EL CLUB DEL DESEO romance Capítulo 11

Gael miraba unos reportes del último mes, tenía un puto dolor de cabeza que no se le quitaba con nada, cada vez estaba más estresado, y no se había desahogado como debía, deseaba un coño caliente dónde poder meter su verga, aunque no uno cualquiera, no, deseaba a una hermosa castaña que había conocido hacía 4 días y lo estaba volviendo loco, volvió a mirar la hora sabía que ella ya debía estar ahí para empezar a trabajar iba a esperar 10 minutos luego saldría con cualquier excusa para ir y verla, ayer tuvo una reunión de último minuto y no pudo verla cuando se fue eso era algo que lo tenía muy frustrado. Quería acercarse a ella, endulzarle el oído, sabía que era virgen, por lo que sería gentil, podía hacerla disfrutar como nunca nadie lo había hecho, diría palabras dulces, cosas que la hicieran sentir hermosa, única, incluso le haría el amor, al principio, porque algo le decía que no iba a poder resistirse cogerla de manera salvaje y apasionada —gimió de solo imaginarla —tenía una erección que no podía controlar sólo de imaginar entrar y salir de ella, oler su aroma mientras la hacía suya, tal vez una noche incluso dos, después… después no iba a saber que iba a hacer con ella, por eso sabía que no debía hacer nada con ella, era tan inocente que no se merecía nada malo, ella era como un cordero a su lado, porque simplemente él era un lobo feroz que con gusto se la comería.

Estaba tan sumido en sus pensamientos y peleando con su yo interno cuando unos suaves golpes lo volvieron a la realidad.

—Adelante — dijo molesto con él mismo, una Audrey muy nerviosa entró a la oficina, ya que su voz denotaba que estaba enojado. —"lo que me faltaba" — pensó Gael al verla, definitivamente nada iba a favor de él, ella estaba sonrojada y malditamente sexy con ese maldito uniforme, estaba pensando muy seriamente en cambiarlo, al menos el de Audrey.

—Buenas tardes Audrey, ¿Qué tal estás? — Su voz esta vez fue dulce.

—Lo lamento no quería molestarlo, si está muy ocupado puedo venir después — dijo sin moverse de la puerta.

—No, no te preocupes, solo estoy cansado, mucho trabajo, siéntate y dime ¿a qué has venido?

—Sólo vine a decirle que si acepto su oferta de hacer la fiesta de aniversario, pero solo tengo una condición. — la sonrisa que se formó en el rostro de Gael le confirmó que había tomado la decisión correcta.

—Soy todo oídos.

—Quiero que Jenny me ayude, ella es amable, me cae muy bien, además que ella está aquí desde el primer día, estoy segura que conoce a todos a la perfección, y podría ser de mucha ayuda.

—Hecho – dijo de muy seguro – igual debo preguntarle, pero estoy convencido que aceptará. — Audrey sonrió y asintió.

—Bien, eso era todo lo que quería decirle, ahora me voy a trabajar. — se levantó decidida para salir de ahí, pero la voz de Gael la detuvo.

—Espera, yo quiero preguntarte algo. — él se levantó de su asiento y se acercó mucho a ella, tanto que Audrey trató de dar un paso hacía atrás.

—¿Una pregunta? ¿Qué será? — dijo muy nerviosa y algo alterada.

—Normalmente a este tipo de eventos se va acompañado, así que ¿quería saber si quieres ser mi acompañante esa noche? — Audrey abrió sus ojos como platos al oírlo, debía ser una broma, pero estaba tan serio que vio que no lo era.

—¿Por qué yo? Deben de haber miles de hermosas mujeres que quieran acompañarlo, además yo aún no se si iba asistir — eso último hizo que Gael frunciera el ceño. Seguía acercándose muy peligrosamente, Audrey seguía dando pasos hacia atrás, hasta que su espalda chocó con la puerta, en ese momento supo que no tenía salida.

—Primero no hay mujer más hermosa que tú, te quiero ahí conmigo, segundo, te vas a matar casi dos semanas para que todo quede perfecto ¿cómo es eso que no vas a venir? Tienes que estar aquí Audrey. Tercero no va a pasar nada malo, solo quiero ser la envidia de todos al ver que tengo a mi lado al ángel más hermoso que existe — en este punto ya Audrey respiraba muy agitadamente, los labios de Gael estaban muy cerca de los suyos, sus hermosos ojos azules la miraban con un brillo único y la mirada de él iba de sus ojos a sus labios. Gael se moría por probar esos los labios, eso que pedían a gritos ser besados, pero la vida no era justa y unos golpes en la puerta sacaron a ambos del trance en el que estaban.

—¡Mierda! — dijo más que frustrado, no le importaba hacer notar su frustración, su enojo, de hecho él era una persona que nunca escondía lo que sentía. Se separó solo un poco para hacerla hacía un lado, para que cuando la puerta se abriera no fuera golpeada y antes de separarse del todo, acarició su mejilla y le dio un pequeño beso en la comisura de sus labios.

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