El Alpha Millonario © romance Capítulo 27

Capítulo veintiséis

Pov Sara

Tres días después.

Una de las cosas que no tuve en cuenta al llegar aquí es que él posiblemente tuviese una novia.

No lo pensé.

El caso es que para ella trabajo día y noche, complaciendo sus deseos como una sirvienta.

Si estuvieras con él esto no sería así.

—Sara, Sara—la escucho gritar desde arriba en el cuarto de los dos—Sara.

Lavo mis manos y contesto—Ya voy, patrona.

Abro la puerta de su cuarto y siento el aroma característico a cigarro pegar en mi nariz, hago todo lo posible por no toser —Dígame, ¿qué desea?

Ella voltea con una mueca de asco mirándome de arriba a bajo —Dios niña, cambia de aspecto, pareces una monja —una mirada desinteresada es lo único con lo que respondo —te llamaba porque quiero comer pasta, compra lo necesario y vuelve—me da un billete de veinte y me señala la puerta —vete, ahora.

La pregunta aquí es, ¿por qué no me he ido?

Sencillo. El viejo me tiene vigilada y si doy un paso fuera de mis límites soy mujer muerta.

Cierro la puerta detrás de mí y me encamino hacia el supermercado, antes de llegar me topo con el señor Alcibíades coqueteando con una adolecente. Alzó mis cejas y sigo mi destino, soy una total desconocida para él en estos momentos. Entro al super y después de escoger cada uno de los alimentos llego a la caja de siempre donde una muchacha de mi edad atiende.

—Son dieciocho con veinte —dice después de pasar todo por el mostrador, doy el billete y ella cobra —disculpa la pregunta, si tu familia tiene dinero ¿por qué tú estás así? el día de ayer pagaste con un billete de cien y antes de ayer también, no lo entiendo.

—Soy una sirvienta y solo porque veas a las personas con un billete de cien dólares dos veces y uno de veinte no significa que son millonarias.

Pero él sí.

Deja de recordármelo... Él ni siquiera ha venido a buscarme.

—Disculpa —doy una media sonrisa y salgo del lugar.

No quiero decir nada de mi vida, absolutamente nada, aunque la este pasando mal. Observo como sigue el señor ahí y paso de largo para llegar a la casa lo más rápido que puedo. Pongo la olla junto con el agua a hervir y también pongo la pasta para hacer lo demás y estar de una vez.

Escucho gemidos en la parte de arriba y sé que ella está con su amante, el vecino, subo a paso lento y toco la puerta —Pasa.

Abro la puerta —Disculpe que la moleste, pero el patrón está casi llegando a la casa, no deberían estar aquí —ella se levanta desnuda de este y empieza a ponerse la ropa, corre a la cómoda y busca en su bolso dos billetes de cincuenta dólares, viene hacia mí y me los da —gracias por avisar, voy a salir por la ventana y si él pregunta por mí le dices que salí con unas amigas, me llamas por cualquier cosa.

Y sin más sale por la ventana con su amante.

Cierro la puerta y me voy al sótano donde he estado viviendo, meto mi dinero en la alcancía y subo para terminar de cocinar.

Ya lista la comida me pongo a limpiar todo lo sucio y la casa otra vez. Sin nada que hacer bajo a mi cuarto y escribo en un cuaderno que encontré entre tanto polvo metido en una caja de recuerdos.

Hoy exactamente lo que he hecho es lo mismo de todos los días, limpiar, cocinar, avisarle a la puta novia del idiota que viene él para ganar algo de dinero y limpiar todo de nuevo, mi rutina diaria.

Cierro el cuaderno y camino arriba para ver por la ventana como los demás se divierten caminado y jugando, mi televisión diaria. En la parte de atrás escucho como el señor Alcibíades viene llegando junto con uno de sus amigos importantes.

—Sara —aparezco delante de él y su amigo le dice algo en el oído.

—Después te digo —me observa —sirve comida para él y para mí —camina hacia el comedor con el señor detrás.

Les sirvo a cada uno y desaparezco, después de media hora entro de nuevo al comedor para recoger los platos, mis ojos viajan al dinero que el viejo verde le da a él y apartó mi vista rápidamente.

Después de todo es él quien hace negocios por cualquier lado.

Levanto su plato y luego camino para tomar el otro, pero una mano en mi pierna me asusta y rápido pego un brinco lo más lejos que pueda de aquel viejo.

—¿Qué está haciendo? —susurro por lo bajo mientras observo como el señor Alcibíades camina hacia mí.

—Sara, Sarita, tienes que pagar todo lo que tú y tu mamá se llevo de esta casa y se me ocurrió que una de las maneras para que me pagues es que trabajes en un prostíbulo.

¿Cómo?

—¿Seré prostituta?

El hombre se levanta del asiento y camina hacia mí con paso firme —Puede que sí o puede que no—se acerca peligrosamente a mi oído —Después de que pruebes el sexo no dejarás de rogar por más —susurra.

Lo empujo con todas mis fuerzas y pateo justo su punto débil, corro escaleras abajo hacia el sótano y cierro la puerta.

De ninguna manera me atraparan.

Tomo el celular de emergencia que me regalo la novia del intolerante para que la llamara por cualquiera cosa.

Escucho detrás de la puerta los empujones, golpeteos y me hago una bolita en la cama hasta que escucho su voz —Sara, espero que sea importante —dice de mala gana detrás de la línea.

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