Besos de un infiel romance Capítulo 29

La alarma sonó y desperté exaltada.

Diez minutos más, pensé.

Lo que fueron diez minutos se convirtieron en dos horas, Luz tenía sus piernas enterradas en mis costillas.

— Luz hazte para allá. — murmuré adormilada. — Luz.

Ella balbuceó cosas sin sentido hasta que el sueño volvió a vencerme. La noche anterior fue viernes y nos quedamos viendo una maratón de princesas, comiendo palomitas y...

El molesto timbre sonaba sin parar.

Joder, ¿quién será?

Me levanto molesta, dando grandes zancadas, bajo las escaleras aún adormilada abro la puerta topándome con esos ojos azules que me volvían loca de rematé.

Con el ceño fruncido se dispone a hablar.

— Buenas... — mira su reloj de la muñeca y habla firme. - Tardes.

— Baja el tono, Dios. — me pase las manos por la cara para despejarme un poco. — ¿Qué haces aquí?

— ¿Cómo que qué hago aquí? — gruñe por lo bajo. — Vengo por mi hija.

¡Santa mierda! Lo había olvidado, iba a llevar a Luz a un parque de diversiones.

— Eh... Si, claro. —esbozo una sonrisa— Estaba por darle un baño ¿Llegaste antes?

Le di paso para que entrase a casa.

— No, Jessy. — se gira con las manos en los bolsillos. — Fue la hora que acordamos, las doce del día ¿Recuerdas?

— Si, si claro . — mentí.

Ayer me había mandado un mensaje preguntándome.

— ¿Entonces?

— Iré a bañar a Luz, ve televisión. — tome el control remoto y se lo lance. — ¡Ya vuelvo!

Subí las escaleras corriendo.

— ¡Luz, despierta cariño! Tu papá está aquí. — la sacudí, pero Luz estaba en el quinto sueño.

— Luz, tu papá te llevará a un parque. ¡Vamos despierta!

— Mamá tengo sueño. — murmuró sin abrir los ojos.

Joder, como no iba a tener sueño si nos dormimos casi a las cuatro de la mañana.

— Podrás subirte a la montaña rusa, autitos chocadores, cabellos, ponnys...

— ¡¿Ponnys?! — abrió los ojos.

Asentí emocionada.

— Vamos a darnos un baño. — sugerí.

— Si, sí, sí. — literalmente salto de la cama.

Llevando consigo a Valeria «su muñeca». Escuche el televisor y sonreí, supongo que Sebastián sabe que lo olvide y estábamos durmiendo.

Tarde veinte minutos en tener lista a Luz, le hice dos tomatitos dejándole el cabello suelto atrás, se veía adorable.

— ¿Puedo llevar mis lentes de sol? — pregunto mi hija mientras yo guardaba algunas cosas en su mochila.

— Claro, solo que cuando vayas a subir a algún juego se los pasas a tu papá para que los guarde.

— Está bien. — la vi colocarse los lentes y aplicarse perfume en el cuello. — Estoy lista.

— Vamos con tu papá. — le tendí la mano y bajamos juntas.

Sebastián al escuchar nuestros pasos volteó y se puso de pie esperando a Luz con los brazos abiertos.

— Hola, mi divina.

— ¡Papi! — mi hija soltó mi mano para correr a los brazos de su padre. — Estoy lista.

— Te ves preciosa. — su padre beso su mejilla y le dio un toquecito en su nariz haciendo que Luz arrugara su carita. — ¿Vamos?

Luz asintió para luego susurrarle algo al oído. La cara de Sebastián se descolocó, apretó la mandíbula y me preocupe.

— ¿Pasa algo? – inquirí tendiéndola la mochila de Luz. — Hay protector solar, un gorro si hace calor y ropa de cambio por si se moja. — explique.

Aún seguía en pijama, Sebastián tomo la mochila algo serio.

Cuando quería podría ser un amor, pero cuando no.... Era un gran cabron.

— Luz quiere ir contigo. — dijo de pronto.

Me apresuré en responder.

— Pero es la salida con tu padre, mañana nosotras iremos a...

— Pero hoy es family day ¿Lo recuerdan? — me interrumpió bajándose de los brazos de su padre y note como el labio le tembló.

Me acerqué a ella de cuclillas y acaricié su mejilla.

— Pero yo te expliqué que ahora sería un poquito diferente. — susurre.

— ¿Por qué? Yo quiero estar con los dos. — nos mira a ambos. — Papi, por favor...

Alzo la mirada, Sebastián se derrite por su hija y lo note cuando relajo sus facciones.

— Si tu madre quiere ir, no hay problema cariño. — le acaricio la cabeza para luego darle un beso en la coronilla.

Sebastián no me mira, mientras que Luz se voltea llena de emoción esperando atenta a mi repuesta.

— ¿Quieres ir mamá?

Asiento, no puedo negarle esto.

No cuando sé que para ella es difícil que toda nuestra rutina cambie de un día para otro.

— Voy a cambiarme y vamos.

Me doy media vuelta para subir las escaleras, hoy será una larga tarde.

La música, la buena vibra y los gritos nos invaden cuando entramos al parque.

La mano de Luz intenta soltarme para salir corriendo pera la detengo.

— No, no. —me apresuró en decir— No sueltes nuestras manos porque te puedes perder, aquí hay mucha gente.

Me mira molesta.

— Tu mamá tiene razón hija, no puedes salir corriendo aquí. — habla Sebastián.

Luz asiente más relajada y odio en estos momentos que siempre le haga caso a su padre y conmigo se enfade.

— Quiero subir allá. — dice Luz apuntado al carrusel con diferentes animales.

— Está bien, vamos. — respondo.

— ¿Me llevas papá? — le estira las brazos y Sebastián la carga. — Pero yo quiero aquí.

Le toca los hombros.

Su padre le cumple el capricho hasta que llegamos al carrusel, el olor de algodón de azúcar llega a mis fosas nasales y me saboreo.

Son pasada las una de la tarde y mi estomago me exige comida. Estoy feliz de estar volviendo a comer sin culpa.

— Quiero subir con los dos. — pide Luz, pero el encargado del juego interviene.

— Lo siento, solo un adulto por niño.

— Ve con tu mamá, yo me subo a la montaña rusa contigo. — habla Sebastián y se marcha dejándonos en la fila.

— Quiero el ponny.

Asiento, lo supe desde que entramos, pero para nuestra mala suerte un niño un poco más grande que Luz se nos adelanta junto a su padre.

— ¡Mamá yo quiero ese ponny! —me lleva corriendo— ¡Noooo!

— Luz, el niño se subió primero escoge otro. — trato de darnos la vuelta.

Niega frunciendo las cejas.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Besos de un infiel