Besos de un infiel romance Capítulo 25

|Jessy|

Nuestra hija era una perezosa, odiaba caminar al igual que su padre que insistían en ir al jardín en auto.

— No, ya dije que iremos caminando. ¡Son solo diez minutos!

— ¡Pero me dolerán mis piecitos! Mami además se me puede desarmar el traje. — exagero mi hija.

Negué sin dar mi brazo a torcer, Luz es una pequeña manipuladora.

— Se te desarmará si vamos en auto y lo aplastas, no pasará nada en diez minutos.

— Ahg. — el ceño de mi hija se arrugó expresando su molestia. — ¡Papi dile algo, porfiiisss!

— Tu mamá ya habló, andando señorita. — me sorprendió que no me discutiera y aceptará sin más.

Tome mi blazer del perchero mientras Sebastián dejaba su chaqueta en el sofá yendo solo con camisa.

Después de quince minutos logramos llegar a tiempo al jardín, los pasos lentos de Luz y Sebastián nos hicieron atrasarnos.

— Vamos, vamos que están todos tus compañeritos en la puerta. — avancé rápido, por suerte todavía no abrían las puertas y varios padres estaban acompañando a sus hijos.

Sebastián llegó a mi lado con Luz en sus brazos, el olor a cigarrillo trato de disimularlo con perfume, pero aun así podía percibirlo.

Me molestaba mucho que fumará, siempre odié que lo hiciera porque podría crear

una enfermedad, además el olor era asqueroso cuando me besaba, al final había sido decisión suya dejarlo, pero ya veo que volvió al vicio.

Lo único bueno era que se veía bastante guapo y sexy con esa asquerosidad entre los dedos.

— Llegamos a tiempo. — susurró Sebastián para los tres.

— Hubiéramos llegado a tiempo hace cinco minutos si no fueran unos flojos.

— Tus eras floja mami, ahora no sé qué te paso. — dijo Luz es cogiéndose se brazos.

— Hay que hacer ejercicio y mover el cuerpo, hace muy bien caminar, cariño. — acune su mejilla en mi mano mientras ella sonreía con el gesto.

Amaba acariciarla, poder admirarla porque mi hija era el tesoro más grande de mi vida.

Se removió inquieta por querer bajarse de los brazos de su padre al escuchar la puerta abrirse.

Espere ver a la profesora Josefina, pero me sorprendió ver una mujer más joven salir.

— Buenas tardes mamitas y papitos, los invito a pasar al salón de baile, los niños deben ingresar a su sala para darles algunas indicaciones.

Fruncí el ceño al verla, ella no se parecía nada a la profesora Josefina, las canas habían pasado a ser un largo cabello de color marrón, las pestañas bajas se reemplazaron por pestañas rizadas y con una capa gruesa de rímel, la estatura ya no era de un metro cincuenta sino un metro setenta.

— ¿Quién es ella Luz? — me incliné con disimuló para hablarle al oído a mi hija mientras hacía como si le arreglará las hojas.

— La profesora, dah. — lo dijo bastante fuerte para que todos los papás el rededor escucharán.

Joder, la cara se me puso roja.

— No grites. — dije entre dientes. — Porque no está la profesora Josefina.

— Porque jubiliso. — respondió sin más.

Quise soltar una risotada, pero me contuve.

— Se dice júbilo y no me hables así. — la reprendí, últimamente Luz estaba bastante altanera y respondona.

No quería pensar que eso lo podría ocasionar la separación.

— Deja de hacerle preguntas, Jessy, ve con tus amiguitos hija. — habló Sebastián.

Luz ni se despidió cuando salió como un avión a la sala de clases junto a sus compañeros.

Me incorporé arreglando mi camiseta, al alzar la vista observé a mi alrededor.

La sangre me hirvió cuando todo me hizo clic, la mayoría «por no exagerar y decir TODAS» las mujeres del lugar estaban admirando sin disimuló a Sebastián.

¡Es que se lo están comiendo con la mirada!

— ¿Vamos? — la voz varonil de mi acompañante interrumpió mis pensamientos.

Me hubiese gustado bromear y decirle: "¿Estás consiente de todas las bragas que estás mojando?

Eso diría la Jessy de hace unos meses, abríamos bromeado para al final entrelazar nuestros dedos y besarnos unos segundos antes de entrar a la sala.

Pero ahora no podría bromear con algo así porque por dentro estoy muriendo de... celos.

Maldito sentimiento.

— Jessy. — Sebastián carraspeó y noté que se dio cuenta de las miradas femeninas que estaban puestas en él.

— Vamos. — especte.

Di pasos largos molesta con lo que estaba sintiendo, molesta con esas mujeres y más molesta con el sexy, guapo y estúpido de mi marido.

Llegamos primeros al salón de baile que más bien parecía un auditorio con semejante escenario, tenían persianas de color burdeo que se encontraban cerradas y filas de sillas del mismo color.

Ya entiendo la emoción de Luz con respecto al lugar.

— Es bonito y amplio. — hablo Sebastián tomando asiento a mi lado en la primera fila.

— Si es pre...

— ¿Está ocupado?

Una mujer alrededor de treinta años, muy guapa y arreglada por cierto le pregunto a Sebastián por el asiento de su lado.

Dile que sí.

Dile que sí.

Rogué tontamente.

— No. — respondió además de tener la osadía de sonreírle.

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