(COMPLETO) Mi Maldita Obsesión romance Capítulo 12

Cristóbal Manckenzie

Hoy voy a la empresa de Bárbara. Necesito verla, sentirla, estar junto a ella, discutir por nada, verla enojada y tímida en mis brazos. Esa mujer me vuelve completamente loco en tan poco tiempo y ya sea a vuelto en Mi Maldita Obsesión, me encanta su perfume a rosas, la forma de hablar, de cómo me mira; todo de ella me encanta y estoy obsesionado con hacerla mía por completo.

Subo al ascensor hacia el piso correspondiente, saludo a su secretaria Rosa y me encamino hacia la oficina de Bárbara. Toco antes de entrar y recibo como respuesta un adelanté.

--Buen día señorita Medina-digo llegando al escritorio y sentándome en la silla en frente del mismo.

--Buenos días señor Manckenzie, usted tan temprano por aquí ¿Qué se le perdió?-pregunta mirándome a los ojos por primera vez que entre.

--¿Durmió bien anoche?-pregunté un poco preocupado.

--Fíjese que sí, no ronque en toda la noche-bromeó colocando sus manos en el escritorio-. No me ha dicho que necesita-insiste.

--Pasaba a verla y a disculparme en la forma de cómo...-interrumpe cerrando sus ojos.

--Basta... Por favor-murmuró respirando profundo-. Está bien acepto sus disculpa, se puede retirar señor Manckenzie-dice.

A eso me refiero cuando digo que necesito verla, ella saca la fiera que llevo dentro con sólo sus gestos y su belleza.

Pongo mi espalda en la silla y mis ojos van directo al escote que tiene tres botones abiertos, ella evade mi mirada y su respiración se vuelve pesada. Muerde su labio inferior y me tengo que aguantar para no lanzarme a por ellos.

--Acércate...-le ordenó, no recibí ni un movimiento de ella pero me gusta que me rete-. O es que tienes miedo de no poder resistir-expresé con una sonrisa de lado.

Miradas de batallas es lo que estamos haciendo, ella no quiere perder y yo no voy a dejarme intimidar.

Lleva una de sus manos al frente de su cuello y baja lentamente por su escote sin quitarme la mirada de encima. ¿Huelen eso? ¡Si! ¿Me está provocando? ¿O retando? Si es las dos situaciones porque sigue mordiendo su labio. Mi autocontrol se fue a la mierda.

Me levanto como una fiera buscando a su presa, la levanto por la cintura y la pongo arriba del escritorio le abro las piernas y me colocó entre en medio de ellas.

--¡Ya es suficiente!-gruñó-. Te gusta provocar-susurré junto a sus labios.

¡Y por fin! La bese cierro los ojos para disfrutar del sabor de su boca, nuestras lenguas se encuentran y se mueven en una melodía deliciosa. Nuestro beso es el que provoca, suspira, que roza, acaricia, lame y muerde y nos apropia de ese encantador placer, su mano busca hundirse en mi pelo, acariciar lentamente la profundidad de mi pelo, mientras nos besamos, si nos mordemos el dolor es dulce porque ella es como una flor. Nos separamos por falta de aire y nuestras frentes se juntan para respirar un mismo aire.

No decimos nada, un silencio necesario para recordar lo que acabamos de hacer.

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