Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 30

Luna se queda sorprendida e intenta retirar la mano que Macos ha agarrado, pero cuando se mueve, él la sujeta con más fuerza y ella no puede sacarla.

Luna suspira, mira a Macos frente a ella y recuerda su pasado y su acuerdo. Hay algo de dolor en su corazón.

Macos, si es sólo por mi madrastra, tal vez todavía me iría contigo ahora, pero es diferente. Mi primera noche de sexo, todo sobre mí, incluye a Emilio, todo se interpone entre nosotros.

«No puedo hacer eso...»

Antes de que Luna pudiera responder, Macos se desespera aún más, ante un terrible dolor, pero se aferra a su muñeca y se niega a soltarla.

De repente, toma a Luna del asiento de al lado en sus brazos.

Agarrándose a Luna mientras ella lucha y huye, Macos dice con voz sollozante:

—Dame un abrazo, Luna, dame un abrazo, por favor...

Su voz es baja y dolorosa, y la frenética lucha de Luna se detiene de repente, y su corazón está en estado de agonía. No sabe qué hacer.

Pero ahora, Emilio, con gafas de sol oscuras, ve la escena a través de la ventanilla de su coche, al otro lado de la calle. Ve claramente la mirada de Luna, que no es la que le miraba a él..

Y permitió que el hombre la sujetara...

Emilio se enfurece y aprieta los puños:

—Luna, ¿quién se ha indignado tanto con mi aventura? ¿Y qué haces ahora?

Sin motivo alguno, Emilio siente como si le hubieran quitado algo del corazón de repente. No le gusta este tipo de sentimiento, que le hace estar enfadado, furioso. Da un puñetazo en el respaldo de la silla del coche, mira fijamente a las dos personas del café y sube la ventanilla.

El conductor que va delante del coche ve esa expresión de Emilio y se estremece:

—Jefe, ¿a dónde vamos ahora? —pregunta con cautela.

Nunca ha visto a Emilio enfadarse tanto por algo así que da miedo.

Emilio no responde, sino que sigue pensando con los ojos cerrados. No conoce al hombre que sostiene a Luna, pero la intuición le dice que la relación entre ellos no es sencilla.

«¿Podría ser el hombre al que Luna le dio la primera noche de sexo?»

Con eso en mente, la ira de Emilio crece aún más al pensar en ella acostada bajo ese hombre. No quiere admitir que está celoso.

Pasa mucho tiempo antes de que Emilio abra la boca y diga:

—¡Conduce!

El conductor está desconcertado y no sabe a dónde va, así que vuelve a preguntar con cuidado:

—¿A dónde vamos, jefe?

Emilio grita impaciente:

—¡He dicho que conduzcas!

El conductor está tan asustado que no se atreve a hablar más, y entonces tiene que arrancar el coche y marcharse.

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