El Alpha Millonario © romance Capítulo 34

Capítulo treinta y tres

Es otro día.

Observo a Wade durmiendo plácidamente a un costado. Hoy también se ve tan lindo como siempre.

Salgo de la cama con cuidado de no despertarlo y camino hacia el baño para hacer mi rutina matutina, quito mi ropa y la dejo en el suelo tirada.

Ayer después de lavar mi boca por horas se fue el repugnante olor a ajo y cebolla y ese asqueroso sabor de mi paladar, fue horrible tener que restregar y restregar para quitarlo, no sé cómo Wade soporta tomarlo sin que le afecte.

Mis pies se desvían al jacuzzi, unas grandes manos me sujetan por la cadera y doy un pequeño brinco en mi lugar —Es lindo tener este hermoso panorama —niego y sonrío, muevo mi cuerpo para soltarme e inmediatamente me aprieta contra él —No hagas cosas de las que luego te puedas arrepentir —susurra en mi oído y da un suave beso en mi cuello mandando oleadas de placer a mi ser.

Giro y mis ojos quedan mirando el bosque de los suyos —Y... ¿Si yo quiero? —muerdo mis labios juguetona.

Toca suavemente mi mejilla derecha y acaricia mi espalda —Yo nunca pensé que me sentiría tan enamorado por mi mate, mi luna. Nunca pensé que trataría así a una mujer y mírame aquí, si me dices que tengo que matar a alguien voy corriendo y lo hago —rodeo mis piernas en su cuerpo y lo apego a mí, me levanta y escondo mi cara en su exquisito cuello.

Su aroma me enloquece. Ese toque de lavanda fresca es la mejor droga en el mundo.

Cierro los ojos y me dejo llevar por la inmensa sensación de seguridad y cariño de parte de Wade. Poco a poco entramos en el jacuzzi, me separa ligeramente y me voltea —Tengo que ir al despacho después de esto, porque necesito hacer una cosa —me recuesto a su pecho y tira con sus manos gotas de agua que se deslizan por mi cuerpo quitando todo el jabón.

—Está bien, solo no me dejes sola mucho tiempo, y quiero algo, no sé, ¿de comer? Quiero comer carne asada —da un beso en mi hombro y me rodea con sus brazos —no sé porqué quiero comer eso, pero lo quiero. Tengo —junto mis cejas — antojos.

Sonríe y se acomoda mejor —bajaré y le diré a nana lo que quieres comer para que lo preparé para ti—lo detengo antes de que salga.

—Tú no te has terminado de bañar conmigo.

Señala la ducha —Me voy a bañar de apuro—giña y me lanza un beso.

No dejo de mirarlo en su recorrido, su cuerpo alto y fornido está lleno de rasguños y algunas cicatrices, pero aun así no deja de ser hermoso —¿admirando las vistas?

Niego —¿No te puedo mirar?

Voltea —Cuando me taladras la espalda, no. Me siento acechado y en este caso yo soy el lobo feroz, y tú la oveja tierna.

Junto mis cejas —¿Por qué yo no puedo ser la loba feroz y tú la tierna oveja? —salgo del jacuzzi y camino hacia él —¿no puedo? —entro al baño y quedo a centímetros de su cuerpo.

Mi sonrisa juguetona lo hace negar sonriendo de lado —Digamos que yo soy el que mando —me acerco más quedando totalmente pegados, su imponente musculatura me cubre de toda el agua que cae en forma de lluvia por su inclinación a mi persona —yo soy tu Alpha —dice remarcando cada palabra a buen tono de voz.

Siento mis mejillas arder por la cercanía en la que está, y sobre todo, porque su sola presencia me da nerviosismo.

—Aun así, te puedo mandar —tomo el jabón escapando de su mirada y lo paso por su cuerpo. Wade no deja de ver lo que hago en cada momento, tratando de grabar este momento en su mente, se torna recto de un momento a otro y toma mi barbilla con fuerza y me encierra contra la pared.

—¿vienes conmigo o te quedarás un rato? —jalo de su mano derecha hasta sacar una toalla.

—vamos a ir amarrados—me pego a su pecho y él envuelve nuestros cuerpos—salgamos —caminando como pingüinos salimos del baño y entramos a el armario.

Suelto la toalla y camino directo al final moviendo mis caderas. Un bajo gruñido sale de sus labios—si no fuese porque lo que tengo que ir a hacer es importante no te dejaría salir de aquí —susurra y volteo a mirarlo.

Le doy una fugaz mirada y sigo con mi tarea sin tomarle tanta importancia porque sé que si lo hago él no dudará en hacer realidad lo que dice. La puerta se cierra y eso me confirma que Wade ya está fuera.

Me coloco ropa y al terminar me observo en el espejo.

No se ve nada mal.

Suelto mi cabello dejando que ese enredo caiga, camino hasta la peinadora y busco la peinilla para alisar un poco su mal estado, me vuelvo a ver y miro frente al espejo la cantidad de maquillaje que tengo sobre este.

Vamos, solo inténtalo una vez y ya.

Agarro un lipstick y la puerta del armario resuena por el lugar —Vaya, pero mi hijita por fin se ha dignado en tocar el maquillaje y veo que tu vestimenta es un poco más de esta época —giro rápidamente dejando el labial detrás de mí —no tengas miedo, yo te maquillaré hoy y será excesivo — mueve sus manos dramáticas —quiero que todos se den cuenta de que eres la mujer del Alpha— mueve el sillón y tomo asiento.

—¿Estás segura de lo que vas a hacer, Elizabeth?

Toma mi cara —Completamente. Ahora, cierra los ojos —hago caso a su mandato y me dejo llevar.

Una hora después y todavía mi cara puede sentir cada roce con las brochas que está utilizando —¡Muévete! Me estoy estresando —junto mis cejas.

—Abre un poco la boca y luego de esto te dejo tranquila— hago lo que dice y escucho pasos en la planta de abajo de un lado para otro. La mansión está muy movida —Listo, abre los ojos y dime que no estás bella.

Me levanto y antes de verme volteo hacia ella—No estoy bella —sonrío. Suspiro al notar su mirada de pocos amigos y volteo al espejo.

Definitivamente esta no soy yo.

Tengo unas enormes pestañas, labial rojo y mis ojos están medios pintados, mis mejillas tienen un pequeño rosado y mi cara tiene más forma de lo normal con el contorno. Miro mi todo yo frente al espejo sin poder creer lo que veo.

—¿Qué has hecho con mi verdadero yo? —el maquillaje definitivamente hace magia.

—Solo puse algunas cosas y ya, no seas exagerada —masajeo mi sien —ahora ponte este collar sencillo —observo la prenda en sus manos.

Al menos esto es lindo, pero no llamativo.

Elizabeth me coloca el colgante y sale corriendo a uno de los cajones de prendas, saca un reloj de gran pulso y tiro mis manos hacia atrás de mi cuerpo sin pensarlo —No me colocarás eso, mírame, ya estoy bien —me señalo de pies a cabeza y tomó asiento en el sillón con los brazos cruzados.

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