COMPRADA POR EL JEQUE (COMPLETA) romance Capítulo 24

Amanecí mareado en un lugar extraño que no conocía, tenía un poco de consuelo con la mullida cama, mi cabeza daba señales de que aún estaba en mi cuello, pues me dolía y pesaba como quinientos kilos.

Me di cuenta que estaba en una especie de tienda de campaña, no había separación, cojines y mesas como las del centro que tienes en nuestra sala, montones de alfombras que creo que valían mi riñón.

Tenía una especie de cocina, y un lugar cerrado imagino que es el baño.

¿Qué estaba haciendo allí?

Me levanté de la cama, e inspeccioné para ver si había alguien allí, pero no había, había una especie de puerta, y ahí fui.

Necesito salir de aquí, urgentemente.

Pero cuando salí por esa abertura que parecía una puerta, me encontré con arena, algunas personas mirándome como si fuera un extraterrestre y tiendas de campaña más pequeñas que yo.

- Mierda, ¿estoy en el desierto?

Una mujer vino a mi lado, habló en un portugués terrible, no entendía mucho de lo que decía y tampoco a mí.

Me llevó a una bañera, entendí que era para quitarme la ropa, puso unos aceites en el agua, yo no me iba a quitar la ropa al lado de un extraño, en una carpa en medio de la nada.

Me pidió que me lo quitara una vez más y luego me quiso bañar y ahí tuvimos una batalla y yo le pedí que saliera a bañarme sola.

Ella se fue y me dejo ahí, me quite la ropa temí que apareciera alguien me metí en la bañera y la mujer apareció de nuevo frotándome con unos aceites y diciendo ´´masaje, masaje`` así que la dejé hacer masaje y wow, esto es delicioso.

Su nombre era Mayla, era una chica de unos veinte años, morena y muy bonita, su piel daría envidia a cualquier mujer, sus ojos marrones muy expresivos y sus manos como las de un hada, estaba tan relajada.

Después de la ducha me ayudó a ponerme un conjunto extraño, todo cerrado con ese calor.

Y después de quejarse del calor, encendió el aire acondicionado y se puso más agradable.

Mayla trajo una bandeja de frutas, té y algunas galletas.

Tenía hambre, quería comida de verdad.

- ¿Mayla tiene algún otro tipo de comida?

- No señora, solo tenemos esta comida, a la señora no le gusta la comida de Mayla.

- Está delicioso, pero igual voy a tener hambre.

- Mayla trae más si aún quieres.

- No gracias, está bien - Miré hacia la puerta y decidí asomarme, quién sabe si podría escapar.

- Señora, no puede irse, tiene que quedarse aquí en una carpa, son órdenes - la tomó del brazo.

- Mayla quien te dio las ordenes?

- Señora, no se complique, Mayla, estoy siguiendo órdenes - señaló hacia la tienda - Señora, usted no es feliz, aquí hay lujo, mire.

- Que lujo Mayla, ¿crees que hospedarse en esta carpa tiene algún lujo?

- Señora muy ingrata, porque aquí tiene lujos sí, y sabe que mucha gente sobrevive en el desierto con menos.

- ¿Solo quiero saber quién me secuestró?

No estoy aquí por voluntad propia.

- Yo no la secuestré, señora, estoy siguiendo órdenes.

- Exijo saber dónde estoy.

Afuera había hombres mirando, y pensé que como fui víctima de un secuestro, ya no entendía que necesitaba escapar, así que seguí observando el lugar y trazando una ruta de escape.

- Señora, cámbiese de ropa para la cama.

- Puedes ir Mayla, me vestiré sola, gracias.

- Señora tengo órdenes de ayudar señora, soy su señora y la ayudo siempre.

- Mayla, hoy no quiero ayuda, será nuestro secreto – tomé sus manos – ve a descansar y gracias por tu ayuda.

Mayla hizo una reverencia y aunque no le gustó mucho, se fue.

Era mi turno de salir de allí.

Salí, miré a mi alrededor para ver si Mayla estaba por algún lado y ya no estaba, tomé el cuchillo que estaba guardado que robé a la hora del té y luego corté la tela con un poco de dificultad.

Saliendo por el agujero que logré abrir, me di cuenta.

- Estoy en el desierto, ¿cómo voy a salir de aquí?

Estaba en un desierto interminable, hacía frío y mucho viento, me alegro de que el atuendo loco de Mayla me abrigara, pero todavía estaba temblando.

Vi un jeep, estacionado al lado de una carpa, y pensé, lo voy a robar y me voy.

Me acerque al jeep y para mi felicidad la llave estaba adentro así que encendí el auto y uno de los guardias abrió la puerta y me tomo del brazo sacándome.

- A dónde crees que vas – me apretó más el brazo – Te garantizo que no puedes ni salir del campamento.

- ¿Quién piensas que eres?

- Intenté soltarme el brazo - Me voy, sí, no soy prisionera de nadie ¿qué quieren de mí?

- Está a millas de distancia de la próxima ciudad, señora, pero si quiere ir y que el jeep se quede atascado en la arena, siéntase libre y quédese ahí helado durante la noche - sonrió burlándose de mí - Ha estado en el desierto antes, durante el día sentirás mucho calor, puedes estar seguro, el sol y el calor del desierto no se parece en nada a lo que has visto – Se fue tirando de mí – La mejor opción para ti es quedarte en tu quietud tienda y siga mis órdenes.

- ¿Quién piensas que eres?

No tengo que seguir tus órdenes, quiero saber por qué estoy aquí – Traté de liberarme – Porque seguramente secuestraste a la mujer equivocada.

- Soy el tipo que está cuidando tu seguridad y sé que hay hombres en el desierto que te harían mucho daño, y no te gustaría lo que hacen, tienes que entender que no estamos en Brasil. - me miró a los ojos - Aquí la mujer debe obedecer.

- ¿Las mujeres tienen que obedecer?

Bueno, sé que no quiero estar aquí y quiero irme.

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