Carta Voladora Romance romance Capítulo 20

—Señorita Carballo, no se pase usted —Sara estaba cabreada pero tuvo que contener la lengua—. Mi padre te ha pedido disculpas por lo del vídeo. ¿Por qué no dejas de hacerlo y hasta intentas arrebatarme el collar de pedida que me regaló mi novio?

Octavia levantó una ceja y sonrió:

—Te has juntado con el señor Sainz sólo unos días después de que me divorciara de él. La gente que no sabe lo que pasa pensará que le has codiciado y que estás deseando ser su esposa.

—¿De qué estás hablando? Es obvio que eres tú...

—Y, señorita Semprún, no era mi intención arrebatárselo —Antes de que Sara pudiera terminar, fue interrumpida de nuevo por Octavia:

—Usted era la que quería hacerme un regalo y yo tenía el ojo puesto en el Corazón Azul.

—...

—Sara se atragantó con sus palabras y se quedó allí mordiéndose el labio. Su rostro se volvió cada vez más pálido, como una pequeña flor blanca a punto de marchitarse.

Iker observó la escena con tanto placer que incluso quiso dar un aplauso a Octavia.

—Señor Sainz, diga algo —Iker ladró a Julio:

—¿No es usted un hombre de palabra?

La cara de Julio se puso rígida.

Tras un momento de silencio, entregó a Octavia el joyero que contenía Corazón Azul.

Sara se apresuró a tirarle de la manga:

—Julio, este es el collar con el que me vas a pedir matrimonio. No...

—Hoy es una fiesta especial que el tío está organizando para tu recuperación del hospital. No lo estropees —Julio la tranquilizó en voz baja:

—Es sólo un collar. Haré que Félix busque uno mejor más tarde y lo traiga para proponértelo.

Los invitados sintieron envidia al oírlo:

—La señorita Semprún tiene suerte. El señor Sainz tiene una manera de comprar las joyas más raras para usted.

Después de halagar a Sara, lanzaron a Octavia más comentarios sarcásticos.

Al escuchar lo que Julio había dicho, la cara de Sara se iluminó y asintió obedientemente:

—Haré lo que tú digas.

Al escuchar su conversación, Octavia sólo la encontró extremadamente irónica.

Llevaba seis años casada con Julio y él nunca le había comprado una sola prenda de vestir, por no hablar de las joyas. E incluso fue ella quien compró el anillo cuando se casaron.

Ahora que veía cómo trataba a Sara, sentía que vivía como una broma.

Octavia reprimió la tristeza de su corazón y cogió el joyero con una brillante sonrisa.

—Es una joya muy rara, y el señor Sainz me la acaba de regalar. Parece que el señor Sainz quiere de verdad a la señorita Semprún y no quiere que sufra ni un poco.

El punzante comentario de Octavia no le sentó bien a Julio. Dijo con indiferencia:

—Corazón Azul es tuyo, y el señor Semprún se disculpó. Octavia, deja este asunto.

—¡Está bien! —Octavia agCarballo de buena gana.

Tomó una copa de vino tinto de la mesa y asintió hacia Julio:

—Le deseo al señor Sainz y a la señorita Semprún un feliz matrimonio por cien años, y que tengan un bebé pronto.

Con eso, inclinó la cabeza y se bebió el vino de un tirón, luego dejó la copa y se dio la vuelta para irse.

—Señor Sainz, yo también debo darle las gracias —Iker sonrió:

—¡Si no fuera por su indiferencia, Octavia no habría entrado en razón! Gracias por liberar a Octavia. Se merece lo mejor.

Alexander recogió el bolso de mano que estaba sobre la mesa y que Octavia había olvidado llevar consigo y dio un silbido:

—Vamos.

—¡Vete, vete! —Iker cogió a Alexander por los hombros y abandonó el lugar con él mientras se quejaba:

—El aire es tan sucio aquí. Me pondré enfermo si me quedo aquí un segundo más.

Al verlos partir, el ceño de Julio se frunció más, y hubo en él un indescriptible sentimiento de irritación que no pudo disiparse.

No esperaba que tuviera tan buenos pretendientes.

...

Octavia acababa de llegar al coche y no llevaba más de un minuto descansando con los ojos cerrados cuando Iker y Alexander volvieron también.

—Nena, estuviste fantástica hace un momento. Vaya, ¿has visto la cara de Sara? Está deseando comerte —Iker se subió al asiento del conductor y se abrochó el cinturón de seguridad mientras reía a carcajadas:

—¡Es tan bueno que hasta quiero aplaudirte!

Alexander subió al asiento trasero y le entregó a Octavia la bolsa:

—La pusiste sobre la mesa y te olvidaste de cogerla.

—Caminé demasiado rápido y no me di cuenta —Octavia cogió la bolsa.

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