EL CLUB DEL DESEO romance Capítulo 19

Gael había empezado a trabajar desde temprano, hoy era un día muy largo, por lo que antes de que amaneciera ya estaba arriba.

Cuando estaba en su segunda oficina, recordó que los contratos por los que hoy venían nuevos socios estaban en su otra oficina, y Mason no se encontraba para que él se los llevara, por lo que decidió ir él mismo.

Iban hacer las siete de la mañana, no creía que hubiera nadie ahí, pero cuando llegó y entró a su oficina, una que extrañaba, su cuerpo se quedó congelado, al igual que de la persona que estaba adentro, semidesnuda.

—¡Mierda!, ¡Mierda!, ¡Mierda! — Gael no sabía si eso que veía era bueno o malo, porque aunque sabía que debía girarse para no mirar o salir de ahí, no pudo, por el contrario, cerró la puerta y siguiendo el consejo de Mason la cerró con seguro.

—Lo siento señor, estaba limpiando, y una botella de whisky se cayó y mojo demasiado la parte de arriba de mi uniforme, al ser tan temprano, no pensé que nadie iba a venir y decidí lavarlo un poco y secarlo en su baño. —Audrey trataba de taparse con su mismo uniforme, mientras observa cómo los ojos de Gael se oscurecían y él caminaba hacia ella sin quitar su mirada de su cuerpo. Gael sentía la boca seca, esa mujer tenía un cuerpo perfecto, un cuerpo que sería su infierno, uno dónde él ardería con gusto.

—Quiero que me perdones — dijo con la voz llena de deseo, Audrey frunció el ceño al oírlo, no entendía de qué hablaba, pero justo cuando pensaba en preguntarle a qué se refería se vio callada por los labios de él.

Gael no pudo evitar volver a probarla, había extrañado verla, habían sido los tres días más largos de su puta vida, ayer por la tarde había hablado con Mason y estaba decidido a ser hombre de una sola mujer, solo por tenerla a ella.

Sus labios la besaban con desespero, quitó de las manos de ella la prenda y la envió a algún lugar de la oficina y la pegó más a él, devorándola si el primer beso tuvo fuego, este los incendiaba a ambos por completo.

Gael la besaba una y otra vez, intercalando pequeños besos suaves y mordiscos intensos que la dejaban hambrienta, Audrey no pudo evitar gemir ante esa pasión que Gael provocaba en ella. Ambos respiraban agitadamente cuando se separaron, él la miraba como si fuera estuviera descubriendo algo que nunca nadie a hecho, mientras que ella solo podía mirarlo muy excitada, cosa que lo estaba volviendo loco, de un rápido movimiento la alzó y la sentó en su escritorio, para posicionarse en medio de las piernas de Audrey.

—No puedo evitarlo me encantas Audrey, eres eso que necesito en mi vida y que yo no lo sabía — antes de que ella pudiera contestar Gael volvió a besarla con la misma intensidad, pero estaba vez soltó rápido sus labios y los llevó a su mandíbula, donde hizo un recorrido con su lengua hasta en medio de sus senos..

—¡Oh por Dios! Aahh— Audrey no pudo evitar gemir, y esos gemidos eran música para Gael, que nunca en su vida había estado tan excitado, esa mujer lo llevaba a lugares de placer que nunca antes había estado. Al ver que ella no lo quitaba y aceptaba gustosa sus caricias, se desvío a su senos, los cuales chupó y mordisqueó en el nacimiento de estos, Gael no podía mantener las manos quietas, recorría su espalda, y sus costados con suaves caricias.

Audrey no sabía lo que hacía, ella sólo podía sentir, por lo que llevó sus manos al cuello de Gael y lo apretó contra ella, ambos jadearon al sentir sus sexos rosarse. Gael sabía que debía detenerse, ella era virgen y si le respondía con tanta pasión era porque ambos se atraían de una manera desmedida.

—Sí no me detengo ahora no voy a poder hacerlo, y no te mereces esto. — dijo agitado y malditamente excitado. Audrey jadeaba con los ojos cerrados.

—Lo lamento — dijo en un susurro, muerta de vergüenza.

—No tienes porqué, preciosa, yo fui el que te arrinconó y te asaltó, pero no pude evitarlo, Audrey, tu me gustas mucho. Es algo que va más allá de lo que alguna vez he sentido. — Audrey no apartaba los ojos de Gael, azul contra verde, ella podía ver que era sincero, pero también sabía que él siempre había sido sincero, su jefe quería sexo solo sexo y nada más y ella estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, si con unas simples caricias la tenía hecha un charco, ahora haciéndole el amor, la haría ver una galaxia completa. — Por eso tengo que decirte algo, solo espero que no lo tomes a mal y me entiendas — Audrey sabía lo que venía, por lo que decidió callarlo, colocando dos dedos en los labios de Gael.

—Shh, se lo que dirás, sé cómo es tu mundo, sé que estás acostumbrado a tener miles de mujeres a tu disposición, también se que no eres hombre de una sola mujer, lo sé y lo entiendo — Gael frunció el ceño al oírla, algo le decía que lo que ella pensaba decirle no iba a gustarle. — Sé que estás enterado de que soy virgen, no tengo nada de experiencias con los hombres, no te voy a negar que he estado a punto de perderla — oír eso puso a Gael furioso y no tenía que ser adivino para saber con quién. — pero hasta el momento no ha pasado, pero no puedo negar esta atracción tan fuerte que hay entre nosotros, yo… yo simplemente te deseo — Gael notó cómo su rostro enrojeció y lo vio dulce — Sé que lo que te voy a decir está mal y no es correcto, pero por ahora quiero tener mi primera vez contigo, quiero seguir sintiendo esto que produces en mí, aunque sea por una vez, prefiero arriesgarme a tocar el cielo una vez a no sentirlo nunca, por eso antes de que lo digas tú, lo voy hacer yo, quiero estar contigo, pero luego de que pase, no vamos a volver hacerlo, tú podrás seguir con tu estilo de vida, se que quieres estar conmigo porque te atrae mi pureza, así que yo te la doy y a cambio yo recibo un orgasmo maravilloso y el placer que se que puedes dar, ambos saldríamos ganando. — Gael la miró como si estuviera loca, él no quería una noche, al principio sí, pero ahora no, la quería a ella, y como si una luz cayera en su cabeza y lo iluminará, por primera vez en su vida reconoció que quería a una mujer ésta le decía que solo quería una puta noche. Audrey al ver que él se quedó como ido se sintió incómoda, por lo que se bajó del escritorio, se colocó su uniforme y se retiró de ahí muerta de vergüenza, tal vez había hablado de más, tal vez su jefe pensaba decirle que eso no podía volver a pasar y ella diciendo todo eso.

—¡Dios qué vergüenza! ¿Qué he hecho? — se dijo para sí misma mientras salía corriendo ahí.

Cuando Gael reaccionó, frunció el ceño, él no pensaba dejar que Audrey después de estar con él se fuera con otro, no señor, una vez suya no sería de nadie, solamente de él.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: EL CLUB DEL DESEO