Carta Voladora Romance romance Capítulo 5

Tras despedirse de Iker y Alexander, Octavia volvió a la antigua casa de su padre.

La casa estaba polvorienta y no se había limpiado en mucho tiempo.

Octavia se puso el delantal y empezó a limpiar.

De debajo del sofá, encontró la foto de su boda con Julio. En la foto, ella sonreía, mientras que Julio parecía distante e impaciente a su lado.

Al lado estaba el diario que había escrito.

El diario registraba muchas cosas sobre Julio, como lo que le gustaba comer, lo que le gustaba consumir, sus aficiones, etc.

Toda su atención se centraba entonces en Julio, y se había esforzado mucho por sacar lo mejor de este matrimonio que tanto le había costado conseguir, pero la realidad la había abofeteado.

Las lágrimas se agolparon en sus ojos y Octavia levantó la vista, obligándose a contenerlas.

El sonido de un mensaje recibido la sacó de sus pensamientos. Cogió el teléfono y vio que era de Alexander.

—Octavia, me ayudaste hace seis años, y yo te ayudaré ahora. Siempre te cubriré la espalda.

El corazón de Octavia se llenó de calor.

Aunque Alexander deseaba realmente recompensarla, ella no quería depender de nadie. Desde que se casó con Julio, había dejado de lado todo su temperamento para ser una buena esposa y casi había olvidado lo elegante que solía ser.

Cogiendo el teléfono, Octavia marcó el número.

—Octavia, ¿qué quieres otra vez? —Al otro lado de la línea estaba la voz indiferente de Julio.

Su voz era igualmente indiferente, como si fuera un extraño:

—No te olvides de la cita. Me reuniré contigo en el juzgado para tramitar el divorcio.

Julio frunció el ceño:

—Qué....

Octavia colgó antes de que pudiera terminar, y Julio apretó el teléfono con fuerza. Sus ojos se profundizaron.

—Julio, ¿quién te llama? —Desde la cama del dormitorio, Sara se asomó al balcón confundida.

Julio guardó el teléfono y se acercó a ella como si no hubiera pasado nada. La arropó:

—Nada. Toma tu medicina.

El rostro pálido de Sara hizo que su corazón se estremeciera. Tomó la mano de Julio entre las suyas e hizo un mohín lastimero:

—La sopa de hierbas es demasiado amarga y su sabor me hace sentir mal.

Julio levantó una ceja:

—¿Recuerdas cuando éramos amigos por correspondencia, no dijiste que no te daba miedo la medicina amarga? Sé una buena chica y bébetela para curarte.

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