El Alpha Millonario © romance Capítulo 13

Capítulo doce

Pov Sara

Desde que llamé a Elizabeth no para de enviarme mensajes para saber cómo estoy y si necesito ropa. Sinceramente ayer no pensé que lloraría tanto por celular hasta que se me ocurrió la gran idea de verla y aprovechar para que ella me trajera algo de ropa.

No andaré por la vida solo con ropa prestada.

La cosa es que mi teléfono no deja de vibrar todo el día desde que me levanté hasta ahora aquí en Dhall Holding.

Por cierto, ¿Dónde estará el malhumorado Ricky Ricón?

Ayer se comportó de lo más raro conmigo y hoy pienso en él, pero ¿qué me está pasando? Trato de enfocarme en lo que dice el señor Santiago—Chicos lastimosamente paso un incidente y tenemos que reubicarlos, ahora sigan a la señorita Sofía a otro lugar —formamos una fila y veo a Paola levantarse de su silla y caminar hacia mi algo molesta.

—¿Qué sucede? —ella niega y solo mira al frente —¿ahora quién es la callada? Por eso no me gusta hacer amigos—susurro por lo bajo.

No sé qué le paso, desde que no acepté ponerme lo que me dijo está así, le expliqué que mi madre ya me había traído ropa y aún así quería decidir que me pondría. Ella se vistió con un pantalón blanco, una camisa negra y una chaqueta de jean sin mangas, y en cuanto a mí opté por ponerme un vestido rosa palo y las zapatillas blancas que me dio Paola, porque así me siento más cómoda.

Salimos de la sala en silencio sin molestar a nadie, pero enredo los pies al caminar y solo veo cuando soy sujetada por el profesor Santiago con tanta rapidez —Gracias —digo, escucho el sonido del elevador abrirse y no puedo evitar dirigir mi vista hacia él.

¿Será que de tanto pensarlo ya lo tengo a escasos pasos?

Veo a Paola tragar grueso, a un profesor con cara de miedo y una señora Sofía esperando una reacción a su mandato y lo que hace me deja atónita. Cierra los ojos y aspira el aire, cuando abre la vista estos están más negros que su color natural.

Creo que debe tener un problema con su operación de ojos, porque de repente estos están de un color y luego de otro y de otro y me está causando una impresión asustadiza.

Pero, acepta que quieres saber el por qué, tonta.-

No. no es para tanto, boba.*

Soy tú, ¿te olvidas de eso?

*No, pero es que tú piensas diferente.

Mi amor, yo pienso lo que tú en realidad piensas porque por tu boca solo salen estupideces.-

Sacudo mi mente y me concentró en él.

Camina hacia mí con paso seguro y confiable, sus aires de grandeza hacen desplomar a todo mundo, sus ojos y los míos conectan en una sincronía que me hace apretar las piernas para no caer.

¿Estás segura que es eso?-

¿Ya vienes a molestar? Esfumate.*

Bien, bien.

—Buenos días —siento el frío que tenía ser reemplazado por una ola de fuego que sube desde mis pies hasta mi cabeza.

Alzo mis manos en forma de saludo —Buenos días, señor Dhall—decimos todos al coro, él mira sus pies y luego mete sus manos en los bolsillos de sus pantalones.

Dirige la vista en dirección a su secretaria—¿Por qué están aquí? —voltea a mirar al profesor Santiago y observa a mi lado a Paola confundido, nadie mueve un músculo y solo se escuchan los temblores de las correas del ascensor subiendo y bajando.

Suspiro —Ha pasado un incidente y nos tienen que reubicar —cierra los ojos instintivamente y los abre nuevamente—¿Pasa algo señor Dhall? —mira mi hombro donde yace la mano aún del señor Santiago.

Sus ojos caen sobre él, frunce el ceño, tuerce los labios en una sonrisa y cuando creo que lo he visto todo pasa un destello amarillo por sus ojos.

¿Estoy viendo mal?

Si todos no vieron eso no sé qué tendrán en la vista, pero eso lo vi perfectamente. El señor Santiago quita la mano de mi hombro en un parpadeo y en otro está en el primer extremo de la fila con la cabeza abajo.

¿Por qué todos hacen eso con él?

¿Acaso es budista?

Vuelve su vista a mi mirada, esos ojos de él parecen escudriñar cada parte de mi ser lo que hace alborotar cada pelo de mi piel —No, tranquilos. No pasa nada, iré a trabajar, solo venía para saber cómo estaban, si están cómodos con la sala y si tenían alguna duda sobre la empresa.

—No, ninguna Señor Dhall y le agradecemos que haya dado una de sus instalaciones para realizar nuestro concurso—el señor Santiago da un paso hacia delante y este lo observa con la mirada fija, espero que diga algo, pero solo se queda ahí hasta que da media vuelta y se va dejándome siempre con la intriga y antes de entrar al ascensor le da una mirada al profesor y a su asistente, hace una seña rara y se cierran las puertas.

—Chicos, al parecer el percance que teníamos en la sala ya paso, había un enjambre de abejas en el conducto de la planta, pero ya el apicultor resolvió el problema—la rubia abre la puerta de nuevo y se me hace que no era precisamente por eso que íbamos a salir, pero instrucciones son instrucciones.

El señor Santiago suspira —Entren y siéntense donde estaban ubicados —todos empiezan a buscar sus respectivos puestos delanteros—Ahora entregaré el examen y uno por uno va a escribir su nota y su nombre en el tablero cuando yo lo indique, los más bajos serán descalificados —empieza a llamar hasta que llega al último que es el mío —Señorita Sara—dobla el examen y mi corazón repiquetea fuerte.

Cuando un profesor hace eso es señal de que no te fue bien.

A cruzar los dedos.

Lo tomo y aún sin abrir camino nuevamente a mi puesto, tomo asiento en la banca viendo como los demás están llenos de alegría por sacar buenas notas y yo aquí con miedo de abrirlo.

¡Ábrelo, que esperas!-

No quiero, es una mala calificación.*

No lo sabrás si no lo abres.-

Lo sé porque el profesor me lo entregó doblado.*

Mira, no te convenceré de abrirlo, pero prométeme que si es una mala nota no llorarás, zoqueta.-

Prometido.*

Okey, espera a que vayan uno por uno al tablero y cuando te toque a ti vas y lo abres adelante y pones la calificación.*

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