El empresario del corazon roto romance Capítulo 27

Maleta lista, pendientes hechos, instrucciones dadas. He dejado todo preparado para por primera vez en cuatro años hacer un viaje en fiestas decembrinas. En mi maleta sólo llevo ropa comprada exclusivamente para esta ocasión, olvidándome de los trajes y la formalidad para darle una oportunidad a este nuevo estilo casual -sensual que Isabel a escogido para mi.

Salgo de mi habitación con la maleta a cuestas y el chofer en seguida me la pide para irla bajando al auto mientras me acomodo el abrigo de invierno con piel sintética a la altura del cuello. Me reviso frente al espejo y debo admitir que Isa tiene razón, me veo de mi edad. Me siento bien, me veo bien, los cambios que voy a haciendo me están devolviendo al Quentin de antes, ese hombre caballeroso, seductor y simpático que siempre había sido. Me acomodo el cabello con las manos y luego volteo a ver a Nora que me está esperando.

―Que tengas feliz Navidad Nora.― Le digo sonriente.

―Gracias señor.

Nora, al igual que Vivianne, ha sido víctima de estos cuatro años de amargura y ansiedad, por lo que esta increíblemente emocionada de que tendrá dos semanas de descanso, todo pagado y podrá ir a ver a su familia.

―Que le vaya bien señor Quentin, vendré a darle la vuelta al piso, si necesita algo.

―No, estaré bien, disfruta. ― Y salgo del piso directo hasta el estacionamiento.

Lo que Isabel no sabe, es que el viaje a las montañas tendrá un ligero cambio, ya que en primera ella no sabe que me iré desde hoy, porque quiero conocerla un poco más lejos del ruido de la ciudad, y segundo que éste no será vía terrestre como sé que lo tiene planeado, si no que lo haremos a mi estilo, uno que sé le encantará.

Me subo al auto y el chofer arranca sin decirme nada. Sé que Isa iba a salir de su casa a las diez de la mañana, porque en la conversación de ayer me lo comentó, por lo que voy muy a tiempo para sorprenderla y esperarla fuera de su edificio. Voy nervioso y mucho, no sólo porque la voy a volver a ver después de un tiempo de no hacerlo, tres días, y porque sé que en este viaje conoceré a su familia, que en todos los sentidos sé que es un paso importante de alguna manera aunque ella y yo, oficialmente, no somos nada.

―Llegamos señor.― Escucho que el chofer me dice y yo me bajo de la camioneta para esperarla recargado contra la puerta.

―Quentin, Quentin, relájate.― Me regaño mientras el adolescente que vive en mí, salta de emoción porque sabe que la volverá a ver. ―Ni cuando estabas de novio con Nadine te sentías así... ¿por qué ahora?

―¿Qué es esto? ― Me preguntó Isa mientras salía del conjunto de edificios arrastrando la maleta.

Mi sonrisa se dibuja de inmediato sin que lo pueda evitar, mi corazón se acelera sólo un poquito y de pronto todo se mueve en cámara lenta. La veo con su hermoso gorro rojo, obsequiado por mí, con su cabello largo y ondulado suelto sobre sus hombros y con un rostro de sorpresa que no puede evitar. Con un movimiento de mi cabeza le pido al chofer que se acerque a ella y le ayude con la maleta. Él camina hacia ella y se la pide con educación. Isa se la da.

―Pensé que podríamos irnos juntos a la casa en las montañas.― Contesto.

―Pensé que irías sólo en los días de Navidad. ― Responde.

―Bueno.― Hablo mientras se acerco a ella lentamente y quedo frente a ella.― Tú me invitaste desde el veinte ¿no? Así que pensé ¿por qué no? No me caería mal unos días más en las montañas.

Los ojos de Isa vuelven a brillar y lo hacen con intensidad, ya descubrí que sólo cuando me ve le pasa eso, así que el día que no lo hagan sé que estaré en problemas. Toco su rostro y sin poder contenerme la beso, siento sus labios y nariz fría al hacer contacto con la mía. La beso con ternura, disfrutando, con movimientos lentos, llevando el ritmo con las yemas de mis dedos acariciando su mejilla y ella recarga levemente sus manos sobre mi pecho. Nos alejamos poco a poco mientras un pequeño suspiro se queda entre los dos. Ella también quería más, pero no es el momento o más bien, sé que si no paramos esto se irá a otro tipo de intensidad.

―¿Nos vamos? ― Pregunto mientras clavo mis pupilas en las suyas.

―Sí, está bien.― Contesta ella sonrojada y se muerde el labio.

«No hagas eso por favor» pienso mientras mi mirada se centra en ese lunar que tiene sobre la comisura del labio.

―Sólo, cierro la puerta es que...― Titubea nerviosa y se da la vuelta para regresar a la puerta. Veo que se queda un momento de pie sin hacer nada, moviendo sus manos como si estuviera hablando con ella misma, tal vez se está regañando como lo hacía yo antes lo que me da mucha ternura. Luego regresa un poco menos nerviosa―¿Nos vamos? ― Me pregunta.

―Vámonos.― Estiro mi mano y ella hace lo mismo con la suya para tomar la mía. De nuevo esa electricidad pega sobre mi cuerpo y me revive. Si con sólo esta gesto ella me hace sentir así no quiero ni imaginar qué pasaría si nuestro contacto fuera piel a piel en un lugar más íntimo. Caminamos de nuevo hacia la camioneta donde el chofer ya tiene la puerta abierta, la ayudo a subir y luego lo hago yo.

―Al helipuerto.― Le pido al chofer.

―¿Helipuerto? ¿Pero? ― Pregunta sorprendida.

―¿Quieres que manejemos horas cuando podemos llegar en menos? ¿No quieres llegar a ver a tu familia más rápido?

Ella niega con la cabeza mientras sonríe.― Quentin, no es necesario...

―No, no lo es, lo quiero hacer.― Me volteo un momento para quedar frente a ella.― Mírame a los ojos.― Le pido. Ella poco a poco me mira y se pone seria.― No pienso nada terrible sobre ti, ni que eres una mujer que sólo está conmigo por el dinero y eso. Me gustas y en cierta forma creo que yo te gusto.― Confieso y con esas palabras hasta el chofer me ve por el espejo retrovisor.― Por lo que te quiero dar lo mejor, quiero hacerte sentir cómoda y mi comodidad es, esto. Así que puedes aceptarlo e ir feliz conmigo, o no aceptarlo e ir conmigo.

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