"Cupido" caído del cielo romance Capítulo 32

Marcos como si pudiera saber lo que pensaba ella. Le consoló, - Tranquila, No voy a hablarte otra vez sobre aquel tema. Pero creo que no cambiaré mi idea durante corto tiempo. Si varias tu opinión, puedes contármelo en cualquier momento. En cuando a la manta, fue lavado ayer, puedes utilizarla con placidez. Hazlo para Esteban por favor, y perdóname la molestia.

Paulina estaba sin la intención de decir nada.

Si él siguiera usando el tema antes para que ella se quedara, ella se marcharía con toda la velocidad.

Pero él le detuvo aprocechando a Esteban, no le quedaba medio alternativo para rechazarlo.

Por eso ella tuvo que estar de acuerdo con él apretando los dientes, - Pues bueno.-

Marcos dio un suspiro de alivio, y le contó, - Descansa, y yo estoy en la habitación contigua, llámame en cualquier momento si pasa algo.

-Sí, buenas noches.-

-Que tengas un buen sueño.-

Luego él se volvió a marcharse.

Paulina estaba solamente en la habitación, debido a que había pasado mucho en esta noche, ella se quedaba fatigosa. Después de irse Marcos, se acostó en la cama y se durmió al lado del niño profundamente.

En medianoche, Paulina se despertó de repente por una ráfaga de calor.

Abrió los ojos confusamente, y tocó subconscientemente hacia el principio del calor. Ella sintió la mucha temperatura del niño finalmente.

Inmediatamente recobró el conocimiento por el pavor, se levantó apresuradamente y descubrió que el niño tenía fiebre ciertamente.

La temperatura por lo menos alcanzó 39 grados.

Ella se levantó de la cama precipitadamente y se dirigió corriendo a la habitación de Marcos. llamó a la puerta.

El hombre le abrió la puerta con los ojos soñolientos, vestido una bata de baño floja. Tal vez debido a que acababa de despertarse, su pelo estaba un poco desordenado. El cuerpo suyo emitía un aliento sensual y desenfreno que no podía describir con las palabras.

La hormona masculina llegó hasta ella, él estaba en pie aquí con temperamento perezoso y noble.

Paulina perdió el hilo, pero no tardó mucho en mantenerse calma. Le dijo, - Esteban tiene fiebre.-

El hombre se volvió serio, le consoló, - No te preocupes, voy a llamar al mayordomo.-

Paulina asintió con la cabeza, mirando a él que hizo todo esto ordenadamente: llamó al mayordomo para que tuviera contacto con el doctor, encontró el botiquín, sacó la medicina y dio al niño de tomarla, luego pidió a la sirvienta que le sirviera el agua caliente, frotando el cuerpo y tendiendo sobre la frente para descender la temperatura.

Mientras él lo hacía, Esteban murmuraba confusamente, - Tía Paulina, quiero a tía Paulina...

La chica se le acercó apresuradamente y se lo abrazó. Le consoló con voz baja y suave, - Tranquila, cariño. Tía Paulina está aquí.- Mientras tanto, pensaba- Gracias a la previsión del señor Marcos, puedo estar al lado de Esteban.

Daba vuelta y revuelta cuidando a Esteban unas horas, al amanecer, por fin, el pobre Esteban mejoró un poco.

Paulina casi no podía abrir los ojos por el sueño.

Marcos le dijo, - Descasa abrazando a Esteban, estoy a vuestro lado.-

-No pasa nada, yo puedo insistir. - Ella abrió los ojos forzadamente, pero los párpados pesados no tardaron mucho en aplanarse.

La apariencia provocó la risa de Marcos, y le contó, - Es mejor que duermas un rato. Ahora la fiebre ya ha bajado. Si él aumenta la temperatura de nuevo, te llamaré.-

-¡Uf! Bueno, pues voy a dormir. Tienes que despertarme.-

Paulina le indicó preocupadamente.

Afirmó con la cabeza, luego vio que ella se tumbó con obediencia y levantó la mano para abrazar al niño.

Una grande y otra pequeña, dos cabeza se recostaban mutuamente, se parecía tranquilo y feliz.

Sentado en el lado de la cama, Marcos se quedaba absorto mirándoles. Involuntariamente se inclinó y dio besos en sendas frentes.

El tacto suave calentó su corazón indiferente.

Los labios delgados se le acercó a la oreja de la chica, y dijo con voz baja, - Paulina, no puedes escaparse de mi lado.-

...

Esta vez, Paulina dormía profundamente, al volver a despertarse, ya eran las ocho de la mañana.

Esteban ya había bajado la fiebre, y ahora se sentaba en la cama comiendo papilla que le dio su padre. Al ver que ella se despertó, inmediatamente lanzó sobre ella, - Tía Paulina, ¿estás despierta?-

El niño cayó en sus brazos, ella se le abrazó apresuradamente y le contestó con sonrisa, - Sí, me he despierto, ¿qué tal? ¿Has mejorado y estás bien?-

Mientras decía, levantaba la mano para tocar a la frente.

Su pedre le contó, - Él está bien, ya es tarde, levántate, lávate y va a desayunar.-

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