El Alpha Millonario © romance Capítulo 5

Capítulo cuatro

¿Alguna vez han dormido en una cama grande, amplia y suave, con sábanas de lino y colcha para el frío?

Pues así es donde yo estoy acostada, pero a pesar de haber dormido mucho tiempo, siento que necesito algo y ese algo es un peluche.

Abro mis ojos de par en par, me levanto y camino hacia la puerta, tomo el pomo de esta y escucho un ruido estruendoso en dirección al baño. Mi corazón late rápidamente y la idea de que un fantasma ronde por el cuarto me pone la piel de gallina, abro cuidadosamente y salgo corriendo por los pasillos hasta llegar a las escaleras, bajo como alma que lleva el diablo y tranquilizo mi agitado corazón.

Siento que me va a dar un paro cardíaco.

Levanto la mirada. Ahora lo único que me calmara es un poco de comida.

Mis pies andan por si solos hasta encontrar la cocina y su radiante fachada de ricos. Tiro de la puerta y camino directo a la nevera, la abro y me encuentro con todo tipo de cosas deliciosas y otras no tanto.

¿Acaso aquí vive toda una familia como para tener un frigorífico de dos puertas lleno de comida?

¿Esto es el cielo?*

Claro que no, loca.-

Ya cállate, me enojas. *

Soy tú, lo recuerdas. -

Lo sé, pero la versión fea e inestable*.

A veces me pongo a pensar sobre el ¿por qué peleo con mi mente? si ella soy yo, solo que ahí adentro y fastidiosa y loca y...

Cállate ya y enfócate en la comida, luego en buscar un peluche.-

Sí, mamá*.

Saco un pan de pasitas, la mermelada de piña y un suculento jugo de naranjita. Preparo mi sándwich y me lo termino rápidamente, bostezo y mis ojos piden estar cerrados otra vez.

Junto mis cejas, cada vez que como me da sueño... Tal vez sea diabética.

Subo las escaleras con toda la pereza del mundo y a mi mente llegan vagos recuerdos de Wade. Creo que fui un poco dura, sobre todo porque el niño de último estaba desesperado por encontrarme.

Sacudo mi cabeza y toco madera otra vez.

¡Wao!

Si así de rápida puedo subir ciento cincuenta escalones solo por estar pensando en él, ahora como los subiré pensando en sus cuadritos ovalados.

Que sexy deberían verse.

Además, no son ciento cincuenta escalones, es solo para darle dramatismo a mi mente.

Me enfoco en buscar un peluche y entro en la primera habitación sin tanto éxito, nada solo una cama vacía; entro en la segunda habitación y nada, solo un cuarto lleno de juegos y una súper pantalla; entro a la tercera y encuentro un baño gigante, entro a la cuarta y veo a mi mamá dormida con Matías, entro a la quinta y...

Espera, ¿mi mamá y Matías así de acurrucados?

¿No estaré viendo mal?

Abro la puerta nuevamente y si, efectivamente ellos parecen un mafa y uno aquí con frío. Niego internamente y cierro la puerta despacio. Prefiero ir a las habitaciones del lado izquierdo, ese lado espantoso.

Camino a la primera y me encuentro un cuarto lleno de fotos y posters con una cama celeste en el centro de la habitación. Definitivamente este no tiene peluches.

Entro al segundo y veo una cama grande con una señora acostada. Junto mis cejas, creo que debe ser la ama de casa porque tiene el uniforme a un costado.

¡No la dejan descansar!

Cierro la puerta y voy a la tercera donde unas paredes rosas me hacen llorar, esto es tan chillón. Observo todo el lugar y mi vista se topa con distintos peluches.

Justo lo que quería.

Entro y jalo un perro gigantesco proporcional a mi tamaño. Salgo del lugar y camino en dirección a donde dormí mi primera siesta. Al llegar pongo mi oído en la puerta solo para percatarme de que no esté nadie y lo que escucho es el sonido de la calefacción hacerse notar.

Suspiro resignada. Abro la puerta y me fijo por todos los lados si hay rastros de alguna persona. No encuentro nada, puesto que lo otro tuvo que haber sido mi paranoia. Me encojo de hombros y camino hacia la cama, pongo el peluche en el lado izquierdo y yo en el derecho, lo abrazo y trato de quedarme dormida en una cama totalmente fría y algo desordenada.

¿Será que sudé antes y no me di cuenta?

Acomodo el peluche en el ángulo perfecto para volver a dormir y tan pronto como hago esto mis ojos se cierran.

...

Estiro mis brazos y siento algo suavecito y duro a la vez, se siente tan bien tocar esos huequitos y esas montañitas. Sonrío y paso mi mano varias veces, agarro el gigantesco brazo y me aferro a el.

Esperen.

¿Brazos?

¿Por qué esto tiene brazos grandes?

Junto mis cejas. Los peluches no tienen brazos, ni mucho menos son así de duros y con temperatura regularmente alta y mucho menos respiran.

¿Que respiran?

¡Que respira!

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