Besos de un infiel romance Capítulo 28

— ¡Papi trajiste la pizza!

Luz soltó mi mano para ir a arrebatarle la pizza a su padre mientras se saboreaba gustosa.

Sebastián no apartaba los ojos de mí, el pecho me subía y bajaba jadeante, el cabello de seguro lo tenía revuelto y pegado en mi frente. Baje la blusa cuando note que miraba con cierta particularidad mi cadera.

Me aclare la garganta haciendo que el saliera de su trance, el rostro le cambio y volvió a observarme mientras entraba a casa cerrando la puerta.

— Lo siento, había llamado por largos minutos y no abrían por eso use la llave. — dejo su maletín en el sofá junto con una bolsa negra y su chaqueta que reposaba en su brazo la colgó en el perchero.

— Vale.

Bajé el volumen del televisor y me hice una coleta.

— Pasa a la mesa. — dije yendo a la cocina a buscar ninguna mierda, solo quería respirar un poco y dejar de sentirme… así, como fuera que él me hiciera sentir.

Parecía una quinceañera.

— ¿Viste como bailamos? ¡Fue increíble! —escuche hablar a Luz. — Mamá es una gran bailarina.

— Si que lo es.

Trate de controlar el rojo que me invadió en las mejillas, tome unas cuantas servilletas para disimular que solo había arrancado.

— ¿Cómo me veo? — Luz estaba de pie girando sobre si y mostrándole el vestido a su padre.

— Divina como una princesa. — respondió su padre y los ojos de Luz se abrieron con sorpresa.

— ¡Utilizaste otra palabra! — exclamó comenzó a dar saltitos — ¡Me gusta, me gusta! ¡Divina, divina, soy divina!

Los labios se me curvaron mientras dejaba las servilletas en la mesa.

«De seguro estuvo buscando en internet sinónimos de linda o hermosa»

Tome asiento con la mirada de Sebastián clavada.

Para mí mala suerte lo tenía al frente porque Luz había decidido sentarse en la cabecera.

Repartí la pizza en nuestros platos mientras nuestra hija fue en busca del control remoto, quería colocar nuevamente a Katy Perry.

— Buen provecho. — dijo Sebastián para luego comer nuestras rebanadas de pizza.

Asentí.

— ¿Luego podemos bailar con papá? ¡Sería muy divertido! — Luz se dirigió a mí.

Deje a medio camino mi mordisco, yo no quiero bailar con Sebastián.

Pero Luz estaba muy feliz y no quería arruinarlo.

— Cariño, mañana tienes clases y...

— Te traje tu regalo. — me interrumpió Sebastián dejándome a medias.

Lo miré mal por lo imprudente que fue.

— ¡Mi ponny! — la cara se le transformó a Luz.

— Así es, está en la bolsa negra. — apunto al sofá.

Luz corrió y abrió la bolsa encontrándose con el ponny que tanto quería dentro de una caja.

— ¡OH POR DIOSSS! ¡Es hermosísimoooo! ¡Gracias, papá!

Corría por todos lados abrazando al ponny.

— ¡Iré a mostrárselo a Valeria, ya vuelvo!

No me dio tiempo de ponerme de pie cuando corrió subiendo las escaleras.

— ¡Luz cuidado con las escaleras! — exclamé al borde de un infarto.

— Tranquila Jessy. — Sebastián tocó mi muñeca para tranquilizarme.

— ¡Tranquila un pepino! Se puede caer, que no lo entiendes podría doblarse un pie, golpearse la cabeza o peor aún tener... ¿De qué te ríes?

Quite mi mano molesta.

— Eres muy exagerada. — carcajeo.

— Idiota. — volví a sentarme.

— Este fin de semana quería llevar a Luz conmigo a un parque...

— Sobre eso hay que determinar los fines de semanas oficiales que la tendremos cada uno, el abogado me habló para pedirme esa información. — lo interrumpí al igual que él lo había hecho.

Las fosas nasales se le expandieron y la cara le cambio.

Oh no.

— Jessy. — dijo entre dientes.

— ¿Sí? — respondí con calma.

Ya sabia a lo que me enfrentaría.

— No estás hablando en serio ¿Cierto? — lo mire incrédula.

— ¿Acaso crees que estoy bromeando? — apoye mi barbilla sobre mis manos entrelazadas.

— No lo sé es que... — se refregó la cara con las palmas de las manos.

— Es que nada, vas a firmar el puto papel Sebastián porque quieras o no, anularán el matrimonio. — dije con determinación— Porque es un divorcio culposo, dónde la infidelidad es una falta grave. — masculle.

— No puedo joder, perdóname por favor. — lo vi ponerse de pie y comencé a negar.

— No lo hagas... Sebastián no.

Pero lo hizo, joder volvió a arrodillarse aferrándose a mis piernas.

— Perdóname Jessy, no quiero dejarte no puedo…

— ¿Puedes dejar la ridiculez? — murmuré hastiada de siempre lo mismo sorprendiéndolo. — Luz bajara en cualquier momento, levántate.

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