El Alpha Millonario © romance Capítulo 14

Capítulo trece

Solo es una noche.

Todo lo que tengo que hacer es trabajar una noche.

Sinceramente esto a mí en particular me da miedo. El señor Alcibíades tomaba a morir y un borracho no es algo fácil de tratar, al menos no para mí.

Cuando salí del lugar vi a las empleadas con pantalones negros, pero eso no fue lo que me llamo la atención, no, lo que me llamo la atención fue que todas usaban pantalón corto excepto una al fondo.

Por mi torpe mente paso de todo menos ir a preguntar sobre su vestimenta, así que mande a Paola a cambio de unas clases de la supuestamente horrenda materia existencial. Cuando llegó me dijo que podía usar cualquiera de los dos, pero que estos tenían una regla.

La cual nunca mencionó.

Es injusto y aparte de injusto no parece una prueba de verdad.

Yo que pensé estudiar de un libro enorme.

Busco las zapatillas y las coloco al pie de mi cama junto a la camisa roja y el pantalón largo.

Nadie tocará a una chica que parece monja y con cara de santurrona que se le sale por los poros, ¿o sí?

Me recuesto en la cama y pienso lo que mi corazón sintió justo al salir y verlos. Mi mente no puede mentir tanto tiempo.

Me importa el millonario.

Lo raro es ¿desde cuándo?

La regla número uno que me acabo de inventar la he roto.

No enamorarme de un adonis.

Aprieto las manos a mis costados y la mente positiva se adueña de mi estado de ánimo. Eso, Sara. Tienes que concentrarte en lo que ahorita estás haciendo o debes hacer, no te metas en problemas.

Se abre la puerta y volteo para ver a una Paola muy animada girando un bolso en su mano izquierda, su rostro cambia cuando estudia el mío y se detiene—¿Qué pasa? Parece como si te hubiese venido el Andrés —ruedo los ojos y me levanto para entrar al baño—¿te traigo una pastilla?

Me detengo en el marco de la puerta —No es necesario, ya sabes que soy así.

—¿Segura? —camina hacia mí y se detiene en frente —¿Que sucede? te noto extraña desde ayer. Sabes que puedes hablar conmigo, eres como mi hermana de otra madre.

Sonrío—Segura, ahora me iré a bañar y cuando salga espero que me arregles y quede espectacular para llegar, atender y salir de una sin ser notada —le giño y entro al baño para tomar una refrescante ducha.

Salgo y encuentro a Paola hablando por teléfono—Si amor... No... No... Ya te dije que no puedo... Sí, pero él... No estará bien y ¿estás seguro que no lo puedes retener?...—tomo la ropa y me volteo para ponérmela —pero es que sabes cómo es esto... Sí, lo sé, invéntale algo... Yo lo haré... No te preocupes... Adiós mi cielo... Te amo también— cuelga la llamada y me giro para verla limar sus uñas.

Eso fue rápido.

—Ya estoy lista —me mira de arriba a abajo, agarra una silla y se dirige al baño.

—Muévete que se nos hace tarde y tú tienes que estar a las seis de la tarde en ese bar —corro hasta la silla y ella empieza a maquillarme y peinarme mientras me cuenta todo lo que le paso hoy, también que su novio la quiere ver, pero no sabe cómo y así se la pasa hasta que siento que no me jala más el cabello —¡Listo! Te ves fantabulosa, solo cambia esa amargada cara y pon una sonrisa natural —observa mi reflejo en el vidrio y yo intento hacer una mueca superficial que me sale más mal que los pantalones acampanados que usaba antes—¿Eso es tu sonrisa? Agradecería si al menos fuera un poco menos fingida y dejarás la cara larga que todo el tiempo tienes.

—Yo sonrío, no mucho, pero lo hago.

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