — ¿Dónde está? — no dejaba de examinarme y su mirada me estaba poniendo nerviosa.

— A tu lado mi amor, a tu lado. — dijo sin filtró acariciando mi mejilla, lo mire estupefacta y evite su mirada por completo luego de verificar que mi hija se encontraba a mi lado.

Me sentí extraña con sus palabras, ya no las sentía de verdad o quizás si lo decía de corazón, pero ya no sería lo mismo y lo entendí por primera vez.

La desconfianza ya estaba.

Mi corazón no podía aguantar más.

Sebastián llamo a un doctor que llegó unos diez minutos luego que despertará, llevaba casi una hora inconsciente.

Tomo mi presión arterial y exámenes de sangre que los tendría mañana, además revisó mi vista.

— Todo me indica que usted tiene anemia. ¿Ha estado comiendo bien estos días? —pregunto el doctor y me sentí como una niña pequeña en esa cama con la mirada de esos dos hombres esperando mi repuesta.

— He tenido mucho trabajo. — fue mi respuesta en un susurro.

Mi conciencia me gritaba ¡MENTIROSA! pero no les confirmaría que mi apetito se fue desde que vi a mi esposo engañarme con otra.

Había dejado de comer no porque quisiera, sino porque mi cuerpo no lo pedía.

— ¿Y a dormido como corresponde? — volvió a preguntar el doctor con el ceño fruncido.

Por un segundo mi mirada se cruzó con la Sebastián que mantenía el rostro muy serio y los brazos cruzados en su pecho.

— No he tenido mucho sueño. — murmure.

Escuche a Sebastián suspirar con fuerza.

— Bien. — asintió el doctor pensativo mientras escribía en su libreta. — Mañana tendremos los resultados, tiene que pasar por mi consultorio. — retiro un papel y me lo entrego con la orden del examen. — Beba agua, coma y duerma bien. — sugirió o mas bien ordeno— Buenas noches.

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