Besos de un infiel romance Capítulo 6

Jessy

Entro al ascensor y cuando las puertas están por cerrarse veo su mano interponerse, no tengo voz para detenerlo, las lágrimas siguen bajando y me las quito con rabia de mis mejillas, él lo nota y entra sin decir nada. Mantengo la mirada en frente, no volteo, ni lo observo simplemente me mantengo recta, con mentón en alto, aunque por dentro me estoy quebrando en mil pedazos.

Sigo sin procesar todo lo sucedido hace unos minutos, la imagen de Sebastián con esa mujer se repite en mi cabeza una y otra vez causándome repulsión y a la vez pensando un millón de cosas que me ponen los pelos de punta.

Me cuestiono por ser tan ciega, por confiar en él. ¿Por qué no lo venir? Confiar, amar, dejar entrar a las personas a tu vida... a tu corazón tiene su lado bonito, te hace volar al cielo viendo constelaciones y en tu panza vuelan mariposas, pero ser traicionada es caer del cielo y golpearte el trasero tan fuerte que te quedan cicatrices que conlleva tiempo en sanar.

Mis ojos han cambiado de perspectivas con respecto al hombre que tengo a mi lado en estos momentos, que va en silencio y absorto en sus pensamientos. Tenerlo cerca me da asco, me da rabia y a la vez quiero romper en llanto mientras lo golpeo hasta el cansancio, reclamándole porque lo hizo, porque me traiciono de esa forma, porque maldita sea no termino nuestra relación que prefirió engañarme.

Pero nada de eso tiene sentido porque ya lo hizo, lo vi y nada podrá ser igual que antes.

Al llegar al primer piso salgo rápido.

—Jessy... — intenta detenerme.

—Hablaremos en casa. — espeto con un hilo de voz.

Estoy agotada física como psicóloga mente, sigo mi camino viendo al portero que ahora si está en su lugar de trabajo y murmura por lo bajo un "buenas noches" pero yo tengo un gran nudo en la garganta que solo cabeceo porque si hablo me rompo.

El auto de Sebastián está en la calle de al frente y lo espero con los brazos cruzados para que abra las puertas, se sorprende cuando me ve, pues ni modo que me vaya en taxi.

Abre el auto en silencio y me monto rápido cruzando el cinturón de seguridad, él se sube a mi lado y se pone en marcha. El ambiente está tenso y un silencio crucial nos abarca, pienso en mi hija, mi pequeña Luz. Solo tiene cuatro añitos y no quiero pensar lo duro que será para ella todo esto porque seguir con Sebastián no es una opción, quebró lo más puro en una relación, que es la confianza.

Un sollozo se me escapa durante el camino porque esto es muy duro, mi pequeña familia se ha roto y no se puede reparar todo el daño que Sebastián me está causando.

—Jess, lo siento. — murmura dolido y me doy cuenta de que se ha orillado manteniendo el coche en pausa. — Mi amor, perdóname.

Toca mi brazo suavemente y no lo quitó porque ya me cansé. No puedo seguir evitando cuánto me duele y la manera que me destroza el alma su engaño, sumándole la preocupación y el miedo de lo que está por pasar, me hace llorar fuertemente.

Sebastián tira suavemente de mi cuerpo débil y me apoyo en ese pecho que tantas veces abracé, bese y me acurruque. No decimos nada simplemente tratamos de consolar lo que ya está roto entre nosotros, un silencio vacío y lleno de dolor nos rodea por varios minutos hasta que me repongo y me separo de él.

— Sigue el camino, por favor. — murmuro en voz baja secando mis dolorosas lágrimas.

Sebastián asiente y lo observo por el rabillo de mi ojo como su mirada esta inyectada en un rojo intenso. Seguimos nuestro camino en silencio y aprieto mis manos cuando diviso nuestra casa, me bajo en silencio junto a él y miro la casa de al frente que aún tiene las luces encendidas, debato si ir de inmediato por mi hija, pero borro ese pensamiento porque no quiero que sea testigo de la discusión que tendré con su padre.

Abro la puerta con mis llaves y me quedo perpleja al ver como mi hija había ordenado sus juguetes para jugar con su padre cuando llegara, mi vista se vuelve a nublar por milésima vez durante la noche y me sostengo del sofá para no caer.

— Mi amor... — sus brazos me rodean por detrás y esta vez lo aparto sintiendo un odio profundo porque mientras lo esperábamos con Luz, ilusionadas por su llegada, para pasar tiempo en familia, él maldito estaba con esa puta fallándosela.

— No, no Sebastián. — niego volteándome.

Nuestras miradas se cruzan y lo veo temblar, con sus ojos cielo cargados de lágrimas. Jamás lo había visto llorar y no puedo evitar entristecerme, pero es lo menos que se merece por ser un hijo de puta.

— No vas a venir como si nada hubiera pasado. —digo entre dientes— ¡Si tuviste los huevos de cogerte a otra mujer, ten los mismos huevos de enfrentar la situación! ¿Por qué cuando te la cogiste pensantes por un segundo en mí, maldito infeliz? ¿Pensaste en nuestra hija, siquiera? —no responde— ¡Siete malditos años juntos y no quiero ni pensar cuantas veces me engañaste porque me da coraje ser tan ciega y haber confiado en ti! ¡¿Al menos te cuidaste?! ¡Porque si me pegaste alguna mierda te voy a cortar las pelotas!...

— No, no, no. —me interrumpe— Yo jamás había estado con otra mujer Jessy. — toma mi rostro entre sus manos y niega desesperado, mientras intento zafarme. — Escúchame, escúchame por favor. —pide cerca de mis labios— Yo jamás te había traicionado, jamás. Por primera vez caí como un idiota y lo siento por haberte engañado, pero no sé qué me paso, no pensé con la cabeza fría y no pienses que te he pegado algo porque sabes me cuido… nos cuidamos. — afirma y exhala— Lo jodi todo, lo sé, pero necesito que me perdones, chiquita fue un error, un maldito error, Jess...

Pestañeo rápido.

¿Un error?

— Tu error me está matando por dentro. — susurro con la voz rota— Tu maldito error me a echo derramar miles de lágrimas.

—Amor, perdóname. —pide desesperado— Fue una equivocación, no volverá a pasar, lo prometo.

—¿Me estas tomando del pelo? —pregunto con ironía— ¡Responde! Como puedes decirme que no volverá a pasar. ¿Cómo voy a confiar en ti? — me desespero.

—Tienes que hacerlo, mi amor, por favor. — intenta tomar de mis manos, pero lo alejo.

—No, no Sebastián, no quiero que me toques. — expreso con asco y exhalo fuerte por lo siguiente que le diré. — Te voy a pedir que tomes todas tus cosas y te vayas de mi casa porque aquí no te quiero volver a ver.

Su rostro se torna pálido y retrocede perplejo.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Besos de un infiel