El Amor De Antonio romance Capítulo 126

Una vez que Amaya se marchó, Clara y Alejandra dejaron de mencionar lo que acababa de ocurrir. Tras un agradable almuerzo, volvieron a la oficina para seguir trabajando.

Hacia las tres de la tarde, Clara recibió de repente una llamada de Adolfo.

Al ver a que era su padre, con el que no había contactado durante mucho tiempo, las cejas de Clara se fruncieron.

El viejo no la llamaba normalmente si no tenía algo que hacer, y cada vez que lo hacía no salía nada bueno. Así que no sabía qué quería hacer esta vez.

Después de reflexionar un rato, Clara no pudo evitar suspirar y cogió el teléfono, dijo con indiferencia, -¿Qué quieres hacer?

Sin embargo, para sorpresa de Clara, la voz que salía del otro lado del teléfono no era la de Adolfo, sino la voz urgente del ama de llaves, Boris, -Señorita, ha pasado algo.-

-¿Boris?-

Clara se quedó atónito. Un par de bonitas cejas finas se arrugaron, -Merlo, ¿qué pasa?

-Algo le ha pasado al señor González, y ahora lo están salvando en el hospital-.

-¡¡¡Qué!!!-

En cuanto salieron las palabras del mayordomo, la cara de Clara cambió rápido.

Aunque en estos años debido a que Cecilia y Ofelia habían hecho que su relación con Adolfo fuera extremadamente mala, sin embargo, no importaba lo mala que fuera, al final era su padre. Por eso, cuando se enteró de que le había pasado algo a Adolfo, que siempre había estado en buena forma física, incluso la tranquila Clara no pudo evitar palidecer.

-¿Está enfermo? ¿Es serio?-

Clara apenas recuperó la cordura y preguntó con voz grave.

-No lo sé, el señor se desmayó a mediodía sin motivo. El médico no ha salido aún. Señorita, venga a ver al viejo-

El tono del mayordomo sonaba un poco pesado. Al parecer, la situación de Adolfo era, en efecto, poco optimista.

Clara respiró hondo e inmediatamente dijo, -Lo sé, iré enseguida.

Tras colgar el teléfono, Clara pidió permiso a Telma y se dirigió al hospital sin demora.

En ese momento, en la entrada de la sala de emergencia del Hospital de la Ciudad Paz, tres figuras esperaban allí.

Una de ellas era, naturalmente, Boris que acababa de llamar a Clara.

Boris caminaba inquieto por allí, con su vieja cara llena de preocupación.

Y las otras dos eran Ofelia y Cecilia.

Más tarde, la madre e hija estaban sentadas en la silla del pasillo con expresiones diferentes.

La expresión de Cecilia era indiferente. Se podía ver una pizca de suficiencia oculta bajo sus ojos.

Sin embargo, cuando vio que Boris seguía caminando de un lado a otro, la impaciencia surgió en su rostro, -Boris, ¿puedes dejar de caminar por ahí, me haces mareada?

-Lo siento, señorita Cecilia, yo...sólo estoy preocupado por el señor-

Boris se detuvo y dijo con un rostro algo temeroso.

Cecilia dijo fríamente, -¿De qué hay que preocuparse? ¿El médico ya está dando los primeros auxilios, es útil preocuparse?-

-Señorita Cecilia, ¿cómo puede decir eso? Aún no se sabe que está vivo o muerto el señor, ¿acaso no está preocupada en absoluto?-

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