"Cupido" caído del cielo romance Capítulo 31

Paulinase suspendió, y de repente se ahogó por la saliva, tosiendo fuertemente y sospechando que si ella sí misma estaba tarda de oído. Le preguntó con voz increíble, -¿Qué? ¡No me digas! ¿Qué me has dicho?-

Marcos estaba sentado con vestido bien arreglado y con toda seriedad sin cambiar de color, luego lo repitió, -Cásate conmigo, he lo dicho.-

Azorada e incómoda,

Pensaba por qué él le dijo las palabras tan pánicas repentinamente.

Además, ¿para qué le pidió la mano de manera como le vino de repente al pensamiento la idea?

-Señor Marcos, no me hagas broma, y no tiene ninguna gracia. Jaja.-

Le dijo con risa fingida fijando la mirada en el hombre ante ella y deseando que sintiera algo bromeado en su cara.

Pero no, en su expresión únicamente se mostraba la seriedad.

-Yo lo hablo en serio. -Marcos estaba en actitud solemne.

Paulina se hallaba llena de extrañeza, pensando- ¿Estás en serio? Nosotros dos nos hemos conocido unos días antes, ¿ahora me hablas del acontecimiento de la vida?

No era fácil de mantenerse tranquila ella. Le preguntó- Señor Marcos, ¿cómo se te ha ocurrido esta idea de pronto?

El asunto tan importante como el matrimonio, lo se debía decidir a través de la reflexión a fondo. ¿Cómo podía él plantearlo sencillamente como tomó una comida?

Parecía estar suspenso por la pregunta.

De hecho, acababa de decirlo sin considerar bien completamente. Lo hacía con imprudencia.

En ese momento no le faltaba tiempo para meditar, pero todavía no sabía por qué se le había pasado la idea de casarse con ella.

En otra parte, él nunca pidió el matrimonio a nadie. Después del impuso, él notó lo inapropiado suyo.

A pesar de todo, las palabras que habían salido de él eran demasiado antojadizas.

El ambiente se heló inmediatamente.

En cambio, Paulina se liberó de la nerviosidad, sentada allí y esperando la contesta de Marcos.

Finalmente, él no le dijo nada durante mucho tiempo. Le miraba involuntaria y incrédulamente

- Señor Marcos, ¿acaso me pides la mano debido a la razón de Esteban?-

Este hombre estaba suspendo. Tras considerar un rato, le contó- Parece sí...-

Un momento antes, vio que ella sostenía a Esteban llevando la actitud suave, por eso el impulso que acababa de brotar perdió el control.

Al escuchar su contesta, la chica no supo si llorar o reír de inmediato, -Señor Marcos, no hace falta tú hacerlo así. Yo cuido a Esteban, porque me gusta él realmente. No quiero ver que él sufre del daño ni la tristeza, por eso he hecho todo esto. Sin embargo, yo nunca he pensado totalmente que reclame alguna devolución, ni más que me prometas el matrimonio.-

Los ojos de Marcos se quedaron hoscos cuando oyó las palabras, -¿Sientes repugnancia conmigo? -

La chica estuvo pasmada, luego le explicó apresuradamente - No, ¿cómo es posible que te sienta yo repugnancia a ti? Con tu nobleza, en toda la Ciudad J hay un número de mujeres que quieren casarse contigo, y no tengo la facultad a que no me gustes.-

-¿Pues por qué me has rechazado?-

Le preguntó el hombre arrugando el entrecejo, y el gesto era muy malo.

Al notar que él estaba de mal humor, la chica se asustó, y tragó saliva. Le dijo, - El motivo es obvio, ¿no? ¡Qué ridículo es! Pon la vista en el matrimonio, que tiene relación con todos los aspectos de la vida. ¡No es tan simple como lo que piensas!-

Marcos frunció el ceño más fuerte, prguntándole, - ¿Por ejemplo?-

-Por ejemplo, ambas las partes tienen que conocerse bien, luego establecerán la base del sentimiento, y finalmente se combinarán las opiniones de las familias de la pareja, ¿no? Creo que tal vez no sepas cuántos novios jóvenes hay hoy en día, cuando vayan a entrar en el palacio del matrimonio, sufren de la oposición de los padres, por eso al fin se ven obligados a separarse. Ni más que la familia tan grande y rica como Familia Leoz, y para ella, lo más importante es contraer matrimonio una pareja de igual condición y status social. Por eso, en realidad, pienso que nosotros... parece ser imposible que...-

Paulina le contó mucho para que él le entendiera, pero su voz iba bajando.

No tenía ella el miedo, sino que el rostro de Marcos era realmente malo.

Estaba sombrío como si la tormenta se le acercara, que era difícil que lo ignoraran.

Pero ella no tenía algún remedio.

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