COMPRADA POR EL JEQUE (COMPLETA) romance Capítulo 28

helena

Rajj vino hacia mí y se acabó el juego para mí y mi hambre.

Este hombre cuando quiere algo lo persigue, me sentí como un animal en una cacería.

Rajj vino, como un león para matar su juego.

Me puso sobre la mesa y rasgó la camisa que tenía puesta, me dejó con los pechos afuera y me los chupó desesperadamente, me arrancó la canción de samba y la rozó y su lengua sobre mi sexo me retorcí en esa mesa, como quería ese hombre y yo te extrañamos mucho.

Y exploté en el placer tan enloquecedor con su lengua jugando con mi intimidad.

Se levantó, se abrió los pantalones y sacó ese miembro duro y brillante.

- Necesito meterme dentro de ti Helena – gruñó para decir.

- Que estas esperando.

Entró, duro y firme como a mí me gustaba.

Él almacenó.

Estaba gimiendo, aunque un poco fuerte, creo que las personas que estaban en la casa nos escucharon, pero quería satisfacer mi deseo por el hombre frente a mí.

- Pensé que te iba a perder – me besó y se fundió conmigo.

- Y pensé que iba a morir en ese desierto.

Me abrazó con tanta fuerza que sentí que iba a huir de él, sus dedos se hundieron en mi carne y probablemente me pondría púrpura.

¿Cómo iba a huir de Rajj si ya no podía prescindir de él?

Empujones cada vez mayores mientras decía palabras en árabe que no entendía en absoluto.

Solo sabía gemir, se sentía tan bien, cada entrada y cada salida, un gemido de placer susurraba por mi boca.

Me abrazó con tanta fuerza que me apreté con mi intimidad y él gimió y se vertió dentro de mí, diciendo palabras que no pude identificar mientras gritaba de placer.

Fue al baño y yo me acosté en esa mesa, exhausta, Rajj estaba muy intenso y luego volvió en bata y me bajó de la mesa y me vistió.

- ¿Quieres desayunar en tu habitación o en el comedor de aquí abajo?

- Rajj quiero comer, urgente - no importa donde - tengo más que hambre, si tarda un poco más te como.

- No, quien te come aquí soy yo.

Me llevó a un comedor donde había una mesa puesta para mi deleite, comí como loca, me iba a sacar la barriga de la miseria.

Después de casi morir necesito disfrutar más de la vida.

Así que decidí aprovechar al máximo lo que la vida me daba y la comida era como pasarla bien como una reina.

Rajj se quedó a mi lado por un rato, observando.

- Rajj, quiero hacerte unas preguntas, ¿puedo?

- Sí Helena.

- ¿Donde estoy?

- Estás en la Casa Blanca de Mohamed en Shariff.

- ¿Cómo terminé en Shariff?

– y le pregunté.

- Te traje aquí, y ya sé que vas a preguntar cómo, te ahorraré tiempo.

Mohamed me llamó y me dijo que Shariff estaba en problemas con los rebeldes y que tú estabas en peligro en Nueva York y que había gente siguiéndonos, así que Mohamed tomó a uno de nuestros soldados y te trajeron.

- No puedo creer que fuiste tú quien armó todo esto, recuerdo estar en el restaurante cuando ese hombre enorme me drogó – estaba furioso – ¿Por qué no me dijiste amablemente que viniera?

- En primer lugar, ni siquiera se suponía que estuvieras en ese restaurante con Alan - levantó dos dedos - En segundo lugar, les pedí que te agarraran, porque si te hubiera dicho que vinieras amablemente como dije, habrías puesto varios obstáculos - uno más dedo - tercero si era un secuestro perderías a los hombres que te seguían, se perderían con el secuestro que no era de ellos y también había una nota en el periódico hablando de tu desaparición y que nosotros no saber si estabas vivo o muerto, solo Mohamed y yo sabíamos dónde estabas y algunos de nuestros hombres de confianza, pues eras un blanco fácil, y Mohamed se ocupó personalmente de tu seguridad.

- Entonces Matt no sabe que estoy vivo y mi familia Rajj, si se enteran de esto se volverán locos, Dios mío - Me puse las manos en la cabeza - Estás loco como me haces esto sin incluso diciéndome y dejando que todos pensaran que fui secuestrado o asesinado.

- Matthew piensa que estás secuestrado y Alex también - sonrió - Es un buen castigo para ellos, por ayudarte a conocer a Alan Barack y ya hablaremos de eso - señaló con el dedo índice - Y tu familia no No sé nada, no soy un aficionado Helena.

- Realmente puedo ver que estás loco - era mi turno de señalarlo con el dedo - ¿Cómo me involucré con este hombre, donde estaba con mi cabeza.

Vino a mí, yo estaba sentado en la silla con las manos en la cabeza, porque yo no creía en toda esa locura.

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