Desde un matrimonio falso romance Capítulo 33

Al instante, la mirada del hombre se tornó seria, y estaba impregnada de una ira insondable.

«¿Me ha puesto los cuernos?»

Mariana sentía mucho calor, como si estuviera en el verano extremo, pero al momento siguiente le parecía estar en el invierno más frío, vacilando entre dos estaciones.

A lo mejor notaba la mirada indiferente del hombre. Mariana buscó la frialdad y apretó todo su cuerpo contra el de Leopoldo. Una sensación de frescor la invadió y le dejó evitar un gemido agradable.

Leopoldo enarcó las cejas sin saber si alguien le había dado esa droga o si ella la había tomado por su propia cuenta.

Las suaves y tersas manos de la mujer no dejaban de deslizarse en su cuerpo, calientes y urgentes.

Finalmente, excitado por la lujuria de la mujer, Leopoldo empujó bruscamente a Mariana sobre la cama y se apretó contra ella.

Quienquiera que hiciera tal cosa, ella seguiría sin tener nada.

La luna se escondía tranquilamente tras las nubes, como si fuera tan tímida que no podía observar la pasión emocionada en la cama, y por eso el cielo nocturno se volvía más oscuro.

Al día siguiente, las rayas del sol entraba en secreto desde la ventana y se extendía por toda la habitación, creando un ambiente cálido y tranquilo.

En la cama estaba acostada Mariana, con el delgado edredón cubriendo holgadamente su cuerpo, revelando sus brazos delgados cubiertos de marcas rojas de besos, y su cabello liso estaba extendido por la limpia almohada blanca.

Después de un buen rato, la mujer gimió y se despertó tranquilamente, mirando al techo con confusión, con una expresión ligeramente aturdida.

Las piernas dobladas se estiraron inconscientemente, y en un instante, un dolor le golpeó, haciendo que Mariana frunciera el ceño ferozmente.

Un sentimiento tan familiar...

Volvió a recordar el día en que Leopoldo estaba borracho y ella se despertó en su cama sintiéndose igual.

«Anoche...»

Mariana ignoró el dolor y se sentó de inmediato, examinando las manchas moradas que se cruzaban en casi todo su cuerpo. Ella tenía muy claro lo que esto representaba.

Bajó la mirada, y esbozó una sonrisa amarga, algo impotente.

Ahora que ella se lo pensaba bien, suponía que debía haber algo mal en los cócteles del karaoke.

«¿Pero quién me ha hecho tal cosa?» De todos los presentes, sólo Andrea le guardaba rencor.

«¿Me dragó deliberadamente para que Leopoldo me viera liarse con otro hombre?»

Mariana levantó las comisuras dibujando una sonrisa de burla, temiendo que ese resultado la decepcionara.

Aunque su conciencia estaba borrosa al final, Mariana sabía exactamente quién era el hombre con el que ella estuvo anoche.

Fue Leopoldo.

«Pero así, ¿qué va a pensar de mí?»

Mariana sonrió con amargura e inclinó la cabeza, mientras enterraba sus mejillas en las manos. No quería afrontar la realidad.

En la oficina del presidente del Grupo Durán.

El asistente estaba informando diligentemente sobre la agenda del jefe para el día, pero cuando levantó la vista, descubrió que el jefe juegueteaba inconscientemente el delicado bolígrafo en su mano, y miraba perezosamente hacia la esquina del despacho, como si no hubiera escuchado lo que acababa de decir.

Vaciló un poco, sin saber si detenerse y recordárselo al jefe o seguir leyendo.

«¿Desde cuándo este adicto al trabajo como el señor Durán tiene una expresión semejante, sin preocuparse por su trabajo?»

Tal descubrimiento hizo que el asistente se sorprendiera un poco.

—¿Por qué no sigues leyendo?

Leopoldo miró al asistente con las cejas levantadas, un poco impaciente.

—Lo siento —el asistente agachó la cabeza respetuosamente y trató de suavizar su voz mientras seguía informando sobre su agenda de trabajo.

El bolígrafo giratorio se le escapó de sus delgados dedos y se cayó en el escritorio. Leopoldo se miró su propia mano, como si aún pudiera sentir el suave tacto de la mujer de la noche anterior. Y él recordó bruscamente el delicado aspecto de Mariana tumbada sobre la sábana blanca y suave, muy diferente de la inocente y tranquila que solía ser.

Leopoldo alargó la mano y se frotó los sienes. Sus ojos se volvieron un poco más serios.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Desde un matrimonio falso