El Amor De Antonio romance Capítulo 245

El SUV negro movió a toda velocidad por la autopista. Se dirigía en dirección contraria a la ciudad.

En el interior del coche, Alejandra dio un tirón a la puerta, intentando abrirla.

Pero la puerta ya estaba cerrada. ¿Cómo podría abrirla fácilmente?

Después de algunos intentos inútiles, se dio por vencida. Giró la cabeza para mirar al conductor.

-Guillen, esto es un secuestro, ¿vale? Esto es un delito, ¿vale? - Gritó.

Guillen le dirigió una mirada, su sonrisa era un poco solitaria. -Por ti. Me parece bien ir contra la ley. -

Alejandra se congeló y luego sonrió fríamente. -No intentes engañarme así. No soy una niña de tres años. -

Dijo que podía hacer cualquier cosa por ella. ¿No importaba si rompía la ley?

Si ella le pidiera que matara a alguien. ¿Lo haría él también?

-¡Lo haré! -

Habló de repente.

Alejandra levantó la vista sorprendida. Se encontró con sus ojos decididos. En ese momento. Se dio cuenta de que había dicho accidentalmente lo que estaba pensando.

-Entonces puedes matar a alguien por mí. -¡Siempre es mejor hablar que actuar!

-¿Matar a quién? -Preguntó él.

-A ti. -

Una palabra muy fría y sin rastro de emoción.

-¿De verdad quieres que muera? -Preguntó Guillén con calma.

-Sí. ¡Si te murieras, no tendría que sufrir tanto! - Gritó Alejandra como si se hubiera cortado con cuchillo.

Los dos se sumieron en un silencio sepulcral.

La mano que sostenía el volante se tensó ligeramente. Tenía una sonrisa amarga y preguntó -¿Te hago sufrir? -

¿Te hago sentir miserable?

El sonido de una voz tranquila se mezclaba con el abatimiento y la soledad.

Alejandra ocultó su rostro. Las lágrimas afloraron a sus ojos.

Guillén tampoco se sentía bien cuando la oyó sollozar a su lado.

Tantos días. Aunque trabajen en la misma empresa. Ni siquiera se ven una vez al día.

Sí, están lejos. Pero el corazón duele mucho.

Si hoy no fuera por lo que pasó con la cuñada. Tenía miedo de que no se encontraran.

En el momento de verla. Se dio cuenta de lo mucho que la echaba de menos.

Cuanto más pensaba. Más no quería dejarla ir.

Detuvo el coche a un lado de la carretera. Le desabrochó el cinturón de seguridad. Se dio la vuelta y la tomó en sus brazos. Ella lloraba como un ciervo herido.

-Guillen, tú... -

Alejandra estuvo a punto de forcejear. Pero su voz sonó como una súplica en su oído.

-Sólo deja que te abrace. -

Le dolía la nariz. Las lágrimas inundaron sus ojos.

¿Por qué? ¿Por qué?

Ella seguía murmurando en su oído. Sus manos se aferraron a su espalda y gritaron.

Los ojos de Guillén se humedecieron. Enterró su cabeza en su cuello. Sus brazos la rodearon con fuerza.

Fuera del coche. La noche era espesa como la tinta y silenciosa a lo largo de la carretera. El cielo estaba oscuro y no había luz.

El silencio era frío y claro.

Humano, una vez frente a los sentimientos. Incluso si el frente es un abismo de tres mil metros. Tampoco dudarán en lanzarse.

Alejandra se despertó. Tan pronto como ella abrió los ojos, había un rostro guapo cerca. La escena de la noche anterior era como una pantalla de cine que pasaba por su mente.

¿Se arrepintió?

No. No se arrepiente.

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