El comienzo de diciembre en Ciudad Olkmore fue más frío que en años anteriores.
Octavia Carballo se acurrucó sin expresión en el sofá y escuchó las maldiciones de su suegra en el piso de abajo.
—Octavia Carballo, no puedes tener un bebé, ¿y ahora ni siquiera tu cerebro funciona? ¡Ya es tarde y todavía no cocinas! Quieres matarnos de hambre a Ricardo y a mí, ¿no?
Durante los seis años que estuvo casada con Julio Sainz, su suegra se quejaba a sus espaldas todo el día de que no podía tener hijos.
¿Pero quién iba a saber que era su marido el que no la había tocado desde el principio?
—Baja y ayúdame con mi mochila. Tengo que ir a la escuela —Instó la voz de un adolescente inmediatamente después.
Ricardo Sainz, el hermano menor de Julio, era nada menos que un imbécil y había atormentado mucho a Octavia.
En lo que a él respecta, su cuñada era un blanco fácil.
Octavia bajó las escaleras y fue a la cocina, preparó la cena y ayudó a Ricardo a ordenar su mochila y su fiambrera.
—¡Mamá, la cena está lista!
Giuliana Molina se irritó ante la mirada impasible de Octavia y dejó de golpe su vaso de agua sobre la mesa:
—Octavia, ¿cómo te atreves? Te gastas el dinero de mi hijo y vives en nuestra casa, y me tratas con esa actitud. Lo creas o no, ¡llamaré a Julio ahora mismo y le diré que se divorcie de ti!
A Octavia le temblaban las manos mientras agarraba el plato de la cena. Dejó escapar una profunda respiración y forzó una sonrisa:
—Mamá, no lo hice.
Giuliana no la creyó y dijo con mala cara:
—Octavia, no creas que porque tengas a doña Florencia apoyándote vas a ser siempre la mujer de Julio. No eres nada frente a Sara.
Al mencionar el nombre de Sara Semprún, Octavia palideció.
Ricardo puso los ojos en blanco, evidentemente había percibido algo. Sonrió,
—No lo sabías, ¿verdad? Sara está a punto de recibir el alta del hospital. Mi hermano la va a traer a vivir con nosotros.
Las pestañas de Octavia se agitaron y su mano tembló al poner el plato.
Giuliana no soportó ver lo agraviada que se hacía Octavia y gruñó mientras saludaba con impaciencia,
—¡No te pongas delante de mí! Me estás quitando el apetito. ¡Fuera de aquí!
Octavia no se entretuvo. Se dio la vuelta, subió las escaleras y volvió a acurrucarse en el sofá.
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