Besos de un infiel romance Capítulo 26

— Jessy. — acepté su saludo y me presenté.

— Escuche cuando le pregunto a Luz sobre la profesora Josefina. — las mejillas se me encendieron — Ella es mi abuela, pero jubiló y yo vine de reemplazo.

— Lo siento mucho, es que me sorprendió no haber estado enterada del cambio, Luz no me dijo nada. — dijo con pena.

— Entiendo, no hay problema. — se quedó mirando a mis espaldas y pude sentir sus nervios.

Ya lo vio.

— Él es Sebastián, mi esposo.

Se aclaró la garganta y le tendió la mano.

— Un gusto señor, Sofía.

— Sebastián. — respondió él sujetando con solo una mano a Luz para tenderle la otra a la profesora.

¿Por qué sentía celos con todas las mujeres que se le acercaban?

— Mis papis son lindos, a ellos saqué mis ojitos. — intervino Luz sacudiendo sus pestañas.

La profesora la miró y pude ver la mirada fría que le dio Luz.

También estaba celosa.

— Ya veo que sí, Luz. — dijo la profesora acariciando sus mejillas. — Ten esto es tuyo, bonita.

Le tendió la caja y a Luz le brillaron los ojos.

— ¿Es un regaló?

— ¡Si! Ábrelo.

— Disculpé, ¿Por qué es ese regaló?

— La junta de padres les organizó un pequeño regalo a los niños. — respondió mientras Luz abría la caja que venía llena de dulces, un libro para pintar y una burbuja.

— ¡Me encanta! Gracias, gracias, gracias.

Se removió inquieta en los brazos de su padre.

— ¡Quiero jugar! Vamos afuera papá, quiero jugar con mi burbuja. — tiro de la mano de Sebastián sin darle tiempo de rechinar.

— Tienen una hija muy linda. — sonrió Sofía a mi lado.

Seguía mirando a Sebastián por lo colorada que se encontraba.

— Lo sé.

— Un gusto señora Jessy, la dejo para ir a entregar más regalos.

Se fue y aproveché de mandarle el vídeo a mamá y a Rodrigo, cogí un canapé que estaba delicioso.

— Míralo, si se ve hermoso jugando con su hija.

— La niñita se parece mucho a él.

— Está para comérselo.

— Tienes brazos grandes, ¿follara rudo?

Muchas risas se escucharon luego de ese comentario y sabía de quién estaban hablando.

Me ardió todo y tuve que dejar la copa que había agarrado en la mesa para no hacerla pedazos.

— Iré, no puedo aguantar.

Me gire rápido.

Una mujer iba a pasos largos acomodándose la ropa y el cabello en dirección a Sebastián que estaba con las manos en los bolsillos viendo jugar a Luz con otros amiguitos en el patio.

No podía escuchar que hablaban, pero los observé por la ventana, el grupo de mujeres estaba cerca de la entrada mirando como su "valiente* amiguita sin vergüenza le hablaba a mi esposo.

Ella le sonríe tontamente y baja su escote con disimulo mostrándole las tetas, joder.

El corazón me latía rápido y sentía que las manos me sudaban.

¿Por qué no la ignoraba? O mejor aún ¿Por qué no la echaba?

«Se van a separar, recuérdelo»

Lo tenía muy presente pero no podía evitar que la sangre me ardiera.

Y como si fuese el destinó de volver a recordarlo me llegó un correo titulado.

«Divorció por culpa»

“S(ra) Jessy Hamilton, juntó con saludar me contactó con usted por la solicitud de divorcio por culpa (Divorció por infidelidad) .......

Tiene una duración de 90 días hábiles ...”

Dejé de leer cuando vi que tendría que estar dos meses más con este trámite de mierda.

Alcé la vista y vi todo negro cuando esa mujer estaba ¡tocándole los brazos musculosos a Sebastián!

Cómo me quedaban dos meses atada a él, aún era mi esposo y debía respetarme.

Fui directo donde el parcito, pasando entremedio de todas esas mujeres. Sentí quejas cuando mis hombros chocaron con ellas, pero no me importo.

Con las venas latiéndome y el corazón a punto de salirme volando camine firme a mi destinó y muy segura de mí misma.

No me iban a pasar a llevar, tampoco me verían la cara de estúpida.

— Nos vamos. — sentencie interrumpiéndolos. — o ¿Interrumpo algo?

Me cruce de brazos mirándolos incrédula.

— No, nada. — respondió Sebastián alejándose de esa mujer.

— Y ¿Tú eres?... — pregunto esa mujer mirándome de arriba abajo.

Se me subió la temperatura de rabia con su mirada tan detallada.

— Su esposa. — le sostuve la mirada. — ¿Acaso de tanto mirarlo no pudiste observar que venía con su mujer?

La cara de tipa se transformó en vergüenza absoluta.

— Diles a tus amiguitas que mi marido folla duro y muy rico. — susurré solo para nosotras dos.

Desapareció en dos segundos con la cara roja.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Besos de un infiel