Casualidad Destinada romance Capítulo 100

Isaías levantó la vista y vio a Milagros de pie.

El hombre debería haberse duchado ya, llevaba un conjunto de pijama verde oscuro, su pelo esponjoso y ligeramente despeinado, pero tenía una sensación de pura belleza lujuriosa.

Isaías no pudo evitar tragar saliva.

En el silencio de la sala de estar, incluso podía oír cómo se aceleraban los latidos de su propio corazón.

—¿Pasa algo? —ella preguntó, relajando deliberadamente su voz.

El hombre la miró desde una altura, con una mirada que no parecía demasiado feliz.

—Sube aquí, tengo algo que decirte.

Terminó y se dirigió directamente al estudio.

Isaias se quedó paralizada un momento, observando la espalda del hombre mientras se marchaba, con las cejas ligeramente fruncidas.

Pensó detenidamente en lo que había sucedido a lo largo del día y no pudo recordar qué había hecho para ofenderle.

Entonces, ¿a quién le estaba mostrando esta cara fría ahora?

Isaías sacudió la cabeza con impotencia, experimentando por primera vez lo que significaba hombres complicados.

Dio un paso hacia arriba.

Dentro del estudio, Milagros estaba sentada en una amplia silla frente a un monitor de ordenador.

En la pantalla, una niña estrafalaria está sentada en la alfombra armando un juguete, su cara redonda, sus rasgos ágiles, sus pequeños labios rosados ligeramente fruncidos, parecen muy concentrados.

Unos pasos ligeros llegaron desde la puerta.

Hizo una ligera pausa y levantó la mano para apagar la pantalla.

Entonces, con una mirada hacia arriba, vio entrar a Isaías.

—Dijiste que querías hablar conmigo, ¿de qué?

Milagros no se apresuró a responder, sino que hizo una seña y susurró:

—Ven aquí.

Isaías levantó una ceja. Aunque no entendía para qué le llamaba, hizo lo que le decía.

Inesperadamente, justo cuando se acercó, el hombre la agarró la muñeca.

Lo siguiente que supo Isaías fue que había caído en los brazos del hombre y estaba sentada en su regazo.

—¿Qué estás haciendo?

—¡No te muevas! —El hombre levantó la mano para detener su lucha y la miró así de cerca.

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