El Chico Dhall © romance Capítulo 8

Capítulo siete

Me aferro con todas mis fuerzas a la chaqueta de Neftali, los autos van quedando atrás con todo el tráfico que se genera en el atardecer mientras que la brisa revolotea mi larga melena semi-oscura.

Todo sea por un bien.

Mira en que me he metido por culpa de ese loco maniático acosador de cabello negro y ojos azules, esto es impresionante. Si tan solamente él no se hubiese metido en mi vida...

Concentrate mejor en lo que le dirás a la persona que agarras con tanto fervor en vez de pensar chorradas, porque sabes que él también mirara el contenido de ese ordenador.*

Ruedo mis ojos, aunque tampoco le falta razón a la loca de fally, y una de mis estrategias es decirle la verdad, sin embargo puede alterarse y mandar todo a la mierda y entonces perderé mi batalla, pero es que no sé me ocurre nada más.

Obvio no le contaré que Elián es mi mate, pero si le exprésaré mi odio hacia el Alpha, no obstante si llega a ver los mensajes en el chat privado notará que algo pasa y me sentiré contra la espada y la pared.

El viaje llega a su fin y mi mayor miedo se hace presente y ese es enfrentar la dura y triste realidad, pero con la diferencia de que mi padre este delante de mí. Rápido, aún con el casco puesto, intento esconderme detrás de la camioneta estacionada en el Internet-café y llevo una mano a mi pecho notando que ni siquiera se percató de mi presencia.

Estos son los famosos sustos que dan gustos.

Me quito el casco y se lo tiro a mi compañero motociclista, este alza una ceja preguntando el por qué de mi estado y disimuladamente le señalo a mi padre quien está esperando impaciente su turno en la barra.

Neftali camina hasta mí con disimulo y me jala a un lugar donde nadie nos pueda ver, me suelta y al hacerlo rasca su nariz, moja sus labios y posa sus manos en las caderas —¿Qué es lo que hay en esa laptop como para que estés tan preocupada? Y no quiero que me mientas.

Me señaló con una sonrisa falsa —¿Yo? ¿Preocupada?

Él lleva su vista en otra dirección y muerde su labio inferior —no mira, mi abuela —arquea una de sus cejas —nunca hubieses aceptado montarte a mi moto si lo que hay en ese ordenador no fuese importante, pero si no me quieres decir —se gira —voy atiendo a tu padre y entre él y yo nos damos cuenta de que es lo que esconde la niña y no quiere que nos demos cuenta.

—Ah... ¿Acaso? —tomó cierta distancia de su cuerpo —¿acaso estás celoso de que estuviese hablando con otra persona?

No pues, el tóxico.

—¿Con quién estuviste hablando a altas horas de la mañana, Jexi?

Me cruzo de brazos —Eso no es de tu incumbencia, lo que yo haga o deje de hacer para ti no tiene que ser relevante.

¡Eso mamona! Hasta a mí me dolió, pero bueno, yo soy tú.*

Fally...

Ya me callo, pero recuerda que estoy orgullosa de ti, mi cara chancla favorita.*

Retrocede con los brazos extendidos —Bien, no me digas, yo mismo me daré cuenta —comienza a caminar hacia el interior del café y antes de entrar salgo de mi escondite.

—Si le enseñas lo que vas a ver a mi padre te juro que no te vuelvo a hablar nunca más en la vida —lo amenazo.

Uiss, ¿eso de jugar así de sucio dónde lo aprendiste? Conmigo no fue, eh.

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