Casualidad Destinada romance Capítulo 24

Mientras tanto, Milagros estaba en el primer piso de la villa, cambiándose en el guardarropa.

Axel llamó a la puerta y entró.

—Señor, acabo de ver llegar a la Srta. Graciani.

El hombre, que estaba de pie frente al espejo vestidor, preguntó con una voz ligera:

—¿Lleva ese traje?

—No, pero la Srta. Graciani lleva el collar que usted le dio le regalaste, el de coral rojo. Creo que a ella le todavía importa usted.

Milagros esbozó una leve sonrisa en los labios.

Él conocía la naturaleza de la mujer y sabía que sería un poco difícil conseguir que le aceptara plenamente en tan poco tiempo. Afortunadamente, él tenía tiempo y paciencia, así que podía esperar.

En ese momento, la criada que le ayudaba a cambiar ropa se arrodilló asustada en el suelo y se disculpó con voz temblona:

—Lo siento mucho, señor.

Resultó que la corbata en la mano de la criada tenía un leve rasguño, sin saber cuándo se lo habían hecho.

Milagros frunció el ceño, pero no reprochó nada, y solo dijo ligeramente:

—No pasa nada. Busca otra.

Axel recordó que la corbata estaba en el dormitorio y se ofreció:

—Iré a buscarla por ti.

—No hace falta, lo haré yo mismo.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia el dormitorio, pero en el momento en que empujó la puerta, se detuvo bruscamente con un sobresalto.

Ante sus ojos, era una mujer desnuda tumbada en una pose coqueta en la cama del dormitorio.

—¡¿La Srta. Graciani?!—Axel, que estaba detrás del hombre, gritó sorprendido.

Al momento segundo, Milagros le bloqueó la vista y ordenó con frialdad:

—¡Fuera!

Milagros lo empujó fuera de la puerta tan pronto como pudo y la cerró tras de sí, mirando fijamente a la mujer en la cama.

Isaias se acostaba allí tranquilamente, con todo el cuerpo desnudo, claro y liso, como si fuera una delicada muñeca de porcelana.

El hombre entrecerró los ojos peligrosamente, y el pulso se le aceleró violentamente al instante.

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