El Alpha Millonario © romance Capítulo 30

Capítulo veintinueve

El rico aroma de huevos revueltos y tocineta me despiertan y me levanto de golpe.

Mala idea.

Agarro mi cabeza tratando de hacer que el dolor se vaya, pero no es tan práctico.

Me enfoco en donde estoy. Una cama gigante, un ventanal del tamaño de una pared con cortinas verde oscuro, una puerta diferente en cada extremo y lo más peculiar, el techo pintado de blanco. Dirijo la vista a mi cuerpo y me encuentro con un pantalón gigante negro y una franela blanca.

Esto es de Wade definitivamente, pero, ¿por qué el avión cambió tanto?

—Yo iré a verla te guste o no, es mi hija y por lo tanto soy tu suegra y no me lo puedes prohibir—junto mis cejas. Hasta la voz de mi madre estoy escuchando, miro todo a mi alrededor y es cuando caigo en cuenta de que no estoy en el avión.

—Ella está dormida, déjala tranquila —en definitiva, ya sé en donde estoy.

Estoy en el cuarto del ricachón.

Las puertas se abren y Elizabeth queda estática mirándome. Mis pies y manos reaccionan y me abalanzo contra ella —Madre, te extrañé, sé que fueron pocos días, pero te extrañe. Lo siento, lo siento mil veces, lo siento por lo que dije e hice —la aprieto más contra mí sintiendo ese calor y dulzura que solo una madre te puede dar.

—Una semana, una semana sin verte y me tenías angustiada niña, sé que soy intolerante, pero porqué me dejaste solita, yo me sentí culpable de que te llevara ese idiota—jadea.

Me separo de ella para limpiar las pocas lágrimas que brotan de sus ojos —En la nota que él me hizo escribir creo que deje claro que no era por ti, Elizabeth —tomo sus manos y levanto mi vista a sus ojos —Deja de pensar tonterías —suspiro.

Tira su cabello hacia adelante escondiendo su vista de mis ojos —Tú le dijiste a Matías que no me querías ver y él me sujetaba para que no subiera a verte —suelto sus manos y llevo su cabello hacia atrás.

—Elizabeth eres mi madre y por alguna u otra razón igual te buscaría para hablar, solo que esa vez estaba algo dolida, porque no me contaste, no confiaste en mí...

Señala detrás de ella —Él me dijo que no te contara, que él lo haría —asomo mi cabeza por un lado para ver a Wade recostado del marco de la puerta. Alzó una ceja y lo fulmino con la mirada, él rápido sonríe y se muerde los labios haciéndome recordar lo del avión.

Mierda, que sexy es.-

Lo sé nena, lo sé.]

¿Quién mierdas eres? Me tienes estresada.-

¿A quién tienes en el marco de la puerta?]

¿Wade?-

Exacto bebé.]

Hablaremos más tarde.-

Solo no te pongas provocativa.]

Sí, como no.-

—¿Sara? SARA—Elizabeth me toma de los hombros.

Reaccionó —¿Qué pasa? —digo observando su cara ahora más cerca de la mía.

—Te perdiste o algo, quedaste muda por tres minutos.

Niego —¿Elizabeth, tienes ropa mía? —alzo mi mirada a sus ojos. Esperen...

¿Ella está más alta que yo?

Me alejo un poco y veo su aspecto. Claro, los clásicos tacones de aguja —¿Tú que haces con esos semejantes tacones? ¿Te quieres caer o qué? —cruzo los brazos en mi pecho —Elizabeth, responde.

Suspira —Lo que pasa es que me escogieron para ser modelo en un evento a beneficio de fundaciones sin recursos económicos, entonces, tengo que aprender a usarlos, ya que la instructora dice que esos son los que se deben llevar o al menos para mí que soy enana. Eso es como subastas por parte de personas del público —junto mis cejas.

—¿Y Matías está de acuerdo con esto? —cuestiono achicando mis ojos.

Sonríe —Él dijo que me compraría, aunque se quede seco de dinero —doy dos pasos hacia atrás.

Alzo mis cejas —¿Por qué seco? — camina hacia la cama de Wade y sin pensarlo dos veces se tira.

—Estos tacones ya me están matando y respondiendo a tu pregunta, Matías piensa que tiene dinero como agua, o sea que tiene mucho — ruedo mis ojos.

Los millonarios y sus cosas.

—Y mi ropa, ¿tienes o no?

—Creo. No sé, pero puedo decirle a Wade que te mande a comprar.

—No hace falta —me sobresalto al escuchar su voz potente detrás de mí.

Agarra mi mano y me conduce a su armario, abre la puerta y al final de tanta ropa suya empiezo a ver un sin fin de cosas de mujer.

—Toda esta ropa que está aquí es tuya, si quieres que le agreguen algo me dices y yo lo compro, no hay problema —veo los closets gigantes, los estantes de zapatos, cajones grandes, espejos—¿Está bien para ti? —suelto mi mano de su agarre y jalo su cabeza hacia mí, choco mis labios con los suyos y sus manos rápidamente viajan a la parte baja de mi cintura, me aprieta contra él y siento como su cuerpo cobra vida conmigo.

Me separo —Ricky Ricón, aquí no —muerdo su labio inferior —Puedes salir, voy a bañarme.

—Lo que diga mi luna —sonrío y tomo su mano para regresar. El cuarto se llena de ronquidos y volteo a ver a mi madre durmiendo —Ha sido muy difícil para ella dormir desde que le dejaste de hablar, tírale las sábanas por encima y déjala allí —hago caso a su orden y doy un beso en la frente de mi madre —estaré abajo por cualquier cosa —asiento y camino nuevamente a Wade para darle un último beso.

Él sale y yo voy a el baño para tomar una larga ducha relajante, salgo con una toalla envuelta en mi cuerpo y camino al armario. Sorprendida de tanta ropa me voy por un playsuit blanco de encajes, ya que hoy quiero estar lo más tranquila y fresca posible.

Parezco vieja.-

Cariño, estás vieja.*

Nadie te pregunto.-

Sacudo mi mente y abro otros cajones hasta encontrar la ropa interior, ya teniendo esto me lo pongo y cierro todo para ir a los estantes de zapatos, elijo unos cómodos y al lado tomo un abrigo gigante color chocolate.

¿Esto estará bien para mí?

Me observo en el espejo lo demasiada arreglada que voy. Pareciera como si fuese a salir y es que no estoy acostumbrada a esto.

Suspiro. Con el abrigo en la mano llego a la peinadora y reviso todos los estantes.

¿Cuánto debió haber costado esto?

Tomo un cepillo y peino mi cabello para que se vea algo más decente, veo los labiales y demás cosas, alzo mis manos y la retrocedo instintivamente.

No sé cómo usar estas cosas.

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