El Amor De Antonio romance Capítulo 195

Cuando llegó a casa con Cecilia, Teresa y Gastón aún estaban despiertos. Cuando vieron a la mujer desaliñada y desgraciada. Al lado de su hijo, se sobresaltaron.

Teresa se tapó la nariz quejándose, -Francisco, ¿cómo puedes llevar a una mujer así a casa

La casa no es beneficencia.-

Era obvio que no la reconoció

-Señora Teresa. Soy Cecilia.-

Cecilia se apresuró a decir al ver que no la reconoció Teresa.

-¿Cecilia?-

Teresa y Gastón se miraban el uno al otro y luego lanzaban una mirada para confirmar a su hijo.

-Sí. Ella es Cecilia.-

Francisco asintió.

-¡Ay, Dios mío!- exclamó Teresa con sorpresa.

¿Cómo es posible que una hermosa se ha hecho tan miserable que un mendigo?

-¿Qué demonios está pasando? -preguntó Gastón con voz severa.

-Señor Gastón. Todo es por culpa de esa zorrita Clara. Tiene que ayudarme.-

Cecilia se crujió los dientes por odio al mencionar el nombre “Clara”. Y su cara misera se hizo más distorsinada por odio.

Gastón y Teresa se sorprendieron dando nos pasos atrás.

Francisco frunció el ceño. Luego dijo - Papá. Mamá. Voy a subir a Cecilia para que se limpie primero. Luego lo hablaremos.-

-Vale - Gastón levantó la mano. Esperaba que se fueran pronto porque el olor le daba asco.

Teresa retrocedió un poco, y parecía que se mancharía con el el horrible olor cuando Cecilia pasara por su lado.

Cuando se fueron, Teresa frunció el ceño con disgusto. Reprendió con desprecio a Gastón. -¿Cómo una mujer tan humillante es digna para Francisco? -

Gastón le dio una palmadita en el hombro y le consoló- Vale, vale. Francisco podría casarse con la que quiera cuando logremos conseguir el Grupo González.

-Teresa emitió un sonido desprecio. El tono era aún más despectivo. -Si no fuera por la familia González, ¿cómo podría haberla aceptar? ¡Qué mala suerte!-

Tras decirlo, se olió a sí misma y frunció el ceño, -Yo también voy a ducharme y a cambiarme. ¡Asqueroso! -

-Vete, vete.- Gastón le hizo un gesto de impaciencia con la mano.

...

-¿Qué?-

Lydia se levantó de la cama de un salto. -¿No he dicho que no importa lo que pase, no se podría pagar la fianza de Cecilia?-

-Señorita Zabala. Fue el propio jefe quien la liberó. -Una voz servil sonó en el teléfono.

-¡Joder!- Lydia tiró el teléfono sobre la manta con rabia, sin importarle que aún llevara pijama. Se puso las zapatillas y bajó las escaleras rápidamente.

Al encontrar a su padre en el comedor, se dirigió hacia él. Sacó una silla y se sentó a su lado.

-¿Qué pasa? -Su padre apartó su atención al periódico. Se dirigió a su hija y vio su cara redonda por ira. Se rió diciendo -¿Quién ha hecho enfadar a mi niña otra vez?-

-¡Tus buenos subordinados!- Lydia gruñó exasperada.

-Hay tantos empleados. ¿A quién se refieres?-

-El comisario.-

-Eso.- su padre asintió al darse cuenta. Luego preguntó, -¿Qué le ha pasado? -

-Es que ...- Lydia abrió la boca para decir lo que había hecho el comisario. Pero bajo la mirada amorosa de su padre, se detuvo y dijo avergonzada, -Nada.-

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